Le pago la hipoteca a mi ex que vive con su nueva novia

 

Soy yo otra vez. Una de las tantas mujeres que nos divorciamos en pandemia y que actualmente sufre las consecuencias de una custodia (mal) compartida. Aunque no fue lo único mal gestionado de la separación. De los creadores de “Mi ex no celebró el cumpleaños de nuestro hijo por irse con la novia”, esta Navidad llega a la pantalla de mi casa “Le pago la hipoteca a mi ex que vive con su nueva novia”. Y es que ni siquiera es la misma chica de la otra ocasión. Os sitúo:

Me casé en separación de bienes. Me fui a vivir al piso de él, heredado de su abuela, pero tuvimos que rehipotecarlo porque necesitaba una reforma importante y urgente. Él tiene negocios, un autónomo con muchos chanchullos, así que decidimos poner la hipoteca a mi nombre para agilizar el papeleo. Mal. FATAL. Lo sé, no hace falta que me juzguéis vosotras. Soy una asalariada de trabajo estable e indefinido; además, creí que aquel señor sería el amor de mi vida y su casa se convertiría en mi hogar. Y realmente lo fue durante un tiempo. Cuando nos separamos, él se arregló uno de sus locales y se marchó de una casa que era suya, pero que pagaba yo. Consideramos importante que el niño no sufriese más cambios y mantuvimos la “casa familiar”. Aunque fuese de mi ex, la pagaba yo…, por lo que lo tomé como un “alquiler”.

Pero quiso volver a su casa…

Mi ex se aburrió de vivir en un zulo sin ventanas y me pidió volver a su piso. Lo entendí, por supuesto, y no le puse ningún impedimento. Solo le pedí unas semanas de margen para poder buscarme algo por la zona para no generar un desbarajuste en la vida cotidiana del niño, con colegio y extraescolares en el entorno.

Me mudo y, al mes, me entra el recibo de la hipoteca del piso de mi ex. No lo devuelvo, sino que me pongo en contacto con él y le pido la mensualidad y una posible solución. Todo son largas. Ni me pasa la mensualidad ni me busca una solución. Lo consulto con el banco y me informan de que no puedo hacer nada, ya que firmé un contrato y sus consecuencias.

Me entra otra mensualidad y el alquiler + la hipoteca de mi ex me ahogan. No puedo con todo y debo tirar de mis limitados ahorros. Lo vuelvo a llamar, no me lo coge, y me presento en su negocio. Me cuenta milongas, que aún le deben un trabajo y no puede pagarme; y, sobre el cambio de la hipoteca, se encoge de hombros.

… y yo dejo de pagar

El día que mi hijo me anuncia que papá está viviendo con su novia “en casa”, el banco me cobra la tercera mensualidad y decido devolver el recibo. Al poco tiempo, el banco me llama para reclamarme el pago. A pesar de que explico mi situación, al banco le da igual. Lo comprendo, de verdad que lo comprendo. Yo firmé ese papel, la culpa fue mía, pero es que o devuelvo el recibo o no puedo comer. Pagar dos casas con mi sueldo es incompatible con la vida.

Tras varias mensualidad acumuladas, me incluyen en la lista de ASNEF; oficialmente, soy una morosa. Me llaman a todas horas para recordármelo. El otro día, se me rompió la lavadora y no pude financiar una nueva. Voy lavando a mano lo imprescindible y el resto se lo acerco a mi madre.

Mi ex sigue sin pasarme un duro y mi deuda se sigue acumulando, como la ropa sin lavar.

 

Relato escrito por una colaboradora basado en la historia real.