Cuando conocéis a alguien a través de una app, ¿sois de las personas a las que no les importa quedar directamente en su casa? ¿Preferís en la vuestra? ¿O mejor en un sitio neutral, como un bar, y comprobar las vibras antes? Yo, por lo general, prefiero que nos veamos con unas cervezas en un lugar público. Pero también me he arriesgado a alguna divertida aventura… 

No sé si lo recordaréis, pero hubo una época en la que, para evitar que el coronavirus se propagase, había cierre perimetral entre municipios y toque de queda. Sí, sí… las personas no podíamos salir de nuestro municipio y los bares cerraban pronto por la noche y había que irse a casa. Ya sé que no hace tanto… ¡Pero es que a veces toda esa historia se me olvida que ocurrió!

Pues en esa estábamos. Y claro, las opciones de quedar para ligar disminuían muchísimo. Estando en una de esas noches aburridas: MATCH con uno de los hombres más guapos que he visto en mi vida. En serio, ¡alucinante!, tanto que no me podía creer que fuese real.

Procedí a pedirle unas cuantas fotos más, para descubrir la trampa (¡a mí no me engañas, chaval!), pero él automáticamente me hizo una videollamada. Yo no estaba ni muchísimo menos preparada para que me viera las pintas en ese momento. Aunque como sospechaba que había gato encerrado, respondí. ¡SOCORRO! En mi pantalla, un Adonis madurito perfecto se comía un helado tumbado en el sofá y me sonreía. No pude disimular mi cara de sorpresa y creo que se me empezó a caer la baba un poquito, pero era tan majo que la conversación fluyó sin problema. Una vez comprobado que era real, seguimos hablando por mensajes.

Estuvimos varios días escribiéndonos y me transmitió bastante confianza. Además de guapo y alto, vivía él solo con su perro, era policía, familiar, deportista, cocinillas, simpático… ¿El problema? Era de otra ciudad, a 50 minutos de mi casa solamente, pero como si fueran 50 horas. ¡No se podía salir por el cierre perimetral! Yo me moría de ganas por conocerlo, y él me ofreció un plan para sortear la ilegalidad que iba a cometer. 

Conocía las horas en las que era más probable que hubiese algún control policial, así que me dijo cuándo debía salir para disminuir las posibilidades de que me parasen. Además, me envió una fotografía vestido de uniforme para que la pusiera de fondo de pantalla. Así, si me preguntaban qué hacía fuera de mi municipio, podía enseñarla y explicar que su compañero era mi novio y que yo vivía con él los fines de semana allí.

Todo lo que me iba contando me parecía una locura, y aunque eso me provocaba más ganas de hacerlo, todavía se complicaba un poco más la cosa. Él trabajaba hasta tarde ese viernes y, como lo mejor era que yo llegase antes del toque de queda, me había dejado las llaves ocultas en su casa para que pudiese esperar allí a que él volviera. O sea, además de exponerme a una sanción, debía entrar sola en casa de un auténtico desconocido a 80 kilómetros de mi ciudad.

Yo no tenía nada mejor que hacer ese día y, no me oculto, me ponía muchísimo esa situación. Así que avisé a mis amigas para que me tuvieran localizada en todo momento, metí en una bolsa mis cosas de aseo y un pijama, y puse rumbo a mi cita.

Durante todo el trayecto fui con el corazón a mil por hora, pero llegué a su casa sin incidentes. Una vez allí, él me llamó y me indicó dónde estaban las llaves escondidas y el pin para desconectar la alarma. Me recibió su precioso perro, que tras saludarme se volvió tranquilo a su cama. Y, por mensajes, me iba explicando dónde estaban los interruptores de las luces, el mando de la tele, la nevera… La casa estaba super limpia y ordenada, y yo le avisé de que iba a cotillearla entera mientras él llegaba (tenía cámaras de seguridad, así que igualmente lo hubiese descubierto). Lo que iba viendo hacía que me gustara más, pero decidí dejar de investigar por si encontraba algo que me descuadrase tanto que estropease la noche. Ojos que no ven… Así que me puse el pijama, cogí una cerveza y me tiré en el sofá a esperar que el dueño de la casa volviese.

Cuando salió de trabajar me llamó para avisarme de que llevaba comida para cenar y estuvimos hablando hasta casi estar en la puerta. Su entrada fue espectacular, sentí que era mi maridín el que volvía del trabajo a nuestra casa ideal, uniformado y guapísimo, con una sonrisa que derretiría a cualquiera.

Nos saludamos como si nos conociéramos de antes, se duchó y se puso cómodo, nos sentamos a cenar y después salimos a pasear al perro. Todo iba super bien, y yo no hacía más qué pensar en dónde estaría el falló. ¡Obviamente un hombre así no podía estar soltero sin motivo!

Y podéis dejar de envidiarme, porque por supuesto que lo había…

La charla fue derivando en diferentes temas en los que no estábamos de acuerdo, por los que tuvimos un intercambio de pareceres (por no llamarlo desencuentro), y sobre asuntos que considero insalvables para una relación. Pero bueno… no le iba a hacer un feo a una noche de pasión y mimitos. Sí, mimitos, porque también hubo arrumacos. Y es que nos tumbamos a ver una peli, abrazados, con muchísimas caricias. Antes de pasar a la acción me pidió disfrutar un poco más de esos abrazos, como si le hicieran falta, y yo pues disfruté con él. 

Tuvimos un primer asalto en el sofá, bastante bueno, y otro ya en la cama, del que tampoco tengo queja. ¡Había merecido la pena el viaje! A la mañana siguiente estuve un buen rato comiendo techo (una de las peores cosas de quedarse a dormir en casa de tu cita) hasta que el bello durmiente decidió despertarse. Me dijo que necesitaba cubrir a un compañero de trabajo y que tenía que irse.

Descarté algo para desayunar, nos duchamos y salimos cada uno en su coche. En la puerta de la urbanización nos bajamos a despedirnos, por supuesto no podía faltar lo de: “Me lo he pasado muy bien, tenemos que repetir pronto”. (No, no se ha repetido, aunque hablamos varias veces). Y, llamadme loca, pero no tengo pruebas pero tampoco dudas de que tal y como salí de su urbanización, él se volvió a su casa.

¿Decepcionada? Para nada. Fue perfecto así. En los siguientes meses pude comprobar, por sus estados de Whatsapp, que no éramos compatibles, por muy guapo y galán que fuera. Así que, oculté sus estados y me quedé con el buen recuerdo de la anécdota de esa divertida noche.

AROH