Es un hecho que vivo en una especie de burbuja mágica en la que casi todo es amor por la diversidad, por la tolerancia, por el vive y deja vivir y por toda la vaina del body positive y la lucha anti gordofobia. Vivo muy cómodamente dentro de esta zona de confort que me ha costado tanto esfuerzo construir (gracias un proceso de auto-aceptación en el que he invertido muchísimas energías). Cada vez me cuesta más asomarme al abismo de la realidad, pero casi siempre llega a mí de la forma más insospechada. Algunas veces es a través de las redes sociales, otras de los medios de comunicación tradicionales (y mira que tengo los más rancios vetados) y no fallan los comentarios desafortunados del entorno social. Esta vez fue a través de un blog de un periódico al que llegué de rebote. ¿Que qué hacía yo leyendo La Verdad (de Murcia) siendo gallega? Pues procrastinar y ya está. El artículo en cuestión está escrito por una mujer que se considera feminista y que vive como persona con un cuerpo normativo (y blanca y cis, claro).

( Podéis leerlo completo aquí)

Los tres primeros párrafos están bastante bien, Andrea Tovar me está cayendo chachi. Dice lo mismo de siempre sobre lo bonito que es que la gente se acepte blablabla y yo me alegro porque, como digo siempre, parece que el mensaje va calando. Pero -¡AY, AMIGAS!- el zasca llega con una frase lapidaria.

Ok. Hasta aquí todo perfecto.

A partir de este momento el artículo da un giro de 180º y se convierte en una de las cosas más gordofóbicas de la historia. No hay nada peor que el lobo en piel de cordero y yo estoy hasta el mondogo de este rollo tan pasivo agresivo. El supuesto buenrollismo del discurso de la salud no vale. O entiendes de qué va la movida o no. O se está o no se está. Punto.

«Si cada vez hay más niños pequeños con barrigas descomunales varados en la orilla de la playa (…). Nadie tiene derecho a  insultarte, aunque tengas cinco ojos en la cara. Pero tampoco nadie tiene derecho a abanderar la imagen que recoge un estilo de vida claramente poco saludable y convertido en una mentira, en un eslogan, en una posibilidad que incite a los niños a abrazar su panza sideral y congratularse por ella».

CLA-RA-MEN-TE PO-CO SA-LU-DA-BLE. TRÁTRÁ. O sea, esta señora es una de esas personas que han sido iluminadas con la capacidad de decidir cuáles son los hábitos de la gente con tan solo observar una fotografía. Maravilloso, oiga. Creo que a mí me pasa lo mismo pero con el gilipollismo, leo dos palabras y se me enciende un aviso luminoso en el cerebro: barrigas descomunales, panza sideral… es que me entran ganas de vomitar. El uso del lenguaje nunca es inocente y la amiga Andrea demuestra que tiene un claro problema con las corporalidades que se salen de la normatividad. Básicamente viene a decirnos que las personas gordas no podemos abrazar el concepto de body positive que ella pretende hacerse a medida porque fomentamos la obesidad solo por existir.

Pero ojito que continúa diciendo cosas preciosas…

«Eso no es quererse a uno mismo. Eso no es mimar el cuerpo ni procurarle lo mejor al instrumento con el que nos movemos por el escenario del mundo. Eso no es estar listo para vivir al máximo, en la mejor disposición, lo que venga».

«Creo que hay una voz muy potente dentro de nosotros mismos que nos revela si estamos o no cómodos dentro de nuestra piel».

Bien de criminalización y patologización de las corporalidades gordas… y de fondo un mensaje clarísimo: «No os quejéis tanto que si estáis así es porque no os cuidáis y no tenéis fuerza de voluntad. No os queráis porque no os lo merecéis. Os estáis engañando a vosotras mismas (y lo digo en femenino porque de señores no dice ni mú)». Ahá okey yeah señora, hila usted muy fino cayendo en todos los topicazos gordófobos de los trolls de internet, gracias por preocuparse tanto por nuestro estilo de vida.

Lo más curioso es que este artículo tan tóxico tiene como centro a @apuestaprincesa (¡holi, cuqui!) y pone una fotografía suya en la que sale fumando para acompañar al texto. Eso sí, el tabaquismo se la pela, lo que le preocupa es que la muchacha, pese a afirmar que hace ejercicio y come bien, está demasiado gorda para abanderar el body positive según sus parámetros. No olvidemos que es ella la que decide cuál es el límite de kilos y de diámetro de barriga para poder pertenecer a un movimiento que parece conocer bastante poco. Todos los demás factores que influyen en la construcción de las corporalidades SE LA SUDAN. Y que una persona delgada pueda tener malos hábitos de vida también porque, amigas, eso no se ve y lo que no se ve no importa una mierda.

No olvidemos que esta gordófoba de manual tiene el súperpoder de realizar diagnósticos solo viendo una fotografía y que, según ella, promovemos hábitos poco saludables, nos engañamos a nosotras mismas y nos apropiamos de una lucha que no nos pertenece. Básicamente le molesta que seamos capaces de sentirnos bien y empoderadas. Dice que no nos merecemos insultos pero ojito con reivindicar nuestros cuerpos y todo el espacio que ocupan… no vaya a ser que los niños (¿ES QUE NADIE PIENSA EN LOS NIÑOS?) tomen ejemplo y quieran seguir nuestros pasos.

De verdad, EL ASCO ES REAL. No tiene ningún sentido pretender crear un discurso body positive a la medida de cada uno… o incluimos todo tipo de corporalidades o nos quedamos fuera y sin molestar, gracias.