Los que seáis padres, madres o tengáis niños a vuestro cargo, ya sabréis lo que supone ir a hacer la compra con los peques de la casa. Esta tarea, a priori cotidiana, se puede convertir en una trepidante, agotadora y, en algunas ocasiones, dramática aventura.

Sirva como ejemplo, mi propia experiencia. Yo tengo dos niñas. Una de 13 meses y la otra con casi 4 añitos e ir a hacer la compra con ellas, me ha supuesto, en más de una ocasión, algún que otro quebradero de cabeza.

Para empezar y como primer problema, la hora de salir. Tú puedes tener más o menos prevista la hora en la que quieres ir a hacer la compra, pero con peques, nunca se sabe.

Hay que vestirlos, vestirte tú, preparar las cosas que necesitan hasta para salir al portal y montarlos en el coche. Por lo que, la hora de salida siempre se retrasa como mínimo 30 minutos.

Luego toca llega al centro comercial o supermercado en cuestión y organizar el tema carro. En mi caso, la bebé aún no camina, así que, o me llevo su carricoche o la monto en el carro de la compra, y suelo elegir la segunda opción.

A mi niña mayor no le gusta la idea de ir montada en el carro, porque dice que ella no es un bebé, por lo que, me toca fiarme de su palabra de que irá todo el tiempo a mi lado, cosa que sé que no será así.

Mientras subimos las escaleras mecánicas, voy pensando cual va a ser el recorrido elegido, para comprar lo que necesito sin pasar por las zonas conflictivas, a saber: zona de juguetería, zona de papelería, el pasillo de las chuches, el de la ropa y el ToysRus. Vamos, que tengo que trazar un mapa, que ni el que hacían los piratas para enterrar los tesoros.

Y, aunque en mi cabeza casa todo perfecto, la realidad es otra, y no hay vez que no acabemos en uno de esos lugares.

Si nos hemos plantado, por algún error de cálculo, en el pasillo de los juguetes, suelo dejar que mi niña mayor los vea un ratito, pero, cuando llega el momento de irnos, suele ser el momento de más tensión. Siempre quiere que le compre algo. Normalmente, le digo que no es su cumple y que para su cumple se lo compraré y se conforma, pero si la pillo torcida, dice que nanai. Se tira al suelo y empieza a gritar como su la estuviera matando y toda la gente de nuestro alrededor se giran a sopar, lo que me molesta aún más que la propia rabieta de la niña.

Cuando por fin se calma, negocio con ella, vamos que le ofrezco el móvil para que me deje terminar de hacer la compra. Esto es algo, que antes de ser madre, negaba rotundamente que lo haría. Y, mira, ahora lo hago, me funciona y tan feliz.

Ahora bien, esto supone que se quiere sentar en el carro para jugar más tranquila, así que me toca hacerle hueco entre las cosas que ya había metido.

Me toca correr para terminar de hacer la compra con mis dos peques en el carro y el carro lleno de cosas, con lo que pesa, porque sé que tengo una media hora de margen hasta que se harte del móvil y quiera alguna cosa nueva.

Corre que te corre, termino de coger lo que necesito y voy a la caja. Me doy cuenta de que, con todo el jaleo, no he traído mis bolsas reutilizables, así que me toca comprar más bolsas o llevarlo todo suelto. Obviamente, elijo la primera opción, así que, con todas las bolsas que tengo en casa, podría montar mi propia tienda de bolsas.

Luego al coche, monto a las peques, juego al tetrix para subir las cosas y para casa.

Y todo esto y solo con dos, para mí es un jaleo. No me puedo ni imaginar cómo lo haréis las que tengáis más, lo que sí sé, es que os merecéis un monumento en todas las plazas de vuestros pueblos.