«Venganza en Tierra Firme», de Leticia Tello, y el derecho a molar de las mujeres pirata.

 

A las mujeres se nos ha retratado en la historia cultural del mundo arruinándolo todo, pero no nos han dejado hacerlo de forma molona. Ahí estaba la madre de Norman Bates comiéndole la cabeza al chiquillo, pero el que tenía el cuchillo a la hora de la diversión en la ducha era él. O la lujuria desenfrenada de Josefina, que luego resulta que no eran tanta, y que por lo visto cabreaba a Napoleón y fíjate la que preparó ese buen hombre. «Ese buen hombre». Es que encima de que se divierten, parece que no tuvieron más remedio, oye, que pasaban por allí y solo les quedó esa salida. Pensemos en la historia de Davy Jones, que es un tipo que se ve que no es trigo limpio desde el primer fotograma de Piratas del Caribe, que se le cruza un cable y te destripa. Un mal tipo, y además poco limpio, que se huele ese barco desde la butaca. Pues el pobre es que había tenido un desamor. Encima es uno de los personajes más carismáticos, y sobre todo por ese trasfondo que tiene de malote al que han roto el corazón. Un buenazo, pero, en fin, soldadito marinero, conociste a una sirena… y hay que ver qué puntería, majo, no te arrimas a una buena.

Señores de lo audiovisual, que digo yo que, si vamos a ser las malas tantas veces, que nos dejen ustedes un barco, una espada, un trauma gordo provocado además por alguno de ustedes, que también los provocan. ¿O se creen que alguna no llevamos el corazón en una caja y si nos tocan los ovarios se viene tormenta? Déjennos divertirnos también, oigan. Déjennos sembrar el caos.

Afirma Leticia Tello, escritora bilbaína autora de Venganza en Tierra Firme, que eran bastante más frecuentes de lo que nos han contado los casos de mujeres bravas que harían retroceder en un combate a muerte al más barbado de los piratas. Señoras como Isabel de Barreto, adelantada, gobernadora y almirante, o Antónia Rodrigues, mosquetera y capitana. También Ana María de Soto, que llegó a granadera, cargo muy prestigioso de la marina, María de Estrada, soldado que combatió junto a Hernán Cortés, o la almeriense Malika Fadel ben Salvador, mujer pirata del siglo XIV. ¿Habías oído hablar de ellas? Pero es que, si extendemos el mapa, tenemos casos de mujeres piratas más célebres como Mary Read o Anne Bonny; esta última, por cierto, fue responsable de la entrada en la piratería de la primera, y además fue pareja del tipo que diseñó la bandera que aparece en la peli de Piratas del Caribe, pero ¿habías oído sus nombres alguna vez? Zheng Shi, Juana de Belleville, Alwilda, Grace O’Malley, Agnes Annie Drake, Anne Dieu-le-veut, Ingela Gathenhielm… Seguramente estás leyendo estos nombres por primera vez, porque, por lo que sea, la mujer villana es una tipa retorcida que te pone buena cara pero luego te critica. De la mujer protagonista mejor ni hablamos. Las tías vivimos ignorando que podemos molar también escupiendo desde lejos y ensartando a dos paisanos que nos han hecho trampas a las cartas.

Venganza en Tierra Firme es una historia de piratas diferente, por eso me ha gustado, por ese punto de rebeldía hacia un género que, como todos los demás, en realidad, nos niega un espacio que nos merecemos: el de molar incluso cuando somos las malas. Porque Úrsula, de La sirenita, es una villana de diez, pero ¿os imagináis que fuera un tío? ¿Creéis que andaría por ahí robando voces a adolescentes? Yo creo que más bien se las arrancaría o algo, o tendría un barco en el que ponerlas a remar para él. Ese encasillamiento de la mujer cuando ha de ser protagonista, para el lado bueno o para el malo, es algo contra lo que también lucha Leticia Tello en su libro, retratando con normalidad algunos personajes que sin duda van a chocar porque cumplen un papel que no estamos acostumbradas a encontrar, que no es otro que el, simplemente, molar.

Eva Fraile, psicóloga, agente literario, asesora editorial, creadora de proyectos creativos para escritores y editora de La Reina Lectora.