Hoy vengo con un tema que considero bastante candente porque creo que se pega de leches de manera directa con el imaginario nacional (o, al menos, el masculino): tener muchas tetas siempre es bueno. Cuantas más mejor, ¡venga! ¿Quién no querría tener las tetas más grandes?, pensará la mayoría. Incluso cuando se escuchan esas historias de algún conocido que se hizo una reducción de pecho, alguien con problemas de espalda, o incluso tu propia hermana, que se pasó la tierna adolescencia encogida porque le daba vergüenza tener esos dos bultos gigantes destacando, cosa que sus veinte años después se ha traducido en una bonita chepa por haber acostumbrado al cuerpo a deslucir su forma.

¡No! Por tener muchas tetas no se te abren las puertas del cielo, escuchas un clamor celestial cuando caminas por la calle y hasta te regalan copas en los bares! (bueno, esto último puede pasar, pero no estoy para nada de acuerdo. Las copas, ¡por simpática!). Lo que quiero decir es que las que tenemos mucho pecho (voy a tratar de utilizar el término “teta” lo menos posible para no abusar del concepto) no siempre estamos cómodas con ello. Comprendo que se sufre lo mismo en el extremo opuesto, si no, no creo que hubiese tanta operación e implante. Entiendo perfectamente que alguien más bien tirando a plano se sienta acomplejado y tire de recursos para que eso, más allá del sujetador, no se note. Sin ir más lejos, mi querida compañera de piso de la que os vengo hablando siempre, sufría de esa “carencia” y siempre se enfrentaba a un dilema a la hora de enfundarse el wonderbra antes de acudir a una cita/salir a un bar/hoy me siento con suerte… Ella creía que estaba claro que si se lo ponía, iba a aparentar tener mucho más de lo que había y eso la iba a ayudar de camino a la conquista… Pero por otra parte, el mayor número de posibilidades que le daba el sujetador con relleno para llegar al momento íntimo también eran proporcionales a la decepción del afortunado en cuestión, que cuando viese que aquello era todo peluche y poca carne, iba a sentirse estafado. Quitando el hecho de que yo siempre le respondía que uno, cuando se encuentra delante de una mujer sin sujetador, no va a sacar la cinta métrica ni el ticket de reclamación, la cuestión es que te pongas el sujetador que te pongas, has de ir cómoda y para estar tú contenta con lo que ves.

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La historia, para las mujeres de grandes prominencias, va más bien encaminada por el lado de si realmente tienen la suerte de encontrar algo, lo que sea, que les quepa ahí arriba. Sus usos y particularidades… ya son otra cosa. Y las que me entendéis, estoy segura de que os habéis enfrentado al mismo infierno que yo centenares de veces. Antes de que a H&M o Primark (nombro marcas, no la calidad de sus productos, ejem…) sacara colecciones de la copa C, D, E (doble E, F y continúo), para comprarte sujetadores tenías que irte o bien a la mercería de barrio de toda la vida, con la dependienta también de toda la vida, que te ha visto y las ha visto crecer a ellas, esperando el momento idóneo para colar su “a esta niña ya le va haciendo falta un buen sujetador”, o bien te subías a la sección lencería de El Corte Inglés (que rezumaba, en su momento, la misma ranciedad que la mercería…).

Allí, queridas amigas, no había (ni hay) cosas baratas. Antaño, conseguir un sujetador de una 36-D (olvidémonos que en verdad usas la DD, porque eso ya es ciencia ficción de la época que hablo) en la que más o menos ajustar tus personalidades iba a salir por un ojito de la cara. Ergo,  te podías hacer con UN sujetador, no más, y más valía que te durara. El dilema en el momento ya no era escoger cuál de la selección te gustaba más, no… ¡ojalá! El conflicto residía más bien en cuál, de los que te gustaban, había en tu talla. Y la cosa iba más o menos así:

—El de encaje rojo es precioso…

—Uy, sí. Pero para tu talla olvídate, sólo nos llega a copa B.

—Me gusta también este negro…

—El balconé viene muy de moda. Pero para un pecho como el tuyo, imposible… Yo recomendaría más este —y te saca el sujetador de cinco ganchetes que tu abuela se compró en 1955.

—Uff… —tu cara es un poema—. Es que buscaba algo más para mi edad, a poder ser sin sentir que el aro sube por el canalillo y me acuchilla la garganta…

—Podría encontrarte alguno básico negro, pero solo el copa C. Yo creo que si te doy una 110 de esa copa te valdrá…

Y ahí te ibas al probador. Con algo que no era tu talla, que no te quedaba bien, que al final te empastelaban en color carne y por lo que te gastas en comida en un mes (con la braga a conjunto, no nos olvidemos de esa braga a conjuntito que siempre te colaban y que nunca te ponías!). Claro que luego la gente escucha que tienes una 100/105/110, y como todos crecimos escuchando que Sabrina, la de Boys Boys Boys, tenía una 120, pues ya todos los hombres se han pensado desde entonces que la cifra hace al pecho, y no la copa (chicos, algún día me sentaré a explicaros esto).

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Todavía tengo escalofríos cuando recuerdo el momento en el que me hice con mi primera camiseta de espalda al aire y fui, cómo no, a la mercería de debajo de mi casa, a ver qué podían darme para que yo pudiera vestirme aquello. Su carcajada salida del infierno, digna de cualquier madrastra malvada de Disney, y su consecuente “¡Pero a dónde vas  pretendiendo ponerte semejante cosa con los pechos que tú tienes!” me hizo salir de allí traumada para un par de años y con la idea de que jamás podría ponerme otra cosa que no fueran los sujetadores de mi abuela.

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Sé que estoy hablando en pasado como si fuera la época postfranquista, cuando muchas estaréis pensando “¡Pero si eso pasa ahora mismo!”. Lo sé. Pero ahora yo soy consciente de que no me tengo que deprimir porque todas mis amigas tienen extensísimas y preciosas colecciones de sujetadores por 10€ de Oysho o Women’ Secret (¿me jode? Un rato… pero no me deprime). Si bien es cierto que a día de hoy la oferta es mucho más amplia en otro tipo de tiendas —como las que he nombrado antes— y que no hace falta que me deje el sueldo si quiero un sujetador un poquito más especial, lo cierto es que aún hay mucho terreno por ganar. Si tan ansiado es tener las tetas grandes, tan bueno y tan preciado es, tantas personas que lo quieren y tantas otras que lo admiran, entonces deberíamos poder encontrar algo que las cubra como dios manda de la misma manera que se encuentra todo lo demás (me dejo para la semana que viene esta batalla, que aún estamos librando las mujeres de grandes pechos, en tema de ropa…).

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