Esta es la historia de la más breve de mis relaciones, pero también de la que terminó, al menos para mí, de manera más confusa. Ya había tenido problemas anteriormente a causa de mi bisexualidad con algunos de los chicos con los que había estado. Lo que no podía imaginarme era que quien llegaría a dejarme por ello sería una chica, la primera y última chica con la que he llegado a tener una relación de pareja.

Debo decir que creo que no fue el único motivo por el que decidió no continuar conmigo. Nos habíamos conocido por internet, teníamos una relación a distancia y las cosas no eran fáciles. No nos podíamos permitir vernos tan a menudo como nos hubiera gustado, pues vivíamos a casi tres horas en coche. Ninguna de las dos contaba con vehículo propio y ella vivía en un pueblo al que llegaban pocos autobuses. Pero no sé, podría haber alegado otro motivo para cortar conmigo que el de mi orientación sexual.

Nos conocimos a través de Twitter. Teníamos seguidores en común y no era raro que coincidiéramos en comentarios.

Me cayó bien, empecé a seguirla y ella a mí y a raíz de eso empezamos a hablar de vez en cuando. Con el tiempo acabamos convirtiéndonos en buenas amigas, hablábamos bastante y un día me dijo que iba a salir de viaje con unas amigas y que iban a pasar por mi ciudad. Me propuso quedar y desvirtualizarnos. Yo acepté, y pocos días después allí estábamos, en la cafetería de una gasolinera del parque comercial de mi ciudad, tomando algo y aprovechando el poco rato que teníamos para charlar un rato.

Para mí, todo cambió aquella tarde, pues aunque siempre he sido bisexual nunca había sentido una atracción tan fuerte a todos los niveles por una chica. Todo en ella me fascinaba, desde su voz y su manera de gesticular hasta su forma de vestir. Además, había sentido una conexión brutal, como si nos conociéramos de toda la vida. De todos modos no le dije nada, me daba miedo incomodarla y perder su amistad, por lo que me limité a seguir hablando con ella como siempre, aunque cuanto más hablábamos más me enamoraba yo de ella.

A la vuelta me propuso volver a quedar y yo, aunque me puse de los nervios en esta ocasión, acepté. Fue esa segunda vez que nos vimos cuando, en un rato en que nos quedamos a solas, nos declaramos y decidimos empezar a salir. Al principio todo iba genial, hablábamos a diario, quedábamos un par de veces al mes y todo era precioso. Aunque poco a poco yo empecé a notar en ella cosas que no me acababan de cuadrar, como comentarios del estilo a ‘’no te pongas tan guapa, que vas a enamorar a todos los chicos’’ cuando le mandaba alguna foto antes de salir de fiesta. Lo decía en tono de broma pero llegó un punto que esos comentarios empezaron a molestarme porque los veía inapropiados.

También le dio por llamarme muchísimo, sobre todo si sabía que había salido, pero yo al principio lo atribuía a que me echaba de menos. Si escuchaba a algún amigo mío de fondo rápidamente me preguntaba quién era, cosa que con las chicas no hacía. Pero yo no le daba importancia, supongo que porque a mis amigas las conocía a casi todas y de los chicos sólo conocía a un par de ellos. Aquí había ya red flags de sobra como para que yo me hubiese planteado cortar por lo sano con ella, pero estaba tan enamorada que no quería ver lo tóxica que era mi pareja y siempre encontraba una disculpa a sus comportamientos.

Hasta que un día, en que yo estaba mosqueada por otros motivos, me hizo el típico comentario. No recuerdo exactamente qué fue lo que dijo pero fue del estilo a ‘’vas a tener a todos los tíos detrás’’. Le respondí un poco cortante diciendo que dejase ya de preocuparse tanto por los tíos, que a mí quien me gustaba era ella. Su respuesta me dejó a cuadros: ‘’Tienes razón cielo, ahora que eres lesbiana debería saber que no me vas a dejar por un hombre’’. Yo os juro que me lo quise tomar a broma, pues ella sabía de sobra que yo era bisexual. Le respondí que no, que seguía siendo bisexual, pero que en esos momentos quien únicamente me atraía y me gustaba era ella y que ningún hombre ni ninguna mujer podría cambiar eso jamás.

En el momento en que se marcó el doble check azul, su foto de perfil de Whatsapp dejó de ser visible para mí. La llamé por teléfono, pero no me respondió. La busqué en redes sociales, pero me había bloqueado también allí. No tenía el teléfono de nadie de su familia ni de sus amigas, sólo el Instagram de alguna de ellas. Las escribí, pero ninguna supo decirme qué había pasado porque no habían hablado con ella. Aunque una de ellas me dio a entender que no me preocupase, que es que con sus parejas era un poco ‘’intensita’’.

Me fui a la cama llorando, sin saber qué hacer y sin entender absolutamente nada. Traté de dormirme un rato, pero no fui capaz. Ya de madrugada, a eso de las seis, recibí un mensaje y me dio un vuelco el corazón. Era un texto larguísimo en el que decía que me dejaba, que no podía estar con alguien bisexual porque era más probable que le fuera infiel y que eso unido a la distancia no la dejaba vivir tranquila.

También decía que si no era lesbiana era imposible que ella me atrajese completamente, que siempre habría alguna parte de mí que echaría de menos las ‘’hormonas masculinas’’ (esto lo puso literalmente así) y que a la larga iba a acabar buscando lo que ella no podía darme. El texto se extendía bastante más, pero lo principal del mensaje era eso. Tras enviármelo me volvió a bloquear para no darme opción a responder. Me sentí dolida, por supuesto, pero sobre todo me sentí muy muy confusa. ¿Con qué clase de persona había estado saliendo?

No he vuelto a saber nada de ella en todos estos años, aunque hace poco encontré una cuenta de Twitter que creo que podría ser ella por la ubicación y por algunos detalles. La mayor parte de su contenido son retuits tránsfobos y bifobos con perlitas como que ‘’las mujeres bisexuales en realidad son lesbianas que quieren indicar al patriarcado que siguen disponibles’’. En fin, la bloqueé por si acaso y a otra cosa. Menuda bala esquivé cuando me dejó.

 

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