El Satisfyer marcó un antes y un después en la sexualidad femenina. Fue toda una revolución. Antes de él, se asociaban los consoladores de mujeres a pollas de plástico largas y gruesas que, en el mejor de los casos, vibraban al pulsar un botoncito. El Satisfyer llegó para reivindicar que el placer de la mujer no erradica única y exclusivamente en la penetración vaginal, sino que la estimulación del clítoris tenía mucho que decir en un polvo. 

Nosotras ya lo sabíamos y lo aplicábamos en nuestra intimidad, pero muchos hombres no; son justamente ellos los que han visto amenazada su virilidad por un aparatito que, lejos de ser un rival, es un aliado. Claro que… explícaselo a algunos. Y explícales, ya que estás, que hay vida más allá de los succionadores; que con el Satisfyer solo se abrió un mundo de posibilidades para nosotras. Pero que no solo mordemos una manzana, sino que nos comemos el frutero entero. 

Porque no solo cantamos en la ducha

Empiezo por mis favoritos: los masajeadores. Dan un juego brutal, sola o acompañada. En jornadas de autoplacer, puedes empezar usándolo por el cuello, los hombros, el pecho…, para acabar estimulando toda la zona genital, al principio sobre la ropa interior y después sin ella. A mí personalmente me gustan los que tienen forma de micrófono; me ponen a cantar bulerías. 

Si existe la doble estimulación… ¿por qué elegir?

Otro grandísimo invento dentro de los juguetes sexuales son los vibradores de doble estimulación, conocidos como tipo rabbit, que se encargan de elevarte al séptimo cielo con el superpoder de excitar tu clítoris y la próstata femenina (Punto G, amiguis). Son consoladores ideales para iniciarse en el mundo de la masturbación, ya que son tan polifacéticos que te ayudan a conocer tu cuerpo, por fuera y por dentro, así como a descubrir dónde están tus límites. Si es que tienes… 

3, 2, 1… ¡Dispara!

Otro que está dentro de mis indispensables: la bala vibradora. Buena, bonita, barata…, pero también discreta, polifacética y portátil. Como la mayor parte de los juguetes sexuales, también sirve para usarse sola o en pareja: es capaz de estimular cualquier zona corporal, de la anatomía femenina o masculina, ya que no solo es instrumento de placer para mujeres; ellos disfrutan muchísimo de su uso en el área perianal. Puedo prometer, y de hecho prometo, que es increíble cómo algo tan pequeño es capaz de producir tanto goce.   

Además, su facilidad de transporte permite que te la puedes llevar a cualquier sitio. Incluso al agua, porque suelen ser sumergibles al 100 %. ¿Alguien dijo ducha? 

A ti, que supuras libido con el riesgo

Solo para valientes. Eso sí, el día que te animes a probarlo, vas a querer repetir. En espacios públicos o privados, con pareja o con amigas; incluso, un día en el trabajo. Las braguitas vibradoras con control remoto son, además de placenteras, muy divertidas. Algunas son tan pros que incluyen la doble estimulación. Las he usado en multitud de situaciones, más allá del estándar de cena-pareja-mando, y las risas están garantizadas. ¡Ah! Y el orgasmo, también. 

En este apartado sumo a las bolas chinas -menos “aparatosas” que la ropa interior vibradora- y que, además, ayudan a mantener un suelo pélvico en perfecto estado de forma. 

Abrimos la compuerta trasera

Aún es un poco tabú, pero si estás leyendo esto es que remilgos CERO. Mucho clítoris, punto G y blablá… ¿Qué tal si subimos un nivel? ¡Estimulación anal, señoras! Que todas tenemos culo; con las alegrías que nos da y lo poco que lo apreciamos. Los Plug de cristal se han puesto súper de moda (y con razones frías y calientes, guiño-guiño). Si aún no te atreves, puedes usar tus otros juguetes sexuales, como el masajeador o la bala vibradora, para comenzar a estimular la zona e ir tanteando si te gustaría o no abrir esa puerta. Puedes probar también los tapones anales, idóneos para experiencias noobs

 

Y esto solo es el principio, que nuestro disfrute personal no termina con los succionadores. Solo tienes que darte una vuelta por nuestra sección de juguetes sexuales para abrir tu mente a un mundo de placer sexual. Viva la revolución. 

María Romero