¡Hello queridas mías! Últimamente he estado reflexionando sobre las mujeres históricas que conocemos y me he dado cuenta de algo que todas reúnen o tienen en común: ninguna tenía ningún tipo de diversidad funcional, o dicho de manera más simple, no tenían «discapacidad» (quería también señalar que este término está recogido como oficial por el CERMI y el COCEMFE) Así que me puse a investigar y mi hermana (otra mujer que también merece un Herstory, y estoy segura que todas conocemos a una mujer de nuestro entorno que lo merece) me brindó la oportunidad de conocer, entre otras muchas, a la maravillosa Judith Scott, escultora con Síndrome de Down y sordera.

Judith Scott es una de las grandes escultoras estadounidenses de todos los tiempos y su obra se enmarca dentro del llamado «Arte Marginal», que es aquel que no sigue las reglas formales o cuyos autores no han sido educados ni enseñados en instituciones artísticas. Su apodo como «mujer araña» lo entendéis mejor si os enseño una foto de sus obras:

Así es, cogía cualquier objeto e hilaba e hilaba alrededor de él, convirtiéndose en toda una Penélope o una Aracne (una era la esposa de Ulises, que lo esperó tejiendo la pobre, y la otra es una gran tejedora de la Antigüedad que fue convertida en araña por Atenea, si ponéis en San Google el significado de «Las Hilanderas» de Velazquez (¿yo soy guapa?) os explica la historia). Bueno, que me lío.

Judith nació en 1943 en Ohio y tuvo una gemela, Joyce, a la que estuvo muy unida durante toda su vida. Pero, a los 7 años y ante la imposibilidad de que fuera a la misma escuela que sus hermanos, fue internada en un colegio para personas con discapacidad, lo que marcó su infancia, puesto que se sentía sola y abandonada. Sin embargo, desde esos primeros años ya se hacía hincapié en que era una niña inquieta y dinámica.

35 años estuvo Judith recluida en estos colegios, lejos de los suyos y cada día más deprimida, hasta que su gemela consiguió su tutela y la llevó a la Creative Crowth Art Center en Oakland, un espacio para desarrollarse a través del arte plástico. Al principio Judith no parecía interesada en artes como la pintura o la escultura más clásicas, pero eso cambió a partir de un taller con fibra textil: comenzó a tejer alrededor de bloques de madera, lo que los convertiría en sus primeras obras.

Su primera exposición fue en 1999, cuando además se publicó un libro sobre su obra. Ahí salta al estrellato internacional y sus obras serían expuestas en museos por toda Norte América y Europa, como el MOMA de Nueva York.

Una de sus obras más famosas es «Twins» («Gemelas»), en la que se aprecian dos figuras antropomorfas abrazadas, quizás una alegoría de la relación con su hermana. Sus obras se han llegado a relacionar con sus palabras, puesto que Judith nunca llegó a hablar. Los colores, las formas y los objetos son importantes en su arte, puesto que determinan el mensaje de ésta.

Se han realizado decenas de películas, documentales, manuales y libros sobre su obra y sobre su ámbito educativo, puesto que se la considera autodidacta; es una de las mayores exponentes del Outsider, el arte marginal que antes hemos comentado.

Judith nos dejó a los 62 años, en el 2005 pero, como todas las artistas pervive, emocionándonos y haciéndonos reflexionar, con su obra.