Mi novio y yo nos conocimos en la primaria. Cuando llegamos al instituto empezamos a tontear como los buenos adolescentes que éramos y, a los 16, empezamos a salir. Ni el tiempo en que él sacó la carrera en otra ciudad, ni mi año de intercambio en Alemania, ni los horarios incompatibles en los trabajos de mierda que tuvimos al principio de nuestra edad adulta fueron capaces de separarnos… Pero ahora nos tocaba enfrentarnos a la pa/maternidad.

Esperamos bastante para tener hijos porque queríamos viajar primero y tener la oportunidad de desarrollar al máximo nuestras carreras profesionales antes de que alguno tuviera que hacer alguna renuncia. Y así fue. Nos casamos a los 30, llevando ya 14 años de noviazgo y no fue hasta los 36 que empezamos la búsqueda del embarazo.

Siempre se dice que la maternidad está idealizada, que solo se cuentan las luces, pero poco se habla de las sombras y yo, que desde hacía un año que estaba con el ácido fólico, solamente oía hablar de sombras. Tanto que llegué a plantearme si realmente valía la pena.

Todos los posts de redes sociales que me salían acababan hablando de cómo tropecientos de cada tropecientos un casos de parejas jóvenes se separaba por la llegada de uno de esos demonios. Cómo los hombres se vuelven unos inútiles y de pronto te ves cuidado de dos críos en vez de uno… Supongo que le pasará a muchas parejas, a mí no tenía por qué pasarme, pero la afirmación constante de gente a la que no conocía de que sería exactamente así, me abrumaba bastante.

Entonces llegó el positivo en aquella prueba de farmacia. Mi marido me abrazó con tanta delicadeza que solamente pude pensar “Ya empieza, unos segundos de paternidad y ya no sabe cuanta presión ejercer en un abrazo”. No, esto ha sido una exageración, pero sí que, cada error por su parte, cada bache durante el embarazo (bajadas de tensión, náuseas, edema en los tobillos), todo, me hacía plantearme su había valido la pena.

Se quejan de lo altas que están las expectativas hacia la maternidad, pero en mi caso, las expectativas eran tan horribles, que estaba permanentemente en tensión por ver el momento exacto en que mi vida se iría a la mierda.

Spoiler: eso no pasó.

Desde mi segundo trimestre la mayoría de los síntomas desagradables del embarazo desaparecieron y, aunque el final del todo estaba bastante incómoda, estábamos tan emocionados con la llegada del bebé que no me paraba ni a pensarlo.

Me hablaron de epidurales que dejaron a gente en coma, de desgarros vaginales, de aro de fuego, de matronas desagradables… Pero nadie me dijo que mi parto podría ser un momento hermoso. Muy doloroso, no lo negaré, pero muy bonito. Cuando posaron a mi bebita sobre mi vientre, sentí cómo mi corazón crecía y se multiplicaba en tamaño y capacidad, sentí cómo mi vida acababa de dar un salto mortal y había caído en la posición más perfecta.

Es cierto que el post parto, por muy bueno que sea (y el mío lo fue) es una mierda. Estás fea, cansada, no duermes, hueles raro, tu humor es como una montaña rusa, estás insegura con todo… Pero mi marido estaba ahí, a mi lado, sujetándome la espalda mientras daba de mamar a la niña de madrugada. Mi desayuno siempre estaba listo, la niña dormía una siesta cada día con papá para que yo pudiese dormir, ducharme, tomar café…

Cada día me daba cuenta de que aquella niña, aquel cuerpo diminuto lleno hasta arriba del más perfecto amor, era el producto de mi propio amor por mi marido y el suyo por mi… Y lo vi distinto. Lo vi con los ojos de quien ve por primera vez algo maravilloso. ME enamoré de nuevo de él como si no lo conociese de antes, como si no llevase toda la vida a mi lado.

Mi bebita tiene ahora dos años y os juro que nunca he estado tan enamorada como lo estoy ahora. Mi relación sigue siendo sólida, estable, fuerte, divertida y esperanzadora, como el día que decidimos casarnos, como el día que dijimos que sí…

Supongo que habrá de todo en la vida y entiendo la presión que sufrimos las parejas al traer un nuevo miembro tan demandante, pero no es necesario pintarlo todo tan horrible. Contad que os ha ido mal, pero no preparéis a otras personas para que den por hecho que les saldrá como a ti. Nosotros llevamos ya más de 20 años y la llegada de nuestra hija ha sido el pegamento que nos ha hecho más fuertes juntos.

Escrito por Luna Purple, basado en la historia de una seguidora.
 (La autora puede o no compartir las opiniones y decisiones que toman las protagonistas).

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