Hola, queridos amigos de la cultura,

A vosotros, que estáis tan pendientes de que ésta no se pierda en este nuevo contexto millenial en el que todo ser humano es mierda si no se ha leído a “los grandes” o ha visto “las maravillas del cine”, tengo algo que deciros: que os den.

Estoy harta de tener que defender delante de gente imbécil mis gustos, mis preferencias y mis aficiones. Que no, que no sois expertos, no sois los dueños de la cultura, el arte y la ciencia. Me dan igual los estudios que tengáis, no sois quién para decir lo que es válido y lo que no.

Entiendo que tengáis vuestras opiniones, porque ojo, yo SÍ que sé respetar, pero si hay algo que me enamora del arte, es que es libre, es enorme, es más grande que la vida, y vosotros no sois quién para decir qué es bueno, y que no. Es cuestión de respeto, es cuestión de aceptar a los demás.

El otro día, en mi clase de Escritura creativa, la profesora se metió con un alumno cuyo género favorito era la ciencia ficción porque, según ella, eso no era literatura. La cara que puso ese chaval me recordó a un capítulo de los Simpsons porque sí, se podía ver perfectamente el momento en el que se le rompió el corazón.

Nadie, oídme bien, NADIE debería hacer sentir a los demás mal por tener gustos diferentes. A mí me gusta ver películas de Disney (de las malas, las de ahora) y comedias románticas superficiales que no hablan de la inmensidad del universo y la sociedad consumista en la que vivimos. Y no debería sentirme culpable por hacerlo, porque por muy predecibles que sean, a mí me gustan.

Y sacabao.

Así que, señores, por favor, parad ya, que la gente es diferente, y no todos tenemos esta necesidad tan vuestra de ser profundos todo el rato. A veces, solo queremos desconectar y que el arte nos transporte a un mundo sin complicaciones, no tirarnos dos horas viendo una película iraní con subtítulos que te tiene pensando todo el rato y te peta la mente.