Estoy muy orgullosa del gobierno de Escocia y de todos los gobiernos que empiecen a llevar a cabo (o por lo menos proponer) iniciativas como esta para acabar con la pobreza menstrual. En otros países los productos de higiene femenina más básicos (tampones y compresas principalmente), esos que son de consumo casi obligatorio e ineludible durante los años fértiles de las mujeres que menstrúan, tienen unos impuestos tan altos que inflan aún más un producto ya de por si caro. Esto hace que muchas personas no puedan acceder a estos artículos con facilidad. Pero en Escocia no. En Escocia han decidido que estudiantes y mujeres sin recursos no tengan que pagar por estos productos de primera necesidad. Bien por Escocia, joder.

Esta cuestión saltó a la palestra en Reino Unido gracias a una película de Ken Loach (director de cine que recomiendo mucho) y, teniendo en cuenta los tabúes que hay en torno a la regla, es una acción muy importante para situar ese debate en la agenda pública y en las reivindicaciones sociales. El periódico británico The Guardian llegó a publicar un estudio que decía que por lo menos 1 de cada 10 niñas/adolescentes dejan de ir a clase durante los días que tienen el periodo por la vergüenza de poder manchar su ropa en público ya que sus familias no pueden pagar estos productos de higiene íntima. Ese estudio también dice que muchas chicas usan materiales poco recomendables para estos fines (calcetines, papel de periódico…).  Esto es un problema grave del que se habla(ba) muy poco y, si esto ocurre en Europa, imaginaos cómo está el tema para las mujeres de los países pobres.

No hay nada más democrático que la regla. La tenemos/sufrimos casi todas las mujeres del planeta (y digo «casi» porque soy consciente de que existen mujeres que por diversos motivos no menstrúan), nos atraviesa a todas y -¡ojo!- somos más de la mitad de la población. Pero da igual todo, si no te puedes permitir comprar un paquete de compresas te jodes. Porque, ese paquete de compresas que necesitas tiene un IVA del 10% (en España), el mismo que la mayoría de los productos de lujo sin los que podríamos vivir perfectamente, mientras el resto de los productos de primera necesidad tributan solo un 4%. Porque, además, la tasa rosa sube los precios de los artículos para mujeres porque los tintes rosas omnipresentes y la purpurina deben de ser carísimos. Pero no estamos hablando de caviar, estamos hablando de un asunto de salud pública y es una vergüenza que esto se deje al libre mercado mientras los políticos se lavan las manos.

Por eso me parece tan importante que se tomen estas decisiones gubernamentales, porque una necesidad biológica tan básica no puede ser objeto de desigualdad. Ojalá más gobiernos sigan este ejemplo (o por lo menos el del gobierno autonómico de Canarias que suprimió la carga impositiva de este tipo de artículos), empiecen a tener en cuenta estas cuestiones de la salud femenina y se consiga acabar con la pobreza menstrual.