Hay cosas que una ha tomado como verdades absolutas a lo largo de su vida, hasta el punto de convertirlas en valores personales.
Hace unos años, los cuernos eran algo horroroso que destrozaba la autoestima de una persona a la que se supone que quieres.
Ahora se ha normalizado que la gente abra sus relaciones solo porque uno de los dos quiere follar con otros, o se justifican infidelidades porque “bueno, la vida es una”, “estaba borracho”, “fue algo físico, sin sentimientos”, “me iba mal en la relación”, “él también me los ponía”, “solo fue una vez”, “es que mi compañero y yo teníamos una conexión brutal” y no sé cuántas cosas más he oído.
Hace unos años, el amor era lo que más importaba en una relación de pareja. Tenía que haber también confianza, respeto, aficiones comunes, metas conjuntas y complicidad, entre otras cosas. Pero, sobre todo, mucho amor.
Ahora hemos visto que eso del enamoramiento tiene un tiempo limitado, según la bioquímica. Un año, como mucho. Después, el amor se pone a fuego lento y lo que queda es un amor compañero.
Incluso hemos ido más allá y hemos pasado a la practicidad absoluta: la chispa tampoco es ya requisito indispensable para empezar. Las perspectivas vitales, el nivel de aseo personal, la nómina, sus bienes y patrimonio… Eso es lo que importa. ¿Chispa para qué? Si de todas formas el amor dura un año, más vale elegir algo que nos convenga a algo que nos lata fuerte en el pecho, ¿no? Eso pensarán algunos/as.
En este testimonio me quejaba de cómo una de mis amigas ha utilizado al que hoy es su marido para tener la vida que quiere. No es que no lo ame, es que, en ocasiones, ni siquiera lo ha tratado bien. En algún que otro comentario me vinieron a decir (palabras más, palabras menos) que me había creído mucho la versión Disney del amor romántico y que cada cual elige pareja por lo que cree oportuno.
¿Perdón?
¿Entonces la pareja ahora es una sociedad corporativa en el que dos personas se juntan por lo que pueden obtener del otro?
Dado que la vida son ciclos, si la situación de esa persona cambia y ya no puede aportar eso que aportaba en un principio, ¿la mandáis a pastar, sin más?
Si esa persona quiere tener sexo, ¿cómo tenéis estómago para compartir intimidad continuamente con alguien que no os despierta deseo?
Está más que desmontado el mito de que el amor lo soporta todo, hasta las actitudes tóxicas, pero de ahí a elegir pareja por los beneficios que te puede aportar en la vida, aunque no te remueva lo más mínimo, hay un trecho, ¡digo yo! Más aún si la otra persona sí que está por ti y merece el mismo trato cariñoso que proporciona.
Adiós a los flechazos, las locuras (sanas) del amor y trabajar la relación para que sea duradera y sirva como soporte emocional. Eso para los libros románticos y para las series tipo Bridgerton. Hola a echarme novio para poder pagar el alquiler, que está por las nubes, para tener con quien irme de viaje o para procrear cuando quiera ser madre.
Con lo perra que se pone la vida a veces, veo muy difícil que esta nueva versión de las relaciones por conveniencia se sobrepongan a situaciones complicadas, si en la base no hay un amor profundo y sano. Luego las frustraciones y la sensación de fracaso. O el sudapollismo extremo y “next”, que no voy a andar llorando por nadie.
Hasta aquí nos ha llevado el individualismo extremo. Pero será que yo vivo en Disney.