Hace algunos días navegaba por la red intentando localizar un nuevo juguetito para mi colección del reino del placer cuando di con la premisa del momento.

Las malas lenguas hablan, las buenas te dejan temblando‘.

El problema de base en todo esto es que en este mundo parece que lo de las malas lenguas está de moda, mientras que lo de utilizar a la húmeda para mejores (y más placenteros) fines, se queda en un segundo plano.

Que sí, que lo de afilar la sin-hueso para darle al cotilleo más viperino puede ser divertido en ocasiones. Pero estoy yo más que segura de que todos aquellos que practican el arte del buen lamer tienden a ser mejores personas. Son sin duda imprescindibles en esta sociedad. Regalan buen rollo, sonrisas y, lo que es más importante, orgasmos.

Menos palabrería y más practica oral, ¡esto es lo que necesitamos hoy en día! Ni cereales de fibra, ni cagar más a menudo (que no te digo yo que plantar un buen pino no sea la ostia, pero no entraremos en eso). Que ahora está de moda que nos pregunten si ‘hemos hecho arroz‘ si tenemos el día simpaticote, cuando lo más probable es que nos hayan comido el coño en condiciones.

A una mujer madura y con las cosas claras no se la gana con palabras bonitas ni cuentos de hadas y princesas. Aquí hacen falta hechos, acción-reacción, que nos dejen petrificadas después de entregarse en cuerpo y alma por la causa. No hay mejor declaración de amor que un buen cunnilingus, ahí, con todo su interés y to’ su arte.

No una comidita light de pasar la lenguecilla por el clítoris y si te he visto no me acuerdo, no, las buenas lenguas están ahí un rato largo. Absorbiendo, lamiendo, besando e incluso si me apuras, soplando. Se quedan hasta el final, hasta que son conscientes de que te estás yendo al paraíso. Se quedan para disfrutar viendo como te corres gracias a su trabajo. Se enorgullecen, se vienen arriba y se coronan como Gran Lengua del Momento.

Mientras tanto, las malas seguirán a lo suyo. Trabajando en terreno árido, generando citas eternas y completamente asexuales. Y es que aunque dicen que eso de ser mala está de moda, yo me quedo con la parte más angelical de las lenguas. Porque donde esté una buena sin-hueso, que se quite todo lo demás.

Anónimo

Fotografía de portada