A día de hoy nos reímos, pero esta es la historia de cómo un despiste tonto por mi parte estuvo a punto de cargarse la relación de pareja de mi mejor amiga. Un despiste tonto y un poco cochino, todo sea dicho.
Todo ocurrió un fin de semana en que mi amiga Belén iba a quedarse sola, ya que su chico tenía un compromiso familiar fuera de la ciudad al que ella no podía acompañarle porque trabajaba el viernes y el sábado; sin embargo, el domingo lo tenía bien libre, así que decidimos quedar en su casa, cenar juntas, arreglarnos y salir de fiesta, ya que entre unas cosas y otras hacía mucho que no salíamos como Dios manda. Así que dicho y hecho, llegué a su casa con ropa cómoda, pedimos a nuestro restaurante chino favorito, cotilleamos a gusto, nos pusimos bien pibones y salimos dispuestas a quemar la noche.
Lo pasamos genial y nos recogimos ya de día con alguna copa de más, pero pese a ser domingo yo tenía cosas que hacer, como bajar a mi pobre perro, que tiene sus horarios cogidos y no entiende de noches de fiesta, así que me eché un rato en casa de Belén, me pegué una ducha rápida, recogí mis cosas y la dejé sobando por las dos. Cuando llegué a casa y saqué la ropa de la mochila que me había llevado no eché nada en falta, pero unos días después sí que eché de menos uno de mis tangas favoritos, aunque recordé que lo había usado el sábado y di por hecho que lo tendría en el cesto de la ropa sucia y que ya aparecería cuando hiciese la colada el fin de semana siguiente. Así, me olvidé por completo del tanga perdido hasta el jueves o el viernes, cuando Belén me envió un mensaje de lo más alarmante: ‘’¿Estás en casa? Necesito hablar contigo, creo que Raúl me pone los cuernos y me voy a volver loca!!’’.
Claro, ante ese mensaje la llamé inmediatamente y le pregunté qué pasaba, que por qué creía eso, a lo que me contestó que venía para mi casa, que tenía pruebas de que él le había puesto los cuernos EN SU CASA y que encima él lo negaba todo. La pobre llegó completamente sofocada, como si hubiera venido corriendo, y al verla así la medio obligué a sentarse en el sofá y a respirar un poco mientras preparaba un par de infusiones para que me contase todo tranquilamente, porque parecía que en cualquier momento fuera a darle un tabardillo. Cuando regresé con las dos tazas ya tenía el móvil preparado para enseñarme las pruebas del delito. ‘’Es que mira lo que me he encontrado limpiando esta mañana’’, empezó. ‘’Normalmente barro más a diario la cocina y el salón porque es lo que más se ensucia, pero una vez por semana limpio más a fondo toda la casa, y hoy ya tocaba. Cuando me he puesto a barrer en el cuarto de baño de invitados he sacado ESTO de detrás del váter’’, y procedió a plantarme delante de las narices la pantalla con fotos de la prueba del delito al más puro estilo CSI: primero una foto de una especie de pedazo de tela negra que asomaba detrás del váter, después el pedazo de tela en cuestión colgando del extremo de la escoba, y para terminar, el pedazo de tela estirado sobre el suelo demostrando ser un monísimo tanga negro con encaje.
El tipo de tanga negro que se pone una para ver a su amante.
El tipo de tanga negro que se pone una cuando quiere sentirse bien perra empoderada aunque no vaya a vérselo nadie más que ella.
A puntito estuve de escupir mi té en la cara de Belén, que hubiera sido lo que le faltaba a la pobre con el estado de nervios que tenía. Porque como habréis adivinado sí, el tanga que Belén había encontrado en su casa tirado de mala manera detrás del váter era mi tanga negro, el que me había quitado para ducharme en su casa y que daba por hecho que habría ido a parar al montón de la ropa sucia hecho una pelota entre el top, la falda y las medias que me había puesto aquella noche de sábado. ‘’Para colmo, le enseño el tanga y le pregunto que eso qué coño es y me dice que él que sabe, que será mío, ¡si ni siquiera es de mi talla! Encima dice que si me hubiera puesto los cuernos el tanga habría aparecido en el dormitorio o en el baño principal, ¡sólo me faltaba eso, que se follase a otra en mi cama!’’
Dejé que terminase de soltar su retahíla, sin dar crédito a que mi mejor amiga y su novio estuvieran al borde del colapso por culpa de un despiste tonto. Respiré hondo, le cogí la mano y le dije: ‘’Belén, tía, creo que ese es mi tanga. Yo me duché en ese baño y es posible que no me diera cuenta de que se había caído ahí al recoger’’. Se quedó mirándome con los ojos como platos durante un par de segundos y se echó a reír, pero a descojonarse viva, vamos. De repente se puso seria, me miró a los ojos y me dijo: ‘’tenemos que ir a mi casa a hablar con Raúl PERO YA’’.
Nos levantamos como si el sofá tuviera un resorte, cogimos nuestras cosas y salimos corriendo a casa de Belén. Por el camino llamamos varias veces a Raúl, pero no lo cogió. Temíamos que a esas alturas se hubiese largado de la casa, cosa que por otro lado hubiera sido más que comprensible; sin embargo, cuando entramos estaba allí, dando vueltas de un lado para otro del salón mientras mandaba un audio de Whatsapp, supongo que a algún amigo suyo al que le estuviera contando toda la movida. Nada más vernos canceló el audio y no le dio tiempo a reaccionar, pues Belén se lanzó a sus brazos llorando mientras le suplicaba que le perdonase. Raúl se quedó atónito y me miró por encima del hombro de Belén, sin tener ni puñetera idea de qué pintaba yo allí, que por supuesto no había ido más que a disculparme por ser un desastre y a recuperar mis bragas. ‘’Verás, Raúl, es que…las bragas son mías. Me duché aquí el domingo por la mañana y bueno, creía que había recogido toda mi ropa pero se ve que no.’’ Raúl me miró completamente boquiabierto, miró a Belén, me volvió a mirar a mí:‘’Me estás diciendo en serio que Belén y yo hemos estado a punto de tirar una relación de 8 años por la borda porque tú te dejaste aquí unas bragas’’. Yo sentí que me hacía muy pequeñita frente a su mirada, tenía ganas de arrodillarme y suplicar perdón como en los animes, pero me limité a susurrar un tímido ‘’sí’’. Temí que Raúl me gritase, que me echase de su casa y me prohibiese volver, pero en lugar de eso suspiró aliviado y dijo: ‘’Dios mío, menos mal que todo ha sido un malentendido. Anda, ve a por tus bragas, que están en la habitación’’. Acaté la orden sin rechistar, entendiendo que en cuanto las recogiera tenía que irme y dejar que hablasen de lo que tuviesen que hablar. Habían sido unos momentos de mucha tensión para ambos por mi culpa y mi función allí había terminado, así que me largué tratando de molestar lo mínimo, creo que ni se enteraron de que me fui.
Han pasado un par de años desde entonces y a veces recordamos esta anécdota entre risas, si bien en el momento nos reímos bien poco. Me he vuelto a quedar un par de veces en casa de Belén, igual que ella en la mía. Eso sí, ahora no me deja irme de su casa sin revisar que haya recogido todo.
Anónimo
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