¡Ay amigas! Vengo por aquí para contaros mi drama. Drama del primer mundo obvius, dramas de tiempos postpandemia, dramas de usar esos nuevos complementos que nos acompañan ahora en nuestro día a día.
Welcome a nuestras vidas por mucho tiempo queridas mascarillas y geles hidroalcohólicos.

Antes de nada, quiero decir que no sé vosotras, pero a mí esto del confinamiento me ha activado todas las ganas que hacía muuuucho no tenía de disfrutar de mi cuerpo serrano. Tanto mientras estábamos encerrados, difrutándome a mí misma, como ahora, que tengo unas ganas locas de volver a darle uso al Tinder.

Claro que, ahora te planteas cosas que en la vida pensabas que te tendrías que plantear. ¿Quién te iba a decir a ti a la hora de liarte con un tío random que te iba a preocupar una mascarilla y no que tu pintalabios fuera fijo para no parecer el Jocker con un buen morreíllo?.

En serio, a mí ahora con el buen tiempo me apetece mucho todo, me pongo intensa. Me apetece terraceo, me apetecen risas con cañas y amigos, y me apetece muy mucho pegarme el lote una noche cualquiera con cualquiera (bueno, vamos a ver, tampoco quiero sonar poco selectiva, pero ya me entendéis lo que quiero decir) y que me rasquen lo que me pica que ya llevo mucho tiempo rascándome sola en mi casa.

Por eso digo yo, ¡Qué difícil estar salidilla y tener que usar mascarilla!

En primer lugar, ya puedes cruzarte con el pibón de tu vida, que más te vale por lo menos no llevar gafas de sol y confiar en el poder de tu mirada para conseguir establecer conexión y que entienda la indirecta visual. Ahora tenemos que tirar de un buen eyeliner que haga que nuestras miradas ganen poderío, porque (y quiero llorar con esto) ya no pueden apreciar nuestros labios carnosos decorados con nuestros labiales favoritos.

No podemos lanzar esa mirada seductora que lo es acompañanada con esa mordidita de labio, ya me entendéis…

Ahora que se abren las discotecas con uso obligatorio de mascarilla, yo me imagino perreando hasta abajo con mis amigas y de repente cruzándome con el que en otro momento sin duda sería el ligue de mi noche.
Ese que dejaría para el final de la misma, porque vamos, mis bailes con mis amigas son lo primerísimo, pero bueno que una alegría final siempre viene bien.

Bueno, que lo miro, me mira… y… ¡coño! ¿qué hacemos?, ¿solo mirarnos? Porque es lo único que veo de su (aparentemente) bonita carita. Y ahora la cuestión logística se complica.
Antes podías tropezar “accidentalmente” con él y ¡uy, qué casualidad! Tus labios caen sobre los suyos, y eso ya deriva en un rollo sin fin.

Peeeero vivimos en una nueva era amigas, y de nosotras dependerá siempre que llevar mascarilla no impida que la noche acabe en pajilla.

En fin, que dentro de todos los dramitas que suponen llevar mascarilla (gafas empañadas, orejones, manchas de maquillaje o pintalabios…) podemos añadir el tener unas ganas locas de pegarte el lote con cualquiera y no poder hacerlo.

 

Anónimo