Cuando me quedé soltera después de una relación súper larga todas mis amigas me insistieron en que me bajase Tinder. Que así ligaría un montón, que conocería chicos nuevos, que un clavo saca otro clavo. La idea no me pareció nada mal: soy ecuatoriana y vivo en Madrid hace diez años, pero mi familia no está aquí y, quieras o no, no tengo el círculo de amigos más grande del mundo. Conocer chicos nuevos me pareció una súper idea así que ahí que fui.

Al principio todo fue genial. Subir unas cuantas fotos, poner mi descripción, empezar a dar likes. Soy una gordibuena  y gracias a WeLoversize he aprendido a hacerme buenos selfies y sacarme partido, así que los matches no se hicieron esperar. Muchos «¡qué guapa eres!» y «qué ojazos» lo cual, en automático, me dieron unas palmaditas al autoestima. ¿Quién dice que las gordis no ligamos? En cuestión de horas estaba hablando con varios chicos majísimos que parecían muy interesados en mí.

Mis conversaciones giraron en torno a muchos temas diferentes: planes chulos para hacer en Madrid (me encanta descubrir sitios nuevos y hacer planes diferentes), el trabajo (trabajo en Marketing Digital y me encanta lo que hago), música y conciertos. Pensé que lo estaba haciendo muy bien: dar conversación, hacer buenas preguntas, demostrar que soy una chica segura de sí misma. Jamás me imaginé que muchas de las conversaciones acabarían de la misma terrorífica manera:

–Y dime, ¿de dónde eres?
–De Guayaquil, soy ecuatoriana

Resultado:

Al día siguiente (e incluso a las horas), ya no los tenía en mi lista de matches.

Mis amigas me dijeron que tranquila, que idiotas hay en todas partes y que ese tipo de actitud no es para nada normal en Madrid. Al principio lo creí, porque es cierto que en la vida real jamás me he sentido discriminada en esta ciudad ni he sentido que haya tenido menos oportunidades por ser latina. Pero mi experiencia en Tinder ha sido bastante catastrófica en ese sentido: muchas conversaciones que han parado en seco justo al contar de dónde vengo.

He llegado al punto de evitar hablar de ciudades o incluso jugar con la pregunta «de dónde eres». Les hago adivinar dándoles tres oportunidades, les digo que vengo de otro planeta. Jamás me he avergonzado de mis orígenes y me enorgullece mucho mi país, pero por primera vez en mi vida me estoy sintiendo discriminada al respecto. ¿Qué te lleva a bloquear a una chica que te atrae físicamente y que tiene conversación y un trabajo interesante, justo después de que te diga que es latina? ¿Cuántos prejuicios puedes tener al respecto? Algunas amigas me dicen que hay chicos muy tradicionales que quizá sientan que no pueden presentar a una latina a sus familias, pero, ¿quién está hablando de presentar a la familia? Yo sólo pienso en tomar una caña y pasármelo bien.

Sigo dándole a Tinder porque, aunque algunos me dejan de hablar, hay otros chicos con los que sí sigo hablando y son súper majos y simpáticos. Pero me queda aún la espinita. Me gustaría entrar en la cabeza de estos chicos y entender qué pasa por sus cabezas. A las latinas que están leyendo esto… ¿a alguna le ha pasado?

Autor: Anónimo

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