Existen situaciones en la vida en las que dices “tierra trágame”. Otras en las que te ríes y te descojonas durante horas, y otras en las que desearías directamente no existir. Pero entre todas ellas, la anécdota que os voy a contar no podría encasillarse en ninguna, o quizá en todas. Y es que le quité el taxi a una señora porque llegaba tarde a una entrevista y ella era la que me la hacía.

Sí.. como os imaginareis. Parece la típica comedia romántica en la que la protagonista se pone borde con un chico guapo y cuando llega a la entrevista, resulta que éste es el que la iba a contratar. Lo normal es que la cogiese pese a sus aptitudes, terminaran enamorados y bla bla bla… Pero no es mi caso.

Todo empezó cuando me llamaron para hacer una entrevista en menos de 2 horas. Yo vivo en un pueblo a las afueras de la ciudad. No suelo tardar apenas 10 minutos en coche en llegar pero ese día no lo tenía, estaba lloviendo y si querían que estuviera allí en menos de dos horas, lo llevaban claro.

Así que decidí coger el metro, que me dejaría en la estación principal de la ciudad y de ahí coger un taxi. Mi idea era ya ir perfecta de casa, maquillada, peinada y con los tacones puestos. Total, ya que no iba a tener que andar por lo menos llegar impoluta. Pero no caí en la dichosa lluvia. Os digo una cosa: ese día no iba a llover, pero el universo quiso que así fuera y EL DILUVIO DE NOÉ CAYÓ SOBRE MI CABEZA….

Total, que ya en la estación y cabreada, asqueada y jodida por la inundación que estaban teniendo mis zapatos ahogados y mi puñetero pelo que por mucho paraguas que hubiera, se estaba mojando, ví un taxi. Suele haber muchos allí pero está claro que todo el mundo lo cogió ese día por la lluvia y solo quedaba ese. Así que fui corriendo todo lo que mis tacones me permitieron y de lejos, veía como una señora también estaba corriendo. Ahora entenderéis el título de «le quité el taxi a una señora porque llegaba tarde a una entrevista».

No sabía si iba hacia el taxi o no, pero no iba a arriesgarme a perderlo. Al final llegamos las dos casi a la vez y nos chocamos, ella abrió la puerta y me monté yo en su lugar. Fue algo que no esperaba hacer nunca, ¿robarle el taxi a otra persona??? Pero os aseguro que estaba teniendo un mal día y me jodió ver que me lo podían quitar. Así que cuando abrió la puerta me monté yo y la cerré. “Lo siento”, le dije desde el interior. La mujer se quedó con una cara de estupefacción (como la de Chris Pine ante el escupitajo de Harry Styles), que se quedó paralizada.

Cuando llegué al sitio, la que me hacía la entrevista todavía no había llegado. “Que bien, por lo menos no soy yo la que llega tarde”, pensé. Media hora después, entró por la puerta la mujer a la que le había quitado el taxi. Despeinada, empapada y con el maquillaje corrido. No sabéis lo que me vino por encima en ese momento cuando escuché decirle la secretaria a esa señora “ahí está esperándote la chica de la entrevista”. Se me revolvió el estómago desde mi asiento e hice como si no me hubiera enterado de esa conversación.

Diez minutos después me hizo pasar y yo lo único que podía hacer era rezar una y otra vez. Al parecer ¡¡no sabía quién era!!! No se fijaría en mí al correr hacia el taxi o yo qué sé… pero quería que me tragara la tierra… Al final no pude aceptar el trabajo porque me salió otro mejor pero nunca lo he pasado tan mal en mi vida. ¡Para una vez que soy egoísta! ¿Qué coño quieres que haga Universo?