Los caminos de la curiosidad son inescrutables, pero ni la curiosidad ni ningún otro motivo justifican ser invasiva con alguien si no eres su médica o su psicóloga. En esto del embarazo y la maternidad, parece que todo el mundo quiere saber, y no con un deseo genuino de obtener información útil para su vida, sino por morbo y juicio.

Para que sepáis de lo que hablo, os dejo una demostración de las preguntas más morbosas que hemos padecido mis amigas y yo.

1. “¿Y tú para cuándo?”

Sabíais que esta iba a caer desde el momento en que habéis hecho clic en el enlace del post, lo sé. Esta siempre me la hacen a mí. No hay manera de que yo pase tiempo con algún familiar o amiguito pequeño y sus padres en cualquier sitio sin que se acerque algún/a random a preguntarme “¿Y tú para cuándo?”, o versiones similares tipo “¿Tú no te animas?”.

A estas alturas, he dejado de preguntarme si la gente sabe lo invasiva que resulta esta pregunta, incluso lo hiriente que llega a ser para alguien que esté teniendo problemas para concebir. Claro que saben que es invasiva, pero la hacen igual. Lo que me pregunto ahora es por qué. ¿Qué tipo de curiosidad puede generarle mi deseo de procrear o no a nadie? ¿De verdad hay por ahí vidas tan vacías?

2. “¿Ha sido natural o provocado?”

Una conocida más o menos cercana, mamá primeriza reciente, escribió a una de mis amigas para preguntarle cómo le iba el embarazo. Fue una pregunta de buena fe que hizo, sin saberlo, en el peor momento posible, porque mi amiga acababa de abortar. Así que le contestó que lo había perdido, sin más.

La otra pudo haberse disculpado, enviado ánimos y quedar como una reina. O pudo recurrir a la muy cuestionable y manida sugerencia típica: “Bueno, pues ya mismo te pones a ello otra vez, ya verás que te quedas pronto y todo va bien”. Optó por lo peor: “¿Ha sido natural o provocado?”.

Quizás el deseo de saber si el aborto había sido espontáneo o provocado, porque el desarrollo no iba bien, se puede entender desde la empatía de una madre primeriza que ya es feliz con su bebé. Pero nada justifica una pregunta tan lamentable, hecha en frío por WhatsApp a alguien con quien ni siquiera tienes tanta confianza. Mi amiga la dejó en visto, obvio.

3. “¿Cuántas veces a la semana lo haces?”

Un día me quejé con una amiga de una tipa que me había hecho la primera pregunta de este post (“¿Y tú para cuándo?”), y ella me contó una historia que me pareció el colmo. A ella también se la habían hecho hacía poco, en concreto, una antigua compañera de trabajo. Mi amiga le contestó con un escueto y enigmático “Bueno, cuando se pueda”, por lo que la otra entendió que estaba buscando embarazo y, entusiasmada, le confesó que ella también.

Lo peor es que la cosa no quedó ahí, sino que aquella le soltó toda la ristra de alimentos, suplementos y hábitos que había adquirido para alcanzar una concepción exitosa lo antes posible. Después de saturar a mi amiga con ideas, le preguntó: “¿Tú cuántas veces a la semana lo haces?”.

A lo mejor Broncano ha hecho mucho daño con eso de preguntar por los polvos, pajas y sesiones de petting del mes. Es una pregunta que se suele dejar caer con frecuencia en reuniones de amigos, en plan coña. Pero, en otro contexto, es invasiva y de mal gusto.

4. “¿Y tu marido qué opina de eso?”

La madre de una niña del colegio, compañera del hijo de una amiga, se sorprendió al saber que el niño llevaba antes el apellido de su madre. Ella sabía que mi amiga no es madre soltera, así que no podía tratarse de eso. Se lo soltó así, sin más: “Uy, qué curioso me ha parecido que el niño lleve tu apellido antes”.

Mi amiga se limitó a asentir y sonreír sin hacer contacto visual apenas, porque se veía venir la siguiente. Pero el aire indiferente no disuadió a la otra, que, sin apenas conocerla, quiso saber qué pensaba el padre de aquello. Mi amiga, seria y cortante, contestó: “Pues ¿qué va a pensar? Pues que está bien y punto”.

5. “¿Tú no le das pecho?”

Esta pregunta se la hizo a alguien de mi círculo una madre del parque. La conocía de eso, del parque. Y, por mucho que allí se hable de crianza y maternidad, porque es lo único que sabéis que os une, está fuera de lugar. Mi amiga estaba sentada dando el «bibi» a su bebé y mirando a su crío mayor jugar cerca. La madre de otro niño se le sentó al lado, primero para felicitar y alabar a la criatura, y luego a conocer detalles innecesarios sobre su alimentación cuando la vio sacar un biberón y no una teta.

No hace falta que diga el juicio implícito que lleva esta pregunta, ¿verdad? Lo peor es lo que sigue a cualquier respuesta que des: una clase magistral sobre la lactancia materna, cómo hacerla y sus beneficios, así como experiencias propias que pueden ir desde el gore de los pezones ensangrentados a lo ñoño de lo especial que es. Mi amiga la dejó planchada cuando dijo: “Mientras no le esté dando cianuro, tú no tienes de qué preocuparte”.

6. “¿Pero cuántos kilos has puesto?” [A una embarazada]

Lo peor de esta pregunta es que fue entre dos amigas y, a veces, la confianza da asco. La receptora se lo tomó bien y se limitó a decir “Pues unos cuantos”, riendo. A mí me hubiera gustado que contestara algo tipo “Todos los kilos que he puesto han salido de tu sesera, que claramente anda baja de forma”, a ver si así entendía que las alusiones al físico están de más en cualquier contexto, si no son requeridas.

Mira, Carmen, si quieres historias jugosas que satisfagan tu curiosidad, cómprate una novela de drama romántico o entra en el foro de Weloversize, que está plagado de historias de gente que escribe como quiere y en anónimo. Pero deja de husmear de manera tan invasiva en vidas ajenas, que se te está quedando cara de perro pachón.