Hoy vengo a compartir con vosotras ese drama que va implícito en el título de madre que son “LAS SEÑORAS”. Decidme que a vosotras también os pasa, porque a mí, es una de las cosas que más me ponen a prueba y hacen que tenga que reprimir a esa verdulera que todas a veces llevamos dentro. 

Ya en el embarazo, empieza el precalentamiento ¿no? Con los típicos comentarios ya mundialmente conocidos como:

“¿Le vas a dar el pecho? ¿no? Qué mala decisión porque mi prima de la Oslo no le dio el pecho a la niña y ahora la niña quiere ser catadora profesional de hojas caducas de los bosques de Alaska” o “-Tienes los pies muy hinchados, ¿no andas lo suficiente?

-Señora si ando dos kilómetros más me convalidan el camino de Santiago y con este barrigón no es fácil

-Ay hija pues yo con 4 en el mundo y embarazada del quinto subía la compra, me recorría todo el pueblo con los recados y llevaba a los niños a ver a su abuela que vivía a tres kilómetros a las afueras, A DIARIO, desde luego qué juventud”.

Y por supuesto el gran “-Estás muy gorda/delgada para el tiempo en el que estás, a saber cuánto estás comiendo”. Todo esto lo aguantas heroicamente con tu mejor sonrisa forzada y con respuestas tipo “sí, señora” para ver si la buena mujer te deja irte ya de una puñetera vez.

Cuando el bebé nace por fin, llegan señoras como moscas, muchas de ellas (la mayoría) no te han saludado en la vida, pero ahí que van a meter su cara, sus manos y su morro pisado en el carrito. Vuelven los comentarios: “va muy tapado”, “este niño tiene calor”, “no lo dejes dormir en esa postura que es malísimo” “no la vistas más de azul que es una niña preciosa”, “dale/quítale el chupete”, “ay estos carros modernos que incómodos tienen que ser para el bebé hija”.

Aquí la sonrisa forzada aún es más forzada y cada vez pareces más el Joker, además de sentir esa picazón en el puño que el instinto maternal agrandado por el postparto te da para que se lo estampes a la señora en la cara, pero te lo aguantas.

Y a medida que tu hijo/a va creciendo pues las señoras ya se acercan menos ¿no? Ya se dedican a mirarte mal desde lejos, juzgando lo mala madre que eres por no haber hecho vete tú a saber qué siguiendo su sabio criterio ancestral mientras se lo cuchichea a su amiga que se está pimplando una copa de anís mañanero.

Y si vuelves a tener la suerte de coincidir con ellas en algún lugar con poca escapatoria (véase la consulta del médico, la cola del súper o el transporte público) los comentarios hacia ti y tu retoño volverán con ellas: “ay, el pelo tan largo le hace parecer una niña” “¿la niña es de su padre? (risita) no se le parece en nada” “aún no has perdido los kilos que cogiste ¿no?”, “¿no te da pena no darle un hermanito? / ¿Cuántos hermanitos les vas a dar? ¿Un equipo de fútbol?” Y justo en ese momento, aparece Spielberg para darte el Oscar a mejor actriz porque tus caras y diálogos bien lo merecen. 

Un aplauso a todas las mamás ganadoras de Oscars y su reconocimiento a esas señoras que no tienen otra cosa mejor que hacer que hacérnoslos ganar a pulso. Y por favor, ilustradme con vuestras anécdotas personales con estas mujeres tan típicas de la historia maternal española.

 

MilaMilano