Me enteré 10 días más tarde de que mi padre estaba muerto

 

Mi padre no era muy mayor, pero tenía Alzheimer. Siempre nos hemos aliviado pensando que como no estaba orgulloso de muchas cosas que había hecho en la vida, a lo mejor olvidarse de las cosas es lo mejor que le podía pasar. 

Entre otras cosas, cuando se quedó mi madre embarazada, nunca se hizo cargo de mí. Recuerdo que le veía una o dos veces al año, me regalaba por mi cumpleaños una película de Disney de VHS y me llamaba por teléfono cuando sacaba a pasear al perro, ya que su mujer no estaba muy de acuerdo con que tuviese relación conmigo.

No obstante, desde que estaba en la residencia de ancianos, le veía más. Aunque no se enterase. Un paseo a la manzana, contarle con mi madre alguna historia de cuando estuvieron juntos, y de vuelta a la residencia.

Empezó el COVID, y empezaron las alertas en las residencias de ancianos. Su mujer actual me mandó un WhatsApp indicándome que mi padre estaba bien de momento y que, si en algún momento pasaba algo, me lo diría. Y me quedé tranquila.

A los pocos días, me entró una sensación de inquietud inexplicable y contacté con ella de nuevo para saber si mi padre estaba bien. No solo no me contestó por WhatsApp, sino que además me debió de borrar o bloquear. Por SMS le pregunté si me había borrado. Sin respuesta.

Esos días llamé a la residencia directamente para preguntar por el estado de mi padre. El primer día me dijeron que le estaban bañando y que cuando acabase, me devolverían la llamada. No lo hicieron. Al día siguiente lo mismo, amablemente indiqué que había llamado preguntando por mi padre. Me dijeron que se les había pasado llamarme de vuelta el día anterior, pero que hoy alguien me llamaría. 

Entendía que tuviesen un montón de llamadas de familiares preguntando por los residentes, ya que era una época en la que se estaba muriendo muchísima gente durante la primera ola de la pandemia. 

El siguiente paso, fue localizar el correo del director de la residencia por internet, y mandarle un email explicándole la situación. Por ley de protección de datos e historias, le ofrecí mandarle mi Libro de Familia, o lo que necesitase para que me pudiese dar información sobre mi padre. 

Me pidió el Libro de Familia para poder contarme qué estaba pasando.

Me desperté al día siguiente con un WhatsApp de la mujer de mi padre, indicando que mi padre había muerto. No contestó mis mensajes ni mis llamadas, y contacté con el director de la residencia para que me contara qué había pasado. 

Me dijo que efectivamente mi padre había muerto. Hace 10 días. Me contó que cada vez que yo llamaba a la residencia, ellos se ponían en contacto con la mujer de mi padre para que me lo dijese ella o que me lo tenían que comunicar desde la residencia.

Se puso malito con fiebre y mal cuerpo el día que ella me mandó aquel WhatsApp diciéndome que todo estaba bien y que ella me avisaría. Falleció a los cuatro días.

Él ya no estaba cuando yo llamé a la residencia preguntando por él. 

Sensaciones horribles de rabia, tristeza, frustración…que no se pueden describir. Sensación de no entender cómo es posible que una persona sea tan mala como para privar de este tipo de información a los hijos y hermanos de una persona que acaba de fallecer.

Le incineraron por protocolo COVID. No tuve opción a quedarme con parte de sus cenizas.

Al tiempo, ella me contactó para decirme que cuando le fuesen a hacer una funeral me avisaría. Y me preguntó también si yo prefería que se quedasen las cenizas en Madrid donde estábamos todos sus hijos, o en Murcia, donde estaba la familia de mi padre. 

Preferí Murcia, ya que no veía mejor sitio donde estar enterrado que con mis abuelos y mis otros tíos. 

Pensaba que no podía ser peor persona… pero sí. Tiempo más tarde ella me mandó una foto del nicho en un cementerio de Benidorm, donde ella veraneaba.

 

Anónimo

 

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