Se acerca el verano y la temporada de exámenes para muchos. Que te apetece estudiar lo mismo que ser devorada por un tigre de Bengala, pero es lo que toca. Yo lo recuerdo en parte con nostalgia por la época que representa y a la vez con tanta apatía por las neuronas muertas, que ahora me dan para aprender la tabla del dos y creo que no me daría la olla.

Y en cuanto al estudio hay personas aplicadas que se marcan una rutina y lo llevan todo al día y luego hay personas como yo que se han pasado el curso viendo Netflix y se encuentran con que tienen un examen en dos días y están sentados delante de 200 folios, comiendo un dónut y llamando al teléfono de la esperanza. Gente rebelde que en el colegio ya no copiaban los enunciados de los problemas, ¿a quién vamos a engañar? Nos han educado con el «todo es ponerse» y claro, luego te meten una follada que ni que estuvieras en un gang bang.

Una vez asimilado que no puedes pasarte más tiempo viendo RuPaul llega el momento de hincar codos. Hay a quien le funciona muy bien en casa, pero yo era carne de biblioteca porque me lío más que la abeja Maya.

Nada más llegar, tardas tus 5 minutos en colocar los apuntes, el estuche, los colorines, los libros, el agua, el té, el reloj, el móvil, todo con una precisión como si fueras una mantera de bolsos de imitación en la feria. Luego te pasas otras tantas horas subrayando para marcar los conceptos más importantes (aquí hay gente lerda como yo que lo subraya todo porque no hace diferencias entre lo importante y lo que no, pero le gusta todo bien de color). Y toca un café después de colorear para coger fuerzas antes de chapar.

Tras media hora sigues todavía en la primera hoja pensando por qué no te habrás hecho Amish y vivir en el monte sin evolución ni carreras universitarias. He visto zumos más concentrados que yo delante de los apuntes.

¿Y no os pasa que cuando estáis estudiando siempre pensáis que es el momento perfecto para pintaros las uñas? Que lo mismo un día normal estás muerta del asco, pero cuando estudias desarrollas una capacidad imaginativa que ni Picasso. Te pasas horas pensando en el vestido que vas a llevar en la boda de tu prima, te vuelves una voyeur cotilleando lo que estudia el de al lado, miras a la gente pasear desde tu ventana indiscreta, o te quedas embobada mirando a los tíos, imaginándote el fornicio en todas las posturas del Kamasutra mientras muerdes un lápiz. Tienes fiebre del sábado noche.

Hasta que llegas el día del examen con cara de no haber dormido, sin peinar y oliendo a Biblia de tanto folio que has pasado entre las manos. ¿Y lo útil que es el repaso del examen a primera hora de la mañana antes de entrar para verificar que vas a cargar? Aquí hay gente que llega sin nada como quien se va de viaje sin maleta, el que sigue ojeando los apuntes, el que está haciendo meditación y no quiere hablar con nadie. Y entre ellos están los viejales. Esa gente con la piel más curtida que el anciano de «Érase una vez la vida» que pude que esté ya casada, con hijos y un plan de pensiones pero le queda ESA PUTA ASIGNATURA.

Una vez estás sentada y con el examen delante tuya lo primero que piensas es «Deben de haberse equivocado. Yo esta asignatura no la he dado». Y miras a tu alrededor para ver si la gente lo está haciendo o es que te has equivocado de aula. Sí, amiga, es la sala correcta y es tu examen pero le falta la opción «what a fuck» entre las respuestas del tipo test. Miras al frente con cara de profundidad y debatimiento sobre la levedad del ser pero en realidad estás buscando formas de copiar sin parecer que estás atracando un banco.

Al final te lo tomas friamente «yo aquí he venido a jugar, lo importante es participar«. Haces lo que puedes y entregas el examen diciéndote «que sea lo que dios quiera». Y si el profesor te pregunta qué tal te ha salido a mí muchas veces me daban ganas de contestarle «bueno, la verdad que yo ya me siento orgullosa de haber llegado hasta aquí«. Pero me voy a mi cueva a llorar como Lydia Lozano.

Acabada la temporada de exámenes se acaba el drama y te juras que para el curso que viene no te pillará el toro. Ay amigas, un minuto de silencio para todos los «para el curso que viene estudio desde el primer día» que se quedaron en el olvido.

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@LuciaLodermann
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