Había un señor que vivía en mi barrio cuando yo era pequeña. Su piel estaba totalmente cubierta por tatuajes. En verano, se podía ver un amplio abanico de tatuajes de todo tipo desde sus pies hasta su cabeza. A mi madre le escandalizaban, a mí me flipaba verlos.

Por lo que se decía, era expresidiario y había estado metido en la droga; consiguió salvar la vida. Siempre se me dijo que las personas que llevaban tatuajes eran malas personas, personas que no eran de fiar, yonquis o ladrones.

Mi abuelo paterno tenía tatuajes que escondía con vergüenza… a mí me encantaba verlos y alguna vez que lo pillaba distraído, yo acariciaba con la yema de mis dedos sobre esa M que decoraba su mano mientras me preguntaba… él no es yonqui ni ladrón… Tal vez estén equivocados. 

Nunca me ha gustado demasiado dibujar, pero sí adoro el arte. Crecí con cicatrices de todo tipo y con una inquietud a la que encontré solución. No quiero olvidar nunca que todo lo que he vivido y viviré son experiencias y conocimientos que forman a la persona que soy y seré. Y si algún día me olvido de algo, que sea capaz de encontrar el camino mirándome al espejo, o escuchando a alguien relatar mi historia a través de mi cuerpo. 

Esas son mis razones, y cada persona tiene las suyas. Sus motivos y su historia. Quién somos nosotros para prejuzgar o señalar a alguien sin haber caminado con sus zapatos ni tener los callos que cada uno lleve en sus pies. 

Se dice que somos una sociedad diversa e inclusiva… Cara a la galería queda bonito, pero hablemos de realidad. 

Hace no mucho, una conocida mía que es enfermera en un hospital de Londres me explicaba una situación que bajo mi punto de vista es totalmente vergonzosa y define muy bien en que punto estamos como sociedad. 

Viajemos a Londres un momento…

Una madrugada, llegó una familia española a urgencias. Estaban de vacaciones y su niño pequeño empezó a tener fiebre muy alta y con dificultad al respirar. Acudieron al hospital asustados ya que estaban lejos de casa. Después del cribaje les atendió ella, revisando constantes para poder informar al pediatra y así agilizarlo todo. Bien, llega el pediatra y procede a auscultar al pequeño. Revisa oídos, garganta… Informa a la enfermera que inician con broncodilatadores y cortisona. Y entonces llega ¡el momentazo! El padre y la madre empiezan a murmurar entre ellos y cuando se va el pediatra le dicen a la enfermera:

  • Disculpa, queremos una segunda opinión porque no nos gusta este médico.

La enfermera que no entendía nada les explica que su hijo tiene bronquitis y que tienen que iniciar un tratamiento para ayudarle a respirar…

  • No no, es que no queremos que el pediatra atienda a nuestro hijo. ¿Cómo nos vamos a fiar de una persona que lleva tatuado hasta el cuello? ¿Dónde se ha sacado el título de pediatra, en la cárcel?

Patidifusa se quedó. Resulta que no es la primera vez que les pasa algo así con turistas. Ese pediatra al que prejuzgaron tan gratuitamente tiene 45 años. Es padre de 3 niños y en su espalda carga con más de 20 años de experiencia. 

Si alguna vez habéis viajado a Londres, hay un abanico tan precioso de culturas, de colores, de personas… Está igual de bien visto que un gran ejecutivo lleve una cresta de color rosa fucsia como que un profesor lleve tatuadas las manos. No por ello dejan de ser igual de profesionales y responsables.

Volvamos a nuestra sociedad. Una sociedad donde para poder optar a una vacante en un supermercado, debes cubrir tus piercings y tus tatuajes de la misma manera que si eres mujer, debes maquillarte para tener buena cara y presencia.

Una sociedad donde hoy en día, en muchas empresas si llevas tatuajes a la vista, ante una entrevista, debes ser previsora y llevar una camisa que los cubra, por si acaso les asusta o prejuzgan qué tipo de profesional eres. Que no os vendan la moto, porque para según qué perfiles profesionales, ir tatuado en zonas descubiertas, te cierra puertas. 

Lo sé porque en todas las entrevistas donde he sido la candidata, he cubierto mis brazos y mis piernas, y solo una vez contratada y habiendo demostrado lo muy profesional que soy, desvelo mi lienzo. 

Cada vez veo más pieles tatuadas, más historias y experiencias sobre la piel de las personas. Jamás juzgaré ni descartaré como profesional a ningún candidato por ello. Es esperanzador hablar con colegas del sector y escuchar como la perspectiva está cambiando y evolucionando… Queda un largo camino, pero me siento orgullosa de poder tener algo que ver con un cambio en mi empresa y un impacto fuera de ella donde la que hace las entrevistas soy yo, en manga corta o tirantes enseñando que no se debe esconder quienes somos y como somos. A mí me vale más quien me demuestra, no quien vende cuentos. Los grandes cambios empiezan moviendo muchas cosas pequeñas.

Espero que, en un futuro no muy lejano, podamos mostrar con hechos reales que somos una sociedad inclusiva y diversa, convirtiendo el concepto en práctica, aceptando y aprendiendo que tal vez, una persona tatuada hasta las cejas sea más capaz de salvarte la vida que alguien con traje y corbata, y que tal vez ese traje y esa corbata, esconda a una persona con una historia relatada sobre su piel en movimiento. 

Carpatho’s Queen