La cuarentena me hizo coger miedo a salir


Hola, LoverSizers

 

Ya han pasado más de dos años desde que comenzó la pandemia y al principio de la cuarentena recuerdo que eso de no poder salir de casa me importó más bien poco.
Nunca he sido de salir mucho a la calle, me encanta estar entre las cuatro paredes de mi casa disfrutando de algún plan que sea leer, ver películas o pasarme el día entero jugando a la consola. Tener «prohibido» salir, no era ningún contratiempo para mí.
O eso creía…


Cuando comenzó a abrirse la veda me sentía como un gato callejero huyendo de cualquier atisbo de vida desconocido, caminaba con pasos miedosos, evitando cruzarme con gente y miraba hacia todos lados como una total paranoica. Obviamente, hacerlo sola no entraba en mi cabeza. Siempre salía acompañada y mirando a mi alrededor, asegurándome de no cruzarme con gente que llevara mal la mascarilla.


Tal era mi paranoia, que salir se me hacía un mundo. Tan solo ansiaba volver y sumergirme en la seguridad de mi casa. Ya ni siquiera era por el virus, era mi cabeza quien estaba decidida en aislarse.

El pánico era real para mí. Sabía que no era normal, pero ir a terapia no era algo que me pudiera permitir, así que tuve que lidiar con ello a solas, poco a poco, concienciándome de que no podía pasarme la vida encerrada.


El tiempo pasaba, el virus ya me daba igual, no era él el que me provocaba el miedo, más bien una ansiedad social que ya venía de antes que decidía ir en aumento.
Cabe destacar que desde siempre he tenido ansiedad, pero no fue hasta esta situación que me di cuenta de que iba a peor. Coger el coche me daba miedo, salir a la calle también. Todo esto lo viví sola porque encima soy la típica que no es capaz de airear sus sentimientos a viva voz y trago hasta que eso me sale en forma de brote. Lo hago con escritos, como aquí, es la única forma en que puedo reconocerlo y ya, casi tres años después del inicio de un hito que ha marcado a nuestra generación, puedo decir que ya salgo sola a la calle.


No fue sencillo, ni por asomo. Ir al supermercado a la vuelta de la esquina me ponía de los nervios, pero comencé a hacerlo, sola. Poco a poco. Debía superar un miedo que creció de la nada y que me impedía vivir con normalidad.


Hoy en día me sigue costando, en ocasiones, el solo hecho de vestirme para salir es todo un acontecimiento traumático, pero debo hacerlo, porque ya no estoy sola. Ahora, con un bebé de seis meses, sé que encerrarme no es una solución posible. Lo hago, poco a poco, con menos miedo.
Porque tengo clara una cosa. No pienso dejar que la ansiedad me robe instantes para atesorar en el futuro.

 

Melanie Alexander