Solo la terapia y el tiempo han conseguido que yo pueda estar aquí a día de hoy contando esta historia. Porque os aseguro que me ha costado sangre, sudor y lágrimas poder superar el que probablemente fue uno de los peores episodios de mi vida.

El que supuestamente debía ser el día más feliz de mi vida se convirtió en una pesadilla. Y lo fue porque allí, copa de vino en mano, vestida con mi precioso y carísimo vestido de novia, pillé a mi prima y a mi ya marido teniendo relaciones en el baño del pazo.

¿Cómo no fueron capaces de aguantarse? Aún no me lo explico. Imagino que fue el morbo de la situación o las ganas locas que se tenían. Quizás la barra libre, o la libertad de perderse entre los 200 invitados. No lo sé.

Pero la realidad es que después de varias cervezas yo me hacía pis y pedí a una amiga que me acompañase al baño. Íbamos las dos felices, agarradas de la mano entre risas, comentando lo rico que estaba todo y el maravilloso día que estábamos viviendo. En vez de ir al baño grande de invitados, nos fuimos a uno que nos habían dicho estaba reservado para los novios y la familia, un poco más alejado del gentío.

Si mi amiga no hubiera estado conmigo en ese momento de verdad no sé que habría pasado. Puede que nadie me hubiera creído. La puerta del retrete estaba entreabierta. Se oían jadeos y susurros. Y a nosotras nos entró la risa nerviosa porque nuestro primer pensamiento fue que habíamos pillado a dos invitados con las manos en la masa.

Entonces escuché la voz de mi ya marido:

  • Dios, qué ganas te tenía.

Y sí, esa fue la frase literal, porque no se me va a olvidar en la vida.

Mi amiga pegó una patada a la puerta. Entonces un grito y mi prima subiéndose las bragas. Perdonad que sea tan gráfica, pero necesito que entendáis lo que mis ojos vieron.

Del shock solo recuerdo a partir de ese momento que me puse a llorar, mi copa de vino se cayó al suelo y él intentó agarrarme por los brazos gritando que: ¡de verdad que no es lo que parece!

Mi amiga me lo sacó de encima, creo que incluso le pegó, ella dice que tampoco lo recuerda. Mi prima salió corriendo sin decir ni una sola palabra. Salió del baño, de la boda, y de mi vida en un mismo instante.

Yo no atendía a razones, estaba totalmente en shock. Mi marido intentó pedirle a mi amiga que por favor no dijésemos nada, que cómo íbamos a hacerle eso a nuestras familias, que siguiéramos con la fiesta y ya lo hablaríamos en la intimidad. Pero yo no estaba en condiciones de fingir, de hacer como que no había pasado nada.

Mi amiga (de verdad, GRACIAS) se encargó de todo. Me metió en una habitación mientras disolvía la boda con la excusa de que la novia estaba vomitando y no se encontraba bien. Y solo dejó pasar a mis padres y a mi hermana. El resto de recuerdos los tengo muy difusos. Sé que me dieron una pastilla para tranquilizarme y que al mirarme al espejo vi mi cara negra de maquillaje.

Él intentó convencer a mi familia y a todo el mundo de que yo estaba loca, que había visto mal, que solo estaba ayudando a mi prima con el vestido, que jamás me haría algo así. Por eso agradezco la presencia de mi amiga, porque no sé qué hubiera sido de mi sin ella.

De esto han pasado ya años. Pedí el divorcio en cuanto volví a mi ser, y que yo sepa mi prima y mi ex marido nunca volvieron a verse.

A veces pienso que jodieron dos vidas por un calentón, pero luego llego a la conclusión de que si fue capaz de hacerme eso el día de la boda, a saber lo que ya habría hecho antes o estaría a punto de hacerme después.

Una vez más gracias a mi amiga. A ti, Laura. Que estuviste a mi lado en ese momento, que fuiste mi fuerza cuando no la tenía y que has seguido a mi lado todos estos años. Demostrándome que hay personas que no son familia pero como si lo fueran. Te quiero, hermana.

 

 

Anónimo

 

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