¡Impostor! ¡Impostor! ¡No cabe la menor duda!

Directamente fui eyectada de la nave, y mi diminuto personajillo de color rosa comenzó a volar libre por el universo mientras todos mis oponentes celebraban el haber terminado con el villano de la partida (o villana, en este caso). Así di por finalizada la que fue mi primera y única experiencia en Among Us, aunque estoy completamente dispuesta a repetir.

Me he convertido sin quererlo en la madre del Among Us. Un poco por mi edad, ya que estoy rozando los 45, y otro poco porque es real que tengo hijos. Dos de ellos, de hecho, juegan con sus amigos al dichoso juego hablándome después como si me estuvieran descubriendo el mundo. Ayyyy… no hay cosa que peor me siente que la condescendencia. Pero lo cierto es que por mucho que me cueste asumirlo, la presión social ha podido conmigo, y he tenido que programar mi tarde de juego un poco a escondidas de la generación adulta que me rodea.

Caí en las redes de este juego llevada por las redes sociales. De repente todo el mundo empezaba a hablar de Among Us, a etiquetarlo todo bajo el hashtag de #amongus, a cachondearse de lo divertido que es engañar a la gente mientras haces tus maldades. Y una que tiene un espíritu friki muy intensito, fue dejándose llevar poco a poco por la curiosidad. Claro que ya se sabe que los espías del ‘internete‘ todo lo interceptan, y tras un par de búsquedas sobre qué narices es eso de Among Us, o cómo jugar a Among Us sin amigos (¡qué vida más triste!), todo en mi navegador comenzó a girar en torno a los señoritos de colores y sin brazos.

Hasta el propio Tik Tok empezó a ofrecerme en recomendados algunos vídeos ultra buenos de gente siendo muy cabrona durante sus juegos. De ahí pasé a seguir un par de perfiles que se dedicaban a subir pequeños cortes, y llegué a tragarme partidas completas en canales de Youtube. Llegado a este punto debo decirlo: No, en ningún momento me consideré fuera de lugar. ¿Qué puede haber de malo en querer divertirse con un juego online? Hay quien se deja cientos de euros en el Bingo de Jorge Javier Vázquez, pues yo solo quería probar cómo iba eso de jugar en línea con más gente e intentar darle al despiste.

El único inconveniente que tenía era el de contar con una buena pandilla para jugar. Sí, Among Us se puede jugar también con desconocidos, pero sin duda tras todo el material que había ido recogiendo en los últimos días, la verdadera gracia del asunto está en echarte unas buenas risas vacilando con gente de confianza. Abandoné durante unos días la idea ya que no veía para nada factible que alguien de mi entorno ni siquiera se acercara a algo así. Y cuando ya empezaba a perder hasta el interés, ¡zas!, llegó mi oportunidad. Fue una tarde, mientras hablaba con una de mis sobrinas. Ella, junto a sus hermanas y algunos amigos, ya llevaban un tiempo enganchadas al juego de marras. Me costó decírselo, por supuesto, y su cara cuando le propuse unirme a alguna de sus partidas fue una rara mezcla entre ilusión, sorpresa y algo de terror.

Qué manía tiene la sociedad de querer siempre imponernos lo que está bien o no para según qué edades. Si tienes 20 años está bien que te eches unas risas en un juego online, pero con 45 lo tuyo es que salgas a caminar o como mucho te hagas un maratón de cine clásico. Por lo tanto, así como quien no quiere la cosa, entre mis tres sobrinas me ayudaron a tenerlo todo listo para la partida de esa misma noche. Auriculares conectados, unos cuantos apuntes sobre cómo suelen jugar sus colegas (por aquello de sentirme yo más en la onda con el resto), y un par de trucos para no dar la nota.

Unas diez veces puso mi marido los ojos en blanco cuando le comenté ansiosa cuál era mi plan para esa noche. Como preguntándome si de repente me creía yo una chavalita de 16 años, le eché una mirada fulminante y le dejé claro que si no quería unirse a mi equipo, pasara un ratito de mí. Se ve que decidió subirse al carro, porque tras un minuto de partida en el que empecé a gritar nerviosa delante de la pantalla él ya estaba sentado tras de mí dándome consejos sobre cómo llevar a cabo mi maléfico plan.

Porque encima tuve suerte, 8 jugadores y yo fui una de las elegidas ‘impostora‘. ¿Mi misión? Cargarme a todo el que pudiera sin ser vista, escabullirme por las trampillas e intentar engañar al resto en cada reunión. Y lo hice realmente bien, visto que tras 4 asesinatos muy bien pertrechados fui capaz de culpar a todo el que hizo falta sin sentar ninguna sospecha sobre mi persona. Creo que en parte la cuestión era que ninguno de aquellos chavales podía creerse que aquí la madre del Among Us pudiera ser tan HDP como para mentir tan bien. Si es que sabe más el diablo por viejo que por diablo.

A punto estuvimos mi marido y yo de llevarnos la partida, pero mi sobrina mayor desconfió de uno de mis movimientos y en seguida allí me dieron boleto. Lloriqueé esperando un poco de compasión pero poco o nada tenía por hacer. Era mi fin, adiós pequeño personajillo rosa, hasta aquí tu momento en esta nave.

Así llegué a ser la madre del Among Us, y así es como noche tras noche, desde entonces, mis sobrinas me escriben pidiéndome que vuelva a unirme a sus partidas. ‘Volveré queridas, dadme tiempo, porque estoy aprendiendo técnicas únicas de los mejores. Os voy a dejar tiritando para la próxima‘. (Risa malvada y frotado de manos)…

Fotografía de portada

 

Anónimo