Desde los albores del séptimo arte, la adaptación de los trastornos mentales a la gran pantalla ha sido un tema recurrente. Actores y actrices de renombre han interpretado con mayor o menor gracia los giros de guion que supone la psiqué «averiada» de un protagonista enfermo mentalmente en tramas que se balancean entre el drama telenovelesco de las película domingueras, el enigmático thriller psicológico e incluso las conmovedoras comedias.

Si algo caracteriza al cine es su capacidad para evocar sensaciones en el espectador. Las ganas de encontrar el amor tras una película romántica, la agridulce nostalgia al recordar a un ser querido tras un drama, la tensión camino a casa tras una película de terror, o la impotencia de no tener el dineral de Batman para convertirnos en superhéroes.

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El cine, de una forma u otra, nos acerca a lo desconocido, y esta capacidad es un arma de doble filo. Las relaciones de película son magnéticas cuando no nos comemos ni un rosco, el drama es melancólicamente placentero cuando no sufrimos en nuestra piel el argumento de la película, y el terror nos horroriza cuando no encontramos una explicación lógica que calme nuestro miedo. ¿Por qué? Porque –a menudo– es utópico, se encarga de convertir una idea en algo exquisito, transformar lo rutinario en excepcional para despertar el interés del público, y la brecha entre lo real y la pantalla crece cuando los trastornos mentales entran en escena.

Lo siento, Hollywood, pero el autismo no es como lo pintas. Un tierno personaje con rarezas y manías, tímido pero que al final se desata de sus problemas de «retraimiento» gracias al amor y la comprensión de su nuevo amor y amigos. Casi. Los trastornos del espectro autista engloban problemas de comunicación que van desde el mutismo total hasta las limitaciones en el lenguaje verbal y no verbal, pasando por la incomprensión del lenguaje hablado y escrito y la carencia de expresiones faciales y corporales. Los problemas de socialización en el autismo incluyen el rechazo total de contacto social o las situaciones donde quieren relacionarse pero no saben como hacerlo. Las conductas repetitivas varían desde una total obsesión con actividades reiteradas hasta perseverancias, problemas para mantener conversaciones que no se enfocan en su centro de interés o compulsiones, pudiendo disimular estas conductas si se trata de un trastorno autista leve. ¿No es tan entrañable como Sheldon Cooper, verdad?

Algunas películas sobre trastornos del espectro autista: El enigma de Gaspar Hauser, La ManzanaMockingbird Don’t Sing y Rain Man.

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La esquizofrenia no es «pensar que todo el mundo está contra ti» y, por desgracia, no todos los casos de este trastorno son tan inspiradores como el de Josh Nash en Una Mente Maravillosa. Los síntomas más conocidos de la esquizofrenia son los delirios (de persecución, de grandeza, de perjuicio, corporales, de referencia, románticos o celosos) y las alucinaciones (auditivas, táctiles, visuales, gustativas u olfativas), junto con las alteraciones del pensamiento (las ideas se desordenan, se pierde capacidad para conectarlas, y hay una incoherencia significativa en el pensamiento del paciente), de la afectividad (aplanamiento afectivo, ausencia o dificultad para mostrar sentimientos de afecto), de la conducta (abandono del aseo personal, aislamiento, sentimiento de vacío o conductas extravagantes), y de la cognición (dificultad para mantener la atención y para atender a varias tareas, fallos en la memoria o menor creatividad).

Algunas películas sobre la esquizofrenia u otros trastornos psicóticos: Donnie DarkoPsicosisEl resplandorBirdy.

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Dentro de los trastornos del estado de ánimo destaca la depresión, que tal vez sea el trastorno más recurrentes dentro de los dramas junto con la ansiedad. No, la depresión no es estar sentado junto a tu ventana, pintando un cuadro en tonalidades grises mientras suenan Simon & Garfunkel al son de la lluvia que cae en Manhattan, superando poco a poco tu tristeza (porque en el cine no hay depresión, hay bajoneras) a base de polvos. Entre sus síntomas reales está la ansiedad, tristeza y vació persistente, la desesperanza, los sentimientos de culpa e inutilidad, la irritabilidad, la pérdida de interés (sí, en el sexo también), la falta de energía, la dificultad para concentrarse, los problemas de memoria, el insomnio o dormir demasiado, la pérdida de apetito o comer en exceso, los dolores físicos y los pensamientos suicidas (a veces llevados a término).

Algunas películas sobre trastornos del estado de ánimo: Las Horas, Gente Corriente, Esencia de Mujer y El Jardinero Fiel.

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El trastorno de ansiedad, por su parte, no se cura poniendo las piernas en alto y respirando en una bolsa de papel, no es un momentito de estrés por un día chungo en el trabajo ni un mal de amores, es una enfermedad real y seria. El trastorno de ansiedad generalizada es muy complejo, no basta con decir «tienes que relajarte» porque a veces eso es imposible. Puede ir asociado a ataques de pánico (imagina ese terror que experimentas cuando ves una película japonesa de niños fantasmas elevado a la máxima potencia) y su curación a menudo es lenta y difícil. Los síntomas incluyen inquietud, agobio, inseguridad, baja autoestima, vacío, despersonalización, pensamientos suicidas, taquicardias, palpitaciones, ahogo, temblores, dificultad para mantener relaciones sexuales, bloqueos, torpeza, impulsividad, incapacidad para mantener la atencion, la concentración y la memoria, pensamientos distorsionados, irritabilidad o aislamiento.

Algunas películas sobre trastornos de ansiedad: Inside Out, The Perks of Being a WallflowerElling y Finding Forrester.

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Dentro de los trastornos de ansiedad también nos encontramos con el Trastorno Obsesivo Compulsivo, una enfermedad que a menudo es considerada prima-hermana del autismo y del Asperger, cuando son completamente diferentes. El TOC, como su nombre indica, se caracteriza por las obsesiones y las compulsiones en diferentes grados según el caso. Algunos ejemplos de obsesiones son el miedo a contaminarse, a causar daño a otras personas, a que le pase algo a sus seres queridos, ideas agresivas, ideas sexuales, escrupulosidad, religiosidad excesiva, pensamientos prohibidos o la necesidad de simetría. Las compulsiones son, por ejemplo, la necesidad de lavarse, repetir una acción hasta hacerla perfecta, asegurarse de haber cerrado la puerta o el agua, tocar cosas, contar objetos un número de veces, ordenar, acumular objetos (incluyendo basura) o rezar. Las obsesiones y compulsiones son completamente ilógicas e irracionales, simplemente existe la necesidad de completar el ritual para acabar con la enorme ansiedad que provocan. No pueden controlarlo, aunque sepa que son absurdos. Tampoco se trata de un pensamiento aislado tipo «uy, ¿me habré dejado la puerta de casa sin cerrar?». Dedican una hora o más al día a sus obsesiones y compulsiones, lo que acarrea problemas en sus relaciones sociales y en su trabajo, además de en otras áreas. Si sigues pensando que es gracioso ver a alguien con TOC encendiendo y apagando cien veces un interruptor es que tienes un problema.

Algunas películas sobre el trastorno obsesivo compulsivo: Mejor Imposible, El Aviador, Phoebe in Wonderland, El Número 23

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Al fin y al cabo el cine es maravilloso, nos hace experimentar aquello que es ajeno a nuestro día a día, nos hace reír, llorar, querer, sufrir y gritar, pero sobre todo nos abre la mente. A veces se equivoca, en ocasiones suaviza la gravedad de las enfermedades restando verdad –o dureza– al filme, añade fantasía a la realidad e incluso convierte la sordidez en humor –con mayor o menor acierto, todo hay que decirlo–, pero no pienses que todas las películas que tratan los trastornos mentales están desatinadas, hay grandes obras maestras. ¿Cuál es tu favorita?