“Estudia. Sal de fiesta. Échate un novio/a. Termina los estudios. Encuentra un trabajo. Cásate con tu novio/a.  Asciende en tu trabajo. Inicia una familia. Todo ello antes de los 30”.

Puede que hace años esto fuera una trayectoria vital asumible y válida para la mayoría de miembros de nuestra sociedad. Cuando un trabajo era algo fijo y se esperaba vivir hasta los 70 como mucho.

Hoy en día, fuera de una película chick flick con Ryan Gosling como protagonista, es harto difícil poder cumplir todos esos objetivos. Vivimos los tiempos de los becarios hasta los 35, los contratos de meses, Internet, el Badoo, las parejas de hecho, los juguetes sexuales

Si la sociedad y la vida ha cambiado tan rápidamente, ¿por qué sigue dando vértigo el cambiar los veinte por los treinta? ¡Pero si son todo ventajas!

Con treinta años  comienzas a estar un poco más encarrilada

Podrías usar tu hoja de vida laboral como mantel de mesa de comedor. Has estado en prácticas, trabajado como junior y en paro. No fue hasta hace muy poco que descubriste que los narvales y los contratos indefinidos no son animales mitológicos.  Aquello que siempre te ha gustado hacer, pasa de hobby a precario medio de vida.

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Empiezas a ser independiente

Aquel día en que te levantaste a las 6 de la mañana para ir a trabajar y no encontraste ni una taza limpia para el café, te diste cuenta lo mucho que odiabas compartir piso. Ahora, te sobra mes al final del dinero pero al menos el mini-piso en el que vives es sólo tuyo. Donde sabes que siempre habrá vajilla limpia.

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Te pegas fiestones

Ya no tienes horarios ni dependes del dinero de tus padres. Unas cervezas el viernes después del trabajo desembocan en domingo por la mañana entrando por la puerta de tu casa con ropa interior del revés y el tupper sucio del jueves.

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Viajas mejor

No hablo de la consabida excursión a Londres en un vuelo low cost en el que venden cartones de bingo y perfumes. Por fin has cambiado de continente, cruzado el charco y estado en un país donde no hablan inglés ni para los turistas.  Apenas has vuelto, que ya estás planteándote cuál será el siguiente destino.

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Lo has dejado con tu pareja de toda la vida

Aprendiste a ser egoísta y que no tienes que renunciar a nada por nadie. Pensaste morir  un poco pero ahora estás más viva que nunca. Sabes que sólo hay una persona con la que pasarás hasta el fin de tus días y vas a quererla con todas tus fuerzas: tú.

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Eres más consciente de tu cuerpo

Te has comprado algún juguetito por internet y has superado tus complejos mandando selfies con poca ropa por Whatsapp. Has conocido a gente en bares, Internet y a través de amigos que no han puesto remilgo alguno en compartir tu cama por una noche. No hay tiempo para los rodeos y no tienes problema en pedir lo que te gusta.

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Pareces más joven ahora que con veinte años

Porque ya estás de vuelta de las modas. Sabes lo que te favorece y lo que no. Has visto suficientes tutoriales en el Youtube como para pintarte los dos ojos (casi) iguales y cambiaste la peluquera de toda la vida por una que te hace aparentar la edad que tienes.  Haces más ejercicio e intentas equilibrar los mojitos del sábado (¿las hojas de menta no cuentan como una de tus Cinco al día?) con una dieta sana.

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Prefieres ver el lado positivo

Antes que deprimirte pensando que la precariedad nos está jodiendo en nuestro desarrollo como adultos y retrasando el reloj biológico, te lo tomas  como que estás viviendo una juventud 2.0: alargada y libre de bugs. Como el vino, mejoras con los años y te dices que los treinta son los nuevos veinte.

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