(Relato escrito por una colaboradora basado en una historia real)

 

Soy adoptado, desde que tenía uso de razón mis padres me lo contaron, siempre fui consciente de mi situación y un hijo, nieto y sobrino muy querido y deseado por supuesto. 

Estamos hablando de hace casi cuarenta años, que el tema de la fecundidad no estaba tan avanzado como ahora, mis padres estuvieron intentando tener un bebé muchos años sin lograrlo, la única opción era yo, adoptar.

Nunca tuve trauma ni complejos, en el colegio tampoco lo iba pregonando porque tampoco era necesario si se me veía en la cara. Tenía, bueno, tengo, qué sería de mí sin ella, una tía especial, muy especial, a la que debo mucho, casi todo lo que soy. 

Con 14 años sí empecé a torcer un poco y algo hizo que aquello se desbocara del todo, mi madre con cuarenta y muuuuchos años se quedó embarazada. La sorpresa de la vida, toda la vida intentándolo y cuando ya pensaban que sería imposible, va y se queda embarazada.

Lo gestioné mal, de la peor forma posible, de hecho, me volví un rebelde y un anti todo. Antes de que naciera mi pobre hermana, me escapé de casa, con nueve meses y en invierno mis padres pasaron horas y horas buscándome por calles, parques y donde fuera, preguntando a todos mis amigos, revolucioné el barrio entero, fue la primera de las liadas.

 

Cuando mi hermana ya había nacido ya iba por libre, recuerdo que mis padres estaban en el hospital, yo debía ir de clase directo a casa de mis abuelos y me largué sin avisar a casa de un amigo de los nuevo que estaba haciendo y que mis padres no conocían, no dí señales de vida hasta el día siguiente. No había móviles por entonces, mis padres en vez de estar pendientes de la niña, estaban preocupados llamando a casa de todos mis amigos, mientras mis abuelos iban casa por casa en mi búsqueda.

Pobre hermana mía, qué difíciles fueron sus primeros días. Su llegada a casa fue aún peor, decidí ignorarla por completo, haciendo polvo a mis padres, que los pobres no paraban de asegurarme que todo iba a seguir igual, salvo que había alguien más entre nosotros, pero que yo era su hijo como ella y que no había nunca diferencias. No fui capaz de asumirlo, me lo tomé como si fuera mi enemiga pública número uno y nunca, nunca, la hice nada ni puse su vida en peligro, pero mi relación con ella fue de cero, nula.

Mis santos padres estaban desesperados, sumado a tener un bebé a esa edad a tener otro peor con el que no podían ni razonar. No obedecía, no colaboraba, di todos los problemas que pude y algunos más de los que ni fui consciente, un mal hijo de libro.

Se me parte el alma de recordar a mi madre llorando, pidiéndome perdón por haberse quedado embarazada sin querer, que cruel fui con ella, cuanto me arrepiento.

Mis notas evidentemente, fueron catastróficas ese año. Mi tía salió al rescate, propuso que me fuera a vivir con ella a Ibiza, cursara allí mi año de repetidor y ya íbamos viendo mi comportamiento. La isla fue una liberación, mi tía estaba soltera, tenía sus líos, casi todos en verano, pero yo era su único foco de amor, cariño y atención y con ella me sentía seguro.

Tiempo más tarde me matriculé en una escuela de cocina, aquello fue mi tabla de salvación, algo que me cambió la vida. Me llené la cabeza de otras cosas que no eran odio hacia mi familia, que de nada tenía la culpa. Descubrí que se me daba bien y me gustaba y aquello podía tener futuro, el verano siguiente hice mis prácticas y fue toda una experiencia para mi madurez y para que me centrara.

Seguí estudiando y trabajando, de hecho en nada estaba de chef en un famoso hotel de la isla, con mis padres y mi hermana la cosa mejoraba a la vez que me sentía más seguro de mí mismo.

Ahora tengo mi propio restaurante, me va genial y una hermana a la que adoro y con la que a pesar de llevarme catorce años, y haberme perdido mucho de su vida, comparto todo.

Me sigo odiando un poco a mí mismo por el daño que hice a mi familia, que por supuesto, me perdonaron sin pedirlo y se puede decir que aprendí la lección de que la familia no solo da la sangre. Tengo una maravillosa familia, mi mujer y mis dos hijos son lo mejor que me ha pasado en la vida, esa que casi destrozo por no saber encajar aquel cambio.

Anónimo

 

Envía tus movidas a [email protected]