Estoy harta, estoy cansada, estoy hasta los mismo ovarios de leer, escuchar y ver cómo personas vuelcan todo su odio en el espejo que tienen en casa, en el espejo que hay en la tienda de turno, en el escaparate medio opaco que te ofrece un reflejo de mierda y que despierta en ti todo tipo de monstruos.

Los espejos no te dicen quién eres, cómo eres o por qué eres así. Los espejos reflejan una parte de ti, una parte mínima, un trocito de todo tu ser. No son la verdad absoluta, lo que ves ahí no eres tú, ni siquiera está en tres dimensiones, ni siquiera puedes verte entera, hay partes de tu físico que son físicamente imposibles de poder observar en un maldito espejo.

Desde mi absoluto desconocimiento creo que hay dos formas de afrontar el terror a verte a ti misma ante un espejo: que eres tonta de remate o que en realidad hay un problema mucho más profundo del que no has querido saber nada en profundidad.

Cuando te miras en un espejo y no te gusta lo que ves, ¿qué es exactamente lo que no te gusta? Porque si la respuesta es algo objetivo del estilo: no me gusta mi lunar o no me gustan mis tetas o no me gusta mi barriga. Pues amor, fácil solución: o aprendes a quererte así o intentas cambiarlo. Desde cirugía hasta cambio de vida, hay mil maneras de modificar un cuerpo. Ahora, bien, antes de tomar una decisión así, asegúrate de tener claro por qué o por quién quieres cambiar. Si la respuesta no es ‘por mí misma’, creo honestamente que estás cometiendo un error enorme.

¿Cuál es el otro caso? ‘No me gusta lo que veo’, así en general, a lo loco. ¿No me gusta lo que veo? ¿Qué es lo que ves? ¿Una parte de ti reflejada en una superficie? ¿Y eso qué nos cuenta de ti? ¿Qué dice de ti? ¿Cuánto porcentaje de tu persona hay en ese espejo? Mínima, ya te lo digo yo. Empezando porque no te puedes ver ni entera, colega.

Cuando no te gusta nada de lo que ves ahí, permíteme la osadía de decirte que lo que no te gusta en realidad es todo lo que tienes por dentro. El odio,  el rechazo, el reproche a ti misma. La falta de amor propio, como siempre, sale a relucir en el campo de batalla. Si a ti te gustas, si tú te entiendes, si tú te sientes bien contigo misma, créeme que la batalla contra el espejo será pan comido.

El problema viene cuando nos conformamos con quedarnos en la superficie, con la primera lectura del problema, cuando decidimos no profundizar y no buscar cuál es la raíz de todo el asunto. Es muy fácil eso de decir ‘no me gusto’ y quedarte tan ancha, pero tronca, ve más allá, intenta entender qué es lo que no funciona, qué es lo que no cuadra, qué es lo que está mal y una vez que sepas qué es: cámbialo.

Yo siempre lo digo, aquí todos tenemos complejos, aquí todos tenemos partes que no nos gustan, aquí todos encontramos defectos en nosotros mismos. Pero aquí también hemos venido a aprender a quererlos o cambiarlos, aquí no venimos a conformarnos. No, señorita, no. Aquí si algo no nos gusta, aprendemos a amarlo con todas nuestras fuerzas y si vemos que ni así, entonces buscamos soluciones.

No te martirices con lo que ves, no te conformes con lo que ves, no te creas que lo que ves es todo lo que hay. Porque hay más, muchísimo más, tú eres muchísimo más.