En mi casa nunca hemos sido de decir “Te quiero”. He crecido toda la vida en un entorno en el que se trataba de demostrar el cariño y el amor pero nunca verbalizarlo abiertamente. Eso es algo que al final te cala, porque sin querer acabas creyendo que un “te quiero” no tiene valor o que es algo que da vergüenza decir. Con los años eso me llevó a tener conflictos incluso con mis parejas, porque no sabía reaccionar ante un te quiero y mucho menos pronunciarlo, por lo que tuve que aprender de dónde me venía eso y decidir si quería cambiarlo. 

Hace poco pensé en empezar a decirle a mi familia ese “te quiero” que nunca habíamos dicho abiertamente, por lo que me lo propuse como un reto. Durante un mes estuve diciéndoselo a mi madre todos los días y quiero contaros cómo fue. 

Al principio a mí me daba mucha vergüenza decírselo, me sentía súper rara al pronunciarlo. Sé que suena fuerte pero de verdad, estoy cero acostumbrada. La primera vez mi madre puso una cara rara, como haciendo una mueca incluso, y después se puso súper roja. Eso todavía me ponía más presión pero me había comprometido con el reto así que venga, pa’lante.

No penséis que mi madre respondía al te quiero. Como os digo, los primeros días no entendía de qué iba esto, se quedaba ruborizada, con cara de no saber qué hacer y cómo mucho me contestaba: “ay, qué cosas tienes, claro que me quieres, si soy tu madre”. Evidentemente no le dije nada porque entiendo, cómo ya os he dicho, que esto ha sido algo educacional durante toda mi vida, por lo que mi madre no está nada acostumbrada a hablar en esos términos. A lo largo de los días, empezaba a sonreír cuando se lo decía, como si en parte estuviera esperando el momento. 

Poco a poco la notaba más cómoda y conseguí sacarle un “y yo”, ¡algo es algo! Pero pasaron muchos más días hasta que me dijo por primera vez en muchos años “te quiero” mirándome de la forma más tierna del mundo. Supongo que para las dos era algo nuevo, distinto, emocionante y a la vez difícil por todos los prejuicios con los que sin querer habíamos crecido. Para mí fue un momento muy bonito que me sirvió para unirme todavía más a ella.

Creo que esos 30 días nos sirvieron a las dos. A mí para romper tabúes con algo que llevaba mucho tiempo queriendo y supongo que a ella para sentirse más libre de aprender a verbalizar tanto amor que ha tenido siempre para todos. 

Este mini reto auto impuesto me sirvió también para darme cuenta de la importancia de los valores con los que nos educan. No podemos pensar que la labor de nuestros padres y nuestro entorno no ha tenido un impacto en nosotros porque evidentemente es todo lo contrario. Aunque me hubiera encantado crecer en un entorno que ya me enseñara todas estas cosas desde el inicio, agradezco haber tenido la oportunidad de aprenderlas aunque fuera de adulta y poderlas compartir con las personas que más quiero. 

Es bonito y necesario demostrar el amor pero recordad que también es precioso decirlo a bocajarro.

 

Redacción WLS