La secta de la lactancia materna 

 

¿Dar el pecho a tu bebé te hace mejor que dar biberón? ¿Eres peor madre por no querer dar de mamar a tu hijo? La respuesta es un no rotundo. Ser madre lactante es una opción, se puede ser buena madre y dar biberón. El problema viene cuando a una mujer no se le dan opciones, se le obliga a dar el pecho, como si fuera un deber moral. 

Muchos profesionales de la salud son prolactancia materna y desde el embarazo te hablan de los beneficios de la leche materna para el bebé. Te meten en la cabeza que la única opción válida es dar el pecho, y cuando esto se convierte en obligación, la mamá no disfrutará de la experiencia y puedes hasta rechazar a su bebé. 

Yo los llamo la secta de la lactancia materna, porque son un grupo de poder que te presiona para que tú hagas lo que ellos consideran lo mejor para tu bebé. Y si no lo haces, muchas veces te hacen sentir culpable, egoísta y mala madre, y todo esto en un momento tan delicado de tu vida como es el postparto. 

Hoy quiero contaros mi experiencia. Cuando me quedé embarazada de mi primer hijo, siempre lo había tenido claro, quería darle el pecho. Durante las clases de preparación al parto, las matronas te hablan de lo maravillosa que es la leche materna, los enormes beneficios que tiene para la salud del bebé, te dan a entender que si tu hijo toma pecho jamás de pondrá enfermo. 

Cuando me puse de parto, todo se complicó y tuvo que ser cesárea, y como muchos sabéis, la cesárea no favorece la subida de la leche. Yo puse a mi hijo en el pecho desde que me lo pusieron en mis brazos, y además mi hijo nació con hambre, se enganchaba, más o menos bien, y mamaba. Pero no sacaba nada porque la leche aún no me había subido. Según las enfermeras me decía que mi bebé se estaba alimentando con el calostro y que eso era más que suficiente. Se pasaba horas enganchado, y en cuanto lo separabas se ponía a llorar como un loco. Horas el niño puesto en el pecho, cómo podéis suponer, me provocó heridas en los pezones. Para mí las primera horas de vida de mi hijo estaban siendo un infierno. 

Se me ocurrió pedir un biberón a una enfermera, porque no podía tenerlo en el pecho ni un minuto más. Me miró con cara de horror, como si le hubiera pedido un revolver cargado. Al rato vino y no me trajo el biberón, ni mucho menos, me trajo un bonito papel que me hizo leer y firmar explicando las atrocidades que podía provocar en mi hijo la leche de fórmula. Parecía que le iba a dar veneno a mi bebé. Me preguntó si estaba segura de que quería darle leche artificial al pequeño, le dije que sí y vino con una jeringuilla con leche de fórmula. ¡Una jeringuilla! Un biberón no, que los carga Satán. Luego se acostumbran a la tetina del biberón y rechazan el pecho, y yo lo que tenía que hacer es seguir con el pecho, era mi deber como madre. 

Me hicieron sentir fatal. En lugar de ayudarme, me sentí juzgada y humillada. Solo tenía ganas de llorar. 

Me dieron el alta y yo continué poniendo a mi hijo al pecho. A las 48 horas de salir del hospital te mandan al ambulatorio para una revisión del recién nacido. Yo llegué a la consulta del pediatra descompuesta, llorando como una magdalena. Mi hijo no hacía caca, mi hijo lloraba desconsolado y yo tenía los pezones en carne viva y no sabía ni que hacer. Menos mal que ese día me encontré con una buena profesional que me explicó, primero que mi hijo estaba irascible probablemente porque estaba pasando hambre, mi leche no le estaba alimentando. Me aconsejó que fuera a la farmacia más cercana y le comprara un bote de leche y un biberón. Y segundo, me dijo que la lactancia tenía que ser algo agradable para mí, que si dar el pecho me estaba suponiendo un problema, que no era menos madre por darle un biberón. 

No os podéis imaginar lo aliviada que salí del ambulatorio. Hice lo que me dijo la pediatra, fui a la farmacia a por un bote de leche de fórmula. Fue empezara con los biberones y mi hijo era otro niño: no lloraba, dormía bien y hacía caca con normalidad. Efectivamente tenía razón la doctora, el niño lo que tenía era hambre. No quise saber nada de dar el pecho nunca más. 

Es una pena que algo tan maravilloso como es dar de mamar a tu hijo, se convierta en una pesadilla por culpa de la presión de algunos profesionales. Te hacen sentir mal en un momento vulnerable, tu vida ha cambiado para siempre y tus hormonas están revolucionadas. Deberían ser más comprensivos con las decisiones de cada una. 

Y no sólo muchos profesionales de la sanidad pertenecen a la secta de la lactancia materna, también está tu vecina la del quinto y tu tía la del pueblo, que te ven darle biberón a tu bebé de pocos meses y te dicen que es mejor la teta, sin conocer tu historia personal y sin haberles pedido su opinión. La gente se mete en todo, siempre saben más que tú de lo que le conviene a tu hijo, pero ese tema da para otro artículo. 

Recordad: Sois buenas madres tanto si dais el pecho como si le dais un biberón a vuestros bebés.

Raquel Acosta