A mí las comedias románticas me han generado mucho conflicto interno desde que tengo uso de razón. 

De pequeña me parecían un rollo porque tenía 0 unidades de interés en los besuqueos y en ver a gente adulta perder el control de su vida por un amor no correspondido. Yo perdía el control de mi vida si se me perdía un vestido de la Barbie, pero que Miguelito de 4º A no respondiera a mi carta de San Valentín me sudaba las bragas de Hello Kitty. Mis prioridades estaban claras: las amigas antes que los tíos.

Cuando empecé a interesarme por los chicos, las películas de amoríos seguían sin interesarme demasiado. Es decir, me molaba como a cualquier hija de vecina, que hubiera comedias románticas con una historia de amor como trama secundaria, vamos, lo habitual en una saga adolescente (yo también fui Potterhead). Lo que me resultaba infumable era predisponer mi tiempo en cargarme 90 minutazos de pasiones, celos, chantajes emocionales, sexo poco realista…

Disfrutaba más elucubrando mis propios shippeos con mis amigas sobre los protas de Los Serrano, la verdad.

Unos añitos después, la cosa se empezó a complicar. ¿Por qué? Pues porque yo ya empezaba a tener relaciones serias y vivía un fenómeno paranormal que no sé cómo catalogar, pero que consistía en que a tu novio le volvías loco y le gustaban las mujeres, pero LAS COSAS DE MUJERES eran de segunda categoría, una bazofia, una cosa más mala que un corte de digestión en mitad de un tsunami.

O sea, las mujeres molamos, pero “las cosas de mujeres” no. Y eso con 17 años te crea cierta confusión, sobre todo, si nadie en tu puñetera vida te ha hablado de roles de género ni de estereotipos. Nadie te ha contado nada, pero tú tienes claras varias cosas sobre ver comedias románticas:

  • Que no quieres que piensen que por ser chica solo te gustan las “cosas de chicas”, porque eso sería quedar reducida a una tonta superficial que solo viste de rosa y usa bolígrafos con pompones para tomar apuntes.
  • Que para destacar sobre el resto te tienen que gustar (a la fuerza) algunas “cosas de chicos” y volverte hipermegafan de, no sé, Star Wars mismamente, que hay que un rubio que te pone bastante.

Pero, sobre todo, tenía claro que muchas de las tramas de esas comedias románticas no me interesaban realmente porque no podía identificarme con la protagonista. Hablamos de los 2000, una época en la que el canon de belleza solía estar por debajo del infrapeso, con muy poca diversidad en términos generales, cuya trama principal solía girar en torno unos clichés muy manidos:

  • Chico malote/desastre y chica mojigata/empollona se llevan como el perro y el gato, pero al final ella lo saca del lado oscuro y triunfa el amor.

  • Tragedias: alguien muere, se enferma, viaja en el tiempo, pierde la memoria…

  • A la chica le hacen un cambio de look porque, aparentemente era un craco, pero con potencial, y nada más ponerle unas lentillas y alisarle el pelo dices “Oh, pero si no parece la misma” y, de repente, todo el mundo la quiere y la desea.romanticas

Yo me negaba a identificarme con nada de eso y, al mismo tiempo, sentía curiosidad y quería ver esas películas porque, aunque no estuviera del todo de acuerdo con los argumentos y los guiones de las comedias románticas, eran las únicas en las que había MUJERES PROTAGONISTAS. En el resto del cine o éramos secundarias o la pareja de. Creo que ese era el verdadero quid de la cuestión: no me molestaban las comedias románticas en sí, sino que fuera prácticamente la única referencia femenina que tuviera en el cine.

Por eso, cuando estaba en un círculo mayoritariamente masculino me esforzaba por dejar muy claro que las típicas pasteladas románticas no me gustaban, que era mucho mejor ver… no sé, ¿Memento? ¿El Club de la Lucha?

En resumen, que los estereotipos no me molan, pero es difícil escapar de ellos (lo hemos mamado desde la cuna).

Y no, las comedias románticas que perpetúan la idea de que la mujer va detrás de un tío y que si no lo consigue perderá el control de su vida nunca me han representado, pero que nadie me diga que Chicas Malas, Este cuerpo no es el mío o Una conejita en el campus no son buenas películas porque entonces sí que perderé el control de mi vida y me pondré igual de furiosa que cuando se me perdía un vestido de la Barbie.

chicas malas

Ele Mandarina