Me enteré de que estaba embarazada el día que me dejó

(Relato escrito por una colaboradora basado en un testimonio real)

 

He leído por aquí varios posts de chicas que han decidido ser madres en solitario y todas esas mujeres tienen mi más sincera admiración. Porque, aunque yo también soy madre soltera, esta circunstancia no fue algo que escogiera voluntariamente.

De hecho, estoy bastante segura de que nunca me hubiera atrevido a dar el paso por mí misma. Creo que puedo afirmar sin temor a equivocarme que, de no haber tenido una pareja que quisiera tener hijos, y de no haber ocurrido lo que ocurrió, habría guardado mi deseo de ser madre en un cuarto cerrado con llave y habría tirado esta al fondo del mar.

Es más, cuando me quedé embarazada, si bien esas ganas de tener hijos existían, también es cierto que eran una especie de objetivo a largo plazo. Algo para más adelante, para cuando ya hubiera hecho otras mil cosas que todavía tenía pendientes.

Para cuando mi situación laboral/financiera fuese más estable y segura. Y, sobre todo, para cuando pasara la mala racha que estaba atravesando mi relación de pareja.

Ya que, bien bien, lo que se dice bien, no estábamos.

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Foto de SHVETS production en Pexels

En realidad, no era la primera vez que pasábamos por un bache. Lo nuestro era una montaña rusa, pero tenía esos altibajos tan interiorizados que ya me parecían normales. Me limitaba a capear el temporal cuando estábamos mal, a sabiendas de que en algún momento le daríamos la vuelta a la situación y volveríamos a estar bien.

Coincidiendo con una de nuestras etapas bajas más largas, yo empecé a encontrarme… no enferma, rara más bien. Siempre estaba cansada y tenía el estómago fatal, todo me sentaba mal. Lo achaqué a los nervios por la situación, ya que no era la primera vez que me ocurría y soy de esas que tiene una estrecha conexión entre su estado emocional y su sistema digestivo.

Al principio no le di mayor importancia.

Hasta que me di cuenta de que no recordaba cuándo había tenido la última regla.

Me compré un test de embarazo y, siguiendo el consejo de la farmacéutica, lo guardé para hacerlo con la primera orina de la mañana.

Esa noche tuvimos una discusión gordísima, mucho más de lo habitual. Además, motivada por una gilipollez de proporciones bíblicas.

 

Me enteré de que estaba embarazada el día que me dejó

 

Pero habíamos abierto el cajón de mierda y no dejó de brotar más y más.

Llegamos a un punto en el que ya no éramos capaces ni de seguir hablando, así que yo me fui a la cama y él salió a tomar el aire. Cuando me levanté, él no había regresado.

Me fui al baño, oriné en el palito y vi el resultado positivo todavía con los ojos hinchados de llorar.

Pensé que a ver cuándo mierda se lo iba a decir, porque desde luego que aquel no era el momento.

Media hora después, se dignó a aparecer. Me dijo que teníamos que hablar y yo pensé ‘no lo sabes tú bien’.

Sin embargo, no llegué a contarle nada. Apenas si pude meter baza, porque él tenía todo un discurso preparado en el que dejaba muy poco margen de intervención.

Entre otras cosas, afirmó que no sabíamos querernos y que nuestra relación era lo más tóxico que se había echado a la cara en su vida.

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Foto de Janki Ferlic en Pexels

Honestamente, tenía toda la razón.

Pero se había pasado mucho de frenada con las formas, con las acusaciones y, joder, con el momento.

Muchas veces he pensado en qué hubiera pasado si esa discusión tuviera lugar un par de meses más tarde. O, mejor, tres meses antes.

Ahora me cuesta más porque no soy capaz de concebir la vida sin mi hijo. Pero, uf, confieso que mis deseos no siempre han ido en esa dirección.

En resumen: me enteré de que estaba embarazada el día que me dejó el que había sido mi novio por más de ocho años de ahora sí, ahora no. Ahora voy, ahora vengo. Ni contigo ni sin ti. Aunque nunca antes habíamos llegado a romper de verdad, con todas las letras, algo muy dentro me decía que esa era la definitiva.

Y no tenía ni idea de qué coño hacer.

Sabía que superaría la ruptura, pero no estaba segura de ser capaz de seguir adelante con el embarazo sola. Ni tampoco me veía teniendo un hijo con él.

Aquella noche habíamos alcanzado un punto de no retorno, de repente estaba convencida de que era definitivo. Que no íbamos a volver.

 

Me enteré de que estaba embarazada el día que me dejó

 

¿Qué hice? Pues, después de decidir que no iba a interrumpir el embarazo, acojonarme muchísimo y… ocultarle mi estado.

Lo cual era evidente que, salvo que hiciera las maletas y me mudara a otro país, no iba a durar para siempre. No sé qué pensaba que iba a ocurrir, pero yo hice como si la cosa no fuese con él.

Tuve que volver a casa de mis padres (gracias, papá y mamá, por acogerme a mí y a mi bebé), instalarme en mi antiguo dormitorio y pasar muchas horas tirada en la cama con la mirada perdida en la lámpara del techo.

Como si eso fuera a servir de algo, me aislé de todo lo demás. Después de tanto tiempo juntos, casi todas nuestras amistades eran comunes, por lo que corté el contacto con todo el mundo.

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Foto de Josh Wilink en Pexels

Mis esfuerzos, obviamente, no sirvieron de nada. Como mucho retrasaron unos meses lo inevitable.

Mi ya ex se presentó en la casa de mi familia hecho una furia. No creo que pueda olvidar jamás la cara que se le quedó al ver mi barriga de más de siete meses y confirmar el rumor que le había llegado.

En aquel momento lamenté no haberme mudado a las antípodas.

Sin embargo, la vida te da sorpresas y la más grande que me dio a mí no fue aquel embarazo inesperado. Fue la reacción del padre de mi hijo.

Sus lágrimas de emoción al confirmar que iba a ser padre.

La ilusión con la que se preparó para el nacimiento del bebé (aunque solo tuvo unas pocas semanas para hacerse a la idea).

Y el padrazo en el que se acabó convirtiendo.

Hoy por hoy ambos somos muy conscientes de que no estábamos hechos el uno para el otro, pero, joder, qué bien se nos está dando lo de ser padres juntos.

 

 

Valeria

 

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