Los cuernos más indiscretos de la historia

Amor & Polvos Y Doctor Amor 2 septiembre 2023

Hay relaciones cuyo final se ve venir desde antes casi de que comiencen. Este era el caso de mi amiga Mónica y el chico con el que salió durante cerca de un año y a quien llamaremos ‘’Santiago’’ a fin de preservar su identidad y en honor al protagonista de ‘’crónica de una muerte anunciada’’, quien por lo que sea se me ha venido a la cabeza al rememorar esta historia.

Y es que Santiago era y sigue siendo conocido por ser el típico chaval muy guapete y muy simpático que cada día se lía con una chica distinta y no se compromete con ninguna, cosa que no tiene nada de malo siempre y cuando seas sincero y vayas de frente. Mi amiga Mónica iba más o menos en el mismo plan: por eso, la primera noche que se liaron a nadie le pilló de sorpresa, dos personas adultas y solteras que habían salido de fiesta, se habían sentido atraídas y habían terminado la noche juntas, nada fuera de lo común y nada que pudiera extrañarnos de parte de ninguno de los dos.

Lo que sí nos extrañó e hizo que todas las amigas desplegásemos la antena detectora de ‘’red flags’’ fue cuando un par de semanas después Mónica nos anunció muy ilusionada que Santiago y ella habían empezado a salir. Al principio nos lo tomamos a broma, no os voy a mentir, pues Mónica llevaba tiempo disfrutando de su soltería y se nos hacía raro que de buenas a primeras hubiera iniciado una relación medianamente seria, más aún con uno de los tíos más ‘’picaflor’’ de la ciudad; sin embargo, nuestra amiga estaba ilusionada cual quinceañera a la que su crush presta atención por primera vez, y lo cierto es que no era para menos teniendo en cuenta que Santiago la recogía todos los días en moto a la salida del trabajo, le dedicaba textos bonitos en Instagram y compartía todo tipo de aficiones con ella. Vamos, que nosotras la veíamos feliz y enamorada y él parecía estarlo también, así que nos mostramos felices por los dos pero sin quitarle mucho el ojo de encima porque, llamadnos brujas, pero por lo que sea no acabábamos de fiarnos de él.

Empezó a salir con nosotras de vez en cuando y la verdad es que era muy majo, a veces incluso demasiado para no ser amigo nuestro como tal; es cierto que nunca llegó a hacer ningún comentario totalmente fuera de lugar en persona pero no sé, se tomaba confianzas con nosotras que para mi gusto al menos no eran apropiadas, del estilo a abrazarnos de manera muy efusiva o a recalcar lo guapa que iba alguna de nosotras o lo bien que nos quedaba lo que nos hubiéramos puesto. Vamos, actitudes que tal vez no nos habrían descuadrado de haber venido de parte de alguno de nuestros amigos pero que nos hacían sentir incómodas viniendo del novio de nuestra amiga, quien llevaba poco tiempo saliendo con ella y se venía con nosotras muy de vez en cuando. 

No tardó mucho en empezar a reaccionarnos a las historias y a las publicaciones de Instagram a todas, desde los clásicos fueguitos hasta comentarios del estilo a ‘’te daba como a un cajón que no cierra’’ o ‘’si mi novia no fuera tu amiga…’’. ¿Lo mejor de esto? Que no es sólo que Mónica viera todos estos comentarios porque eran públicos, sino que para colmo se tomó a mal que le dijese que igual su novio se estaba pasando un poco; según ella, eran piropos inocentes desde la amistad y el cariño. 

Nosotras a esas alturas no entendíamos nada, no sabíamos si Mónica estaba tan cegada que no se daba cuenta de que su novio prácticamente nos estaba tirando los tejos a todas o si es que lo habían hablado y tenían una especie de relación abierta, aunque de ser así habría sido abierta sólo por el lado de Santiago, porque desde que habían empezado a salir ella se había desinstalado las apps de ligoteo y había procedido a ignorar completamente a sus ligues anteriores, cosa que sabíamos que él no había hecho.

Llegó un punto en que empezó a resultarnos incómodo quedar con ellos: era evidente que él seguía flirteando con todo lo que se movía, y ella se negaba a verlo aunque fuera delante de sus narices; de hecho parecía que él lo hacía aún más adrede, como si disfrutara sabiendo que todas le habíamos calado menos Mónica.

Hasta que llegó un día en que, por suerte o por desgracia, pasó lo que tenía que pasar: Santiago se confió tanto que ni él ni ella pudieron seguir negando lo evidente. 

Mis amigas y yo habíamos salido a cenar y a tomar algo, y Mónica se había quedado en casa tras salir del trabajo porque no se encontraba muy bien; nos dijo que Santiago la había recogido, le había preparado algo de cena y se había ido a su casa a dormir porque estaba cansado. ¿Nos decepcionó verle entrar en el local en el que estábamos? Por supuesto. ¿Nos sorprendió? No demasiado. 

Diría que no nos vio, aunque teniendo en cuenta su forma de comportarse es probable que supiera que estábamos allí y le diera igual: entró solo, se sentó en un taburete y al poco rato vimos sentarse a su lado a una chica guapísima y arregladísima que desde luego no era Mónica. No sabíamos si era su cita Tinder o tan sólo una amiga, pero nos pusimos modo espía y decidimos no quitarle ojo y tener los móviles a mano por lo que pudiera pasar. El tonteo  entre los dos era más que evidente, pero necesitábamos pruebas que ayudasen a que nuestra amiga abriera los ojos. Por suerte no tardó mucho en dárnoslas, pues en la segunda copa ya estaban besándose, dándose abrazos y en fin, casi liándose delante de nuestros móviles, lo que nos dio material de sobra para convocar a Mónica a un gabinete de crisis y enseñarle todo. 

Esperamos un par de días a que se recuperase y cuando estuvo mejor nos plantamos en su casa: sabíamos que la cuestión era muy delicada y que lo iba a pasar mal, pero también que era mejor que viera de una vez por todas lo que había y que decidiera en consecuencia. Y efectivamente hubo mucho llanto y mucho dolor, pero también una red de apoyo que la sostuvo y que la abrazó cuando nos pidió perdón por no habernos creído. Estuvimos con ella cuando le mandó las fotos y los vídeos a Santiago, y cuando este nos puso de putas para arriba echándole en cara que nos creyera cuando lo que pasaba era que les teníamos envidia. También la acompañamos y estuvimos cerca el día que quedó con él para hablar las cosas en persona y mandarle definitivamente a la mierda. 

 

A día de hoy, ella está estupendamente y él no ha vuelto a aparecer por los sitios en los que solíamos coincidir, aunque Mónica dice que tiene la conciencia muy tranquila y que le da igual volver a verle la cara. También dice que lo que lleva peor que la infidelidad es el no haberse dado cuenta de algo que estaba ocurriendo delante de sus narices teniendo a mano un detector de capullos tan infalible como sus amigas.

 

Con1Eme

 

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