Desde pequeña había tenido clarísimo que si alguien alguna vez se fijaba en mí y quería compartir su vida conmigo iba a ser porque se iba a enamorar de mi interior. ¿Quién me iba a querer solamente para follar con este cuerpo tan horroroso que Dios me había dado y que yo me había encargado de destrozar a base de atracones?

Pasaron los años, conocí a chicos y empecé a follar.

Pero había algo que no entendía. ¿Cómo van a querer follar solamente conmigo? ¿Cómo les voy a poner por fuera pero no por dentro? Si follan conmigo será porque les caigo bien, no por mi físico.

Y de repente le vi.

Era alto, corpulento, con barbita, de esos que me gustan a mi.

Y le faltaba un brazo.

No me interesaba conocerle, no quería saber a qué se dedicaba o qué aspiraciones tenía en su vida. Simplemente tenía claro que me lo quería tirar. Que me ponía muchísimo. Cómo se movía, cómo sonreía, su cuerpo. Todo él. Sin brazo. Luego ya me plantearía si me gustaba también por dentro. De momento era su físico lo que me tenía atrapada, quería me empotrase mucho y muy fuerte.

¿Será puro morbo por lo desconocido? Me pregunté. ¿Pensarán eso de mi cuerpo todos los gordófobos con los que me había cruzado? ¿Les ponía el mero hecho de follarse a una gorda?

No tenía ni idea de lo que era, simplemente sabía que cada vez que me cruzaba con él no podía dejar de mirarle, me ponía nerviosa, repasaba mentalmente las pintas que llevaba yo ese día, me atusaba el pelo. Me ponía muchísimo.

Casualidades de la vida, me lo encontré en una App de ligar. Era mi oportunidad.

Y me llegó el match. Me había dado like. Me cagaba viva. Sentía que me había descubierto. Me sentía como una niña de 15 años que tonteaba con el chico de su clase.

Empezamos a hablar. Y acabamos follando. Mucho y muy bien.

Hasta aquí podréis pensar que soy una frívola, alguien al que le pone lo raro. Hasta yo he llegado a pensarlo de mí misma. Pero nada más lejos de la realidad.

Esta experiencia me ha enseñado que independientemente de nuestros defectos (si es que pueden llamarse así) estamos hechos de movimientos, de sonrisas, de olores, de formas de hablar y de expresarse; de voces, de pensamientos, de gustos musicales, de lágrimas. Que es tan lícito que te ponga un culo como que te ponga cualquiera de estos aspectos. Que nadie folla por pena y que por la pena entra la peste. Que me gustaba él, me ponía él. Con muñón o sin él. Que yo también pongo; con kilos, estrías y celulitis.

¿Y qué pasa con el muñón? pensaréis algunos. Nada, no pasa nada. Absolutamente nada. Me da exactamente igual. Me hubiese puesto igual con brazo o sin él. Y os puedo prometer que en todo el rato que pasé con él ni me acordé. Ni me fijé.

Así que, si a mi me ha pasado, ¿Por qué no os va a pasar a los demás?

¿Por que nos empeñamos en pensar que solo se van a fijar en aquello que nosotros vemos como defectos? ¿Por qué estamos seguras de que mientras follamos con alguien se va a fijar más en nuestras estrías que en los gemidos de placer que nos provocan? ¿Quién ha decidido que pesa más un culo que mil sonrisas? ¿Por qué no asumimos que hay tantos gustos como personas en el mundo?

Ojalá todo el mundo se quite la venda. Su propia venda, que es la más jodida. A veces, somos nosotros mismos nuestros peores enemigos.

Disfruten del sexo, de la vida. Olviden los prejuicios.

Lola Lolita Lola