¡La que he liado, chicas! ¡La que he liado!

Os juro que lo hice con la mejor de las intenciones, palabrita. Venga, os cuento.

Resulta que noté que de un tiempo a esta parte nos estábamos instalando en la rutina y se nos estaba apagando la llama. Ya son muchos años juntos, supongo que es normal que nos relajemos y dejemos un poco de lado la pasión que caracterizaba nuestros momentos de cama en el pasado. Pero no porque sea normal debemos asumirlo sin más, ¿no? Así que le di una vuelta y se me ocurrió comprar algún tipo de juguete sexual.

Yo no me masturbo nunca, es decir, no solía hacerlo. Tocarme durante el sexo con otra persona y eso sí. Sin embargo, tocarme por y para darme placer yo sola, pues como que no lo había hecho jamás.

Vamos que, si no había usado nunca mis manos ni otros medios para darme gustito, pues mucho menos me había dado por usar un consolador.

Así que me puse a investigar y compré uno indicado para parejas, con vibración, succionador de clítoris y toda la pesca. A mí me daba hasta un poco de miedo tener eso por ahí abajo, pero, uuuuuuuyyy… Loca me quedé cuando lo probamos. Qué cosa, madre del amor hermoso. Que alguien pille al inventor de esa movida y lo retire, le ponga un chalet y un sueldo vitalicio ya. Se lo tiene más que merecido.

Esa primera experiencia fue una auténtica pasada, me acordaba y se me apretaba el bajo vientre. De modo que, por un lado, cumplió su cometido, porque la semana que esa maravilla de la tecnología llegó a mi dormitorio, le dimos al fornicio tres veces más de lo que teníamos acostumbrado.

Básicamente porque yo tenía ganas de explorar las posibilidades de mi nuevo aparatejo.

 

 

Lo malo es que un día escuché una voz en mi cabeza que me decía: ‘Psss, tú. Eh. Sí, tú. ¿No te apetece darte un meneíllo?’

Y yo en plan: ‘No, no, no, no, no, no… Qué va. Si mi chico no está’.

Y esa voz: ‘Pues ya ves, si no lo necesitas. Tú. Yo. Mi succionador. Tu clítoris. Piénsalo’.

A ver, no hay nada malo en la masturbación. ¿Verdad?

Me compré un vibrador para animar nuestra vida sexual y ahora me masturbo a escondidas
Foto de Cottonbro en Pexels

No es una infidelidad, claro que no.

Mi churri ya se había ido al curro, yo había madrugado más de lo necesario, estaba saliendo de la ducha y aún tenía tiempo de sobra antes de tener que irme…

Saqué mi preciado juguete del cajón de las bragas en el que lo guardaba como oro en paño y me di un homenaje rápido antes de vestirme.

Nunca había ido tan contenta a trabajar.

Me sentí tan bien que me sentí mal, por lo que decidí guardarle el secreto a mi pepita. No le íbamos a decir a nuestro chico que nos habíamos corrido sin él. Que no pasaba nada, pero me dio reparo, vergüenza quizá.

Y si no se lo dijimos la primera vez, tampoco tenia mucho sentido contárselo la segunda.

Ni la tercera, la cuarta, la quinta…

Es tan rápido, tan limpio, tan eficiente…

Así me voy yo a la oficina

He cogido la costumbre de masturbarme cada mañana al salir de la ducha. Me da un subidón que ni una garrafa de café con una cucharada de polvo de hada y esencia de arcoíris.

Ahora ya es como que lo necesito para empezar el día de buen humor. Ay de mi jefe el día que se me vaya la olla y tenga el maquinillo sin batería.

 

Pero me siento mal y por varias razones.

Una, porque sigo sin atreverme a poner al corriente a mi chico de mi rutina mañanera. No es que esté haciendo nada malo, es que no sé por qué se lo estoy ocultando. Por qué le estoy dando tanta importancia al asunto como para tener remordimientos… no tengo ni idea, pero me mortifica.

Y dos, porque me encuentro tan satisfecha yo sola conmigo misma y con mi amiguito el chupachups, que he dejado de tener relaciones con mi pareja.

Porque me compré un vibrador para animar nuestra vida sexual y ahora me masturbo a escondidas y le tengo al pobre a dos velas.

 

Ya os decía que la he liado.

¿¿Qué hago??

 

 

Anónimo

 

Envíanos tus movidas a [email protected]

 

Imagen destacada