YouTube video

Vivimos una explosión, y a Dios gracias, del quererse, del aceptarse, del mimarse. Que, a los kilos, a las  estrías, a los granos, al pelo, a la piel, a las manos, a los pies, al vello, a nuestras narices, frentes y  dientes hay que quererlos, y liberarse de todos los estigmas, ajenos y propios para ser feliz. Y por supuesto, no os quepa la menor duda, de que eso es así.  

Sin embargo, parece que nos hemos olvidado de cada uno de los seres de este planeta, tiene sus  tiempos, su ritmo, su proceso, y un proceso de aceptación, porque cuando de verdad te odias a ti  misma, no es algo que vaya a ser posible de la noche a la mañana. Y es muy difícil cuando todos los  mensajes que recibes te empujan a ello, sin que realmente haya un proceso interno.  

Comparto el sentimiento de muchas mujeres cuando se ven la celulitis, las estrías, todos los efectos  distorsionados que refleja el espejo en el que te miras, sobre todo en los días malos. Comparto la  terrible necesidad de que la sociedad cambie y se practique de verdad la aceptación y el respeto a lo  que durante años se ha considerado anormal. Y ese monstruo de los estándares se ha alimentado  gracias a la industria de la moda, a la de la televisión, y se ha desbordado con las redes sociales. Porque  sigue habiendo cien posts con caras y cuerpos de escándalo, por cada uno que fomenta un “”  ¿defecto?””  

Me parece abrumadora y claustrofóbica la sensación que transmite Kat en la escena de Euphoria: a pesar de todas  las voces que corean la aceptación y el rechazo a los cánones establecidos por, y cito: “hombre blanco,  cisgénero y heteronormativo”, se ve sobrepasada. Porque, queridas, no se quiere nada de nada, se odia a sí misma y no hay consuelo ni empoderamiento posible. Y todas esas voces, no son ni más ni menos  que las redes sociales, esas mismas que también puede ser tan crueles. Porque si no logras la aceptación  plena, no la quieres o estás en ello, pero a un ritmo lento, entonces es que no estás entendiendo lo bien  que te tienes que querer. No podemos juzgar ni imponer a los demás, si no acompañarlos en el proceso  y entender, que no por mucho que le digas a alguien que se quiera como es, va a verse con los mismos  ojos con los que tu le miras. Porque el odio, por desgracia, es uno de los sentimientos más irracionales,  como el amor.  

Necesitamos escuchar, necesitamos acompañar a aquellas que decidan romper las cadenas, superar sus  vivencias y experiencias que todavía hoy les hacen tambalearse. El mensaje del body positivism 24×7 no  es un mantra que haya que repetir como si se estuviera rezando con un rosario, porque el malestar no  es algo que se deba ocultar por miedo a que no se valide esa negatividad que ahoga. Necesitamos  hacerlo juntas y sin convertirlo en positivismo tóxico, porque solo así, seremos capaces de arropar como  merecen todas las guerreras que cada día se enfrentan no solo a una batalla con la sociedad, si no a la  más dura de las batallas, la que se libra cada día con una misma.

 

Paula Llorca