La próxima vez que estés a punto de decir que estás “depre”…

 

Seguro que has dicho alguna vez eso de “Estoy depre”, o, al menos, se lo has escuchado decir a alguien.

Te despiertas, son las diez de la mañana y el cielo está gris, y… “Qué depre.”

Abres la nevera, se te terminó la leche así que tienes que enfundarte un abrigo e ir al supermercado… y joder, “Qué depre.”

No aprobaste el teórico del carnet de conducir así que te toca repetirlo: “Qué depre.”

Te pusiste tu vestido favorito, te maquilaste, te miraste al espejo y pensaste en lo buenísima que estás. Y, sin embargo, ese compañero de trabajo que te pone a cien y con el que fantaseas since 2020, no te hizo ni puñetero caso. Así que ahora terminas el día en pijama, a oscuras y viendo una serie sobre un asesino en serie mientras te comes un bote de helado tú sola, porque “Qué depre.”

Y así vamos por la vida soltando con demasiada ligereza eso de la “depre”. Como si una depresión no fuese todo lo chunga, grave, seria y dolorosa que es.

depre

La tristeza, no es depresión.

La desgana, no es depresión.

La fatiga, no es depresión.

Ni siquiera el desamor lo es.

Aun cuando la depresión puede englobar todas esas sensaciones o estados, además de muchos otros como la culpa, la insatisfacción constante o la irritabilidad, es bastante más compleja.

La depresión es una enfermedad que puede volverse crónica sobre todo si no se le pone atención. Y que afecta a alrededor del 3,8% de la población mundial. Y aunque visto así en porcentaje podría parecer poco, no lo es tanto si pensamos en que dicho porcentaje nos habla de personas, esto es, unas 280 millones de personas. Asimismo, se estima que el 5% de los adultos sufre depresión, y aunque esta cifra aumenta en la vejez hasta rozar el 6%. Es de hecho la segunda causa de muerte en jóvenes. Puesto que las personas que padecen depresión tienen 21 veces más posibilidades de suicidarse que el resto. Es decir, la cosa es grave, gravísima. Y si bien el tabú hacia las enfermedades mentales puede hacer mucho daño puesto que alguien con miedo a ser discriminado por sufrir depresión, probablemente no buscará ayuda.

El hablar de estas cosas así tan “alegremente”, puede parecer casi una burla y conllevar a que se le reste aun más importancia de la que ya de por sí se le resta.

Y no, la solución no está en restarle importancia a la depresión ni a ningún problema de salud mental, sino en entenderlos, en hablar de ellos desde el respeto y en proporcionar entre todos herramientas para superarlos, o para aprender a vivir con ellos, según sea el caso.

Después de toda esa chapa que he soltado acerca de los porcentajes y demás (los cuales no me he sacado de la manga, debo decir, sino que son de hecho cifras expuestas por la OMS). Me gustaría mencionar que yo en lo personal considero que estos son incluso más altos. Puesto que los actuales únicamente hablan de quienes han podido ser diagnosticados. No tomando en cuenta a todas aquellas y aquellos que no se han atrevido a buscar ayuda. Que no han podido por no tener esa ayuda a su alcance, o que ni siquiera saben que padecen depresión. Así que imaginaos.

depresión

Yo misma he convivido durante muchísimos años con alguien con depresión. Y creedme que es algo que afecta profundamente y que desgasta no sólo a quien la padece, sino también a quienes le rodean y le quieren.

Así que vamos a tomárnoslo en serio y la próxima vez que estemos tristes o decepcionadas porque las cosas no han salido como esperábamos, pongámoslo en perspectiva. Alguien triste probablemente se despertará mañana viéndolo todo de otro color, más claro. Y podrá seguir avanzando porque la tristeza es solamente un estado, por intensa que pueda llegar a ser a veces. Mientras que alguien deprimido seguramente no tendrá ni siquiera ganas de despertarse. Porque la depresión, como ya hemos dicho, lejos de ser simplemente un estado de ánimo es lo que es, una enfermedad, algo que le ocurre al cerebro y que no se cura sin más.

 

Lady Sparrow