(Relato escrito por una colaboradora basado en una historia real)
Me apunté al gimnasio después de tener al bebé, para recuperar la figura y sentirme mujer y no solo madre. Me regalaron un bono con una entrenadora personal, que maravilla de comienzo. Las instalaciones eran de las divinas de barrio pijo, que era donde yo trabajaba mi media jornada y tenía a los padres de mi marido para quedarse con la niña mientras yo movía el culo y sudaba.
Todo fue muy de cliché, yo con mi ropa recién comprada, ella perfecta, fibrosa, musculada, guapa y simpática. Me costó más de lo pensado, o ella fue muy dura, ya no te puedo decir, pero sudé y sudé y luché contra mi pereza y mi rigidez corporal. Aparte de sufrir con ella, me metía en clases y bajaba a nadar, no acabé vigorexia de milagro.
Lo mismo estaba intentando impresionarla y aún no me había dado cuenta. Hice un par de amigas, sufridoras como yo y nos lo pasábamos bien.
Mi bono de regalo acabó y si, me dio pena porque me había acostumbrado a esos ratitos de complicidad y superación y ella era encantadora, que coño. Siguió pululando cerca mío y dándome consejos pendiente de mi, ahí algo ya apareció.
Un día me propuso salir a correr juntas por la playa, no pude decir que no, a pesar de saber que iba a hacer el ridículo, mi forma física no era la de ella ni de lejos. Pero se amoldó a mis zancadas y llegamos a una bonita terraza antes de que yo me desmayara extasiada. Me invitó a un zumo y empezamos a hablar de la vida y de nuestras cosas como dos amigas.
Lo siguiente fue quedar para ir al cine, mi marido me animaba a que hiciera cosas de chicas y se quedaba con el bebé sin problemas. Nos tomamos dos copas de vino y nos reímos mucho, hubo acercamiento físico esa noche ya.
Me invitó a un circuito de spa y un masaje, el masaje me lo acabó dando ella, y si, me gustó que me tocara, ahí fue nuestro primer beso, casi casto y ahí me di cuenta de que a ella le gustaban las mujeres y comencé a pensar que quizá le gustara yo.
Tras muchos coqueteos vía whatsapp, quedamos en su casa para cenar. Había preparado toda una velada romántica, no faltaba ni un detalle, me conquistó a simple vista. Ella se arregló mucho, sexy pero elegante y yo que nunca me había sentido atraída por ninguna mujer, me induje a dejarme llevar y dejar que fuera ella la que marcara los ritmos, como en nuestros entrenos.
Acabamos enlazadas en su cama, yo como una inexperta absoluta dejé que me enseñara y mostrara como se amaban dos mujeres, y la experiencia fue muy complaciente y reveladora. Volví a casa hecha un lío, nunca había engañado a mi marido y a pesar de haberme sentido atraída por otros hombres, nunca había llegado a nada más allá de mirar.
Seguimos con nuestra historia a escondidas, quién iba a dudar de nuestra amistad y nuestra relación, el gimnasio era la excusa perfecta. Pero yo me sentía mal, fuera con quien fuera, estaba siendo infiel y tenía sentimientos fuertes hacia otra persona, mi hijo y mi marido quedaban en una extraña posición en este cuadro que se estaba formando en mi cabeza. Se lo conté a mis amigas del gimnasio, las cuales algo ya habían intuido porque no eran tontas y ella no las trataba igual.
Tuvimos citas y sexo muchas más veces, ella no me pedía más. Una noche en la que tuvimos sexo mi marido y yo se lo conté, sin pensar. Se enfadó mucho, pero yo más, su reacción fue preguntar por qué no se lo había dicho antes y la habíamos invitado a nuestra cama a hacer un trío. Me llegó a preguntar si había vídeos o fotos.
Yo no sentía nuestra relación como algo sucio e inmoral, sino como algo repleto de sentimientos y cosas bonitas y él lo había transformado en su cabeza en una peli porno.
Enloquecí y discutimos mucho, no era capaz de contestarme cual hubiera sido su reacción si le hubiera sido infiel con un hombre en vez de con una mujer, él solo pensaba en follarnos a las dos.
Me separé, en parte por ella, en parte porque descubrí esa parte de troglodita de él que no me gustaba y no iba a poder soportar. Me estaba perdonando una infidelidad a cambio de un trío, mi marido no había entendido nada, ni yo de nuestra relación, lo mejor era acabar y ver que pasaba.
Seguimos juntas, mi hijo crecerá en un ambiente abierto y conciliador y espero que en algún momento, esta sociedad cambie y se deje de pensar como lo hace mi ex marido.
Anónimo
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