Hoy, por fin, me suelto de tu mano para siempre

Hoy cerré por fin la última caja que contenía el último jersey que tenía tu nombre en mi armario. Cuando las tijeras rompieron el celo que unió los dos extremos del cartón, fue en ese preciso momento cuando yo me rompí en dos. Que irónico. Mis dos mitades ahora se abrían.

La primera mitad me habla de los recuerdos que dejo atrás. De todas aquellas risas que nos hicimos durante todos estos años, de los viajes por Europa, del apoyo que siempre mostraste en cada uno de mis pasos y de aquella borrachera que te cogiste aquel fin de semana de amigos en la casa de campo de Juan.

Que el tiempo no se detiene, o que la esperanza es lo último que se pierde quizás sean unos de los refranes más tópicos que se puedan soltar cuando se rompe una relación. Aunque también son los que guardan una mayor verdad. Con el devenir de los años las personas cambiamos, los aprendizajes con los que nos encontramos nos hacen crecer por dentro, y no, ya no éramos aquellas dos mismas personas que iniciaron un camino de dos. Éramos otros.

Y así es como me descubría a mi misma cerrando un ciclo de más de diez años a tu lado, como ahora cierro esta última caja. La caja que otros observan repleta de cosas inertes. Esa caja que lo dice todo para mí.

¿Cómo decirte adiós? El primer pasó fue reconocer toda aquella amalgama de sentimientos. La decisión de un corazón en boca del razonamiento. Lo siguiente fue traducir en un discurso coherente aquellas emociones. Pronuncié millones de veces, de forma interna, aquellas palabras que acabaron expulsadas al exterior. Aquellas que tú conoces.

Seguí la regla fundamental que dice que evitara todo contacto contigo por una buena temporada. Evité ir a correr por aquel precioso parque donde corrías tú y visitar la cafetería donde sirven ese moka que nos encantaba.

El último paso del cierre fue la normalización de la situación. Por eso, la segunda mitad de esa caja cerrada se niega a aceptar este adiós como una derrota, pues se empeña en tirar de mí cuando me caigo, cuando la tristeza me arrastra, cuando se me hace bola lo de vivir sola.

Dicen que nunca es tarde para comenzar de nuevo, de cero, desde la base. Hoy, solo sé que con esta última caja, me suelto de tu mano para siempre.

 

 Rebeca Baena