Ser madre ya de por si es un camino de obstáculos, pero si además alguno de tus hijos tiene alergias a algún alimento, la gincana se complica por minutos:

Estudias las etiquetas de los alimentos como si fueras Sherlock Holmes.

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Cuando encuentras un producto nuevo que el niño puede tomar, te emocionas más que cuando el hombre pisó la luna.

Cada vez que tu hijo va a un cumpleaños le llevas un tupper por si acaso (bocadillos y hasta el postre).

Cada vez que presentas a tu hijo a gente nueva, les reúnes a todos y les recitas la lista de las cosas a la que es alérgico. Y te aseguras de que les ha quedado claro cual madre loquer.

En el parque te preocupa más que alguien le dé una galleta que se caiga de un columpio.

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Cuando te vas de vacaciones te haces un mapa con los hospitales más cercanos por si por error come algo a lo que tiene alergia.

Cada vez que vas a un restaurante preguntas por los ingredientes de cada plato antes de pedir nada.

Vives con miedo cuando llega la hora de la comida en el comedor escolar.

Respiras aliviada cuando ha pasado la hora de la comida y no te han llamado del colegio. Ha pasado el peligro.

Lo pasas tú peor que le niño en las revisiones con el alergólogo.

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Te aterra darle un nuevo alimento al niño por si le da alergia y tenéis que salir corriendo al hospital.

Los frutos secos son tu peor enemigo.

Temes como un nublado a las abuelas que no entienden de alergias y le dan al niño algo de comer como si nada y te miran con cara de indignada cuando les riñes.

Cuando de repente aparece una nueva reacción y no tienes ni idea de que es lo que ha comido y tratas de descifrar el misterio cual Cuarto Milenio.

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Cuando por fin descubres de dónde viene la alergia.

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El niño se va de excursión y le cuelgas un cartel con las alergias y además le pintas una estrella roja por si acaso.

No sales de casa sin antiestamínicos, corticoides, adrenalina y descongestionantes.

Cuando el niño empieza a encontrarse mal por cualquier cosa entras en pánico y empiezas a preguntar histérica: “¿Qué has comido? ¿Qué has comido?”

Cuando has conseguido aleccionar a media ciudad y todos te preguntan antes de darle nada al niño “¿esto puede comerlo?”.

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Cuando el niño entiende la magnitud de su enfermedad y no se come nada sin que antes le asegures que no tiene alérgenos.

¿Quién da más?