Creo que este título no describe bien lo humillante que fue la situación porque no solo me hice pis, sino que me hice pis medio borracha metida en una bolsa de Ikea.

Para entender como llegué a verme metida en semejante percal tenemos que remontarnos a cuando decidí casarme. Mi abuela tenía asumido que yo iba a quedarme para vestir santos, pero en el ultimo momento di un giro a los acontecimientos y decidí pasar por el altar. 

La mujer estaba más emocionada que nadie y entre las cosas que me ofreció estaba el vestido de novia de herencia familiar, que habían usado tanto ella como mi madre. Como las modas van cambiando me dio permiso para hacer todos los arreglos que necesitase y quitar las cosas que no me gustasen. Siendo sinceros el vestido tenía unos lazos más feos que pegar a un padre, pero por suerte encontré una modista que podía hacerle los cambios que quería.

O al menos eso me había dicho, porque al final entre que había poca tela con la que trabajar y que la tela era antigua, me quedó el vestido más incomodo de la historia de la humanidad.

Como el resultado era bonito y tanto a mi como a mi abuela nos hacía ilusión que fuese ESE vestido, lo terminé llevando el día de la ceremonia. Aunque tenia la movilidad de un clic de Playmovil, me podía vale por mi misma en general, excepto para ir al baño. 

Cada vez que quería ir al baño necesitaba que dos amigas me acompañasen. Una vez allí yo tenía que meterme en una bolsa de Ikea gigante, para recoger el vestido y que no arrastrase. Mientras tanto, ellas sujetaban las asas de la bolsa y así me quedaban las piernas libres para poder hacer pis. Como encima tengo la vejiga del tamaño de una nuez tenía que hacer este paripé cada dos horas, pero mis amigas estaban ahí, siempre dispuestas a echarme una mano. Pero la noche fue pasando y mis damas de honor y yo ya habíamos bebido de más. Cada vez era más difícil encontrar a la gente con la que había ensayado como sujetar la bolsa y demás. 

Sobre las cuatro de la mañana yo me di cuenta de que necesitaba ir al baño con urgencia, llevaba desde la cena sin ir y aquello era insostenible. Empecé a mirar alrededor como una cebra en mitad de la sabana. Era vulnerable y estaba sola y si no encontraba a mis amigas en un minuto iba a transformarme en un nenuco meón allí mismo. 

Como no podía aguantar más decidí ir sola, me metí como pude en la bolsa de Ikea intentando recoger el vestido lo máximo que pude, pero pesaba de cojones y aquello era imposible. Así que me resigné y decidí que iba a hace pis igualmente. No os voy a mentir, me dio más gusto que cuando llegas a casa y te quitas el sujetador. Estaba yo disfrutando de la experiencia hasta que miré para atrás y vi medio vestido metido en el wc con todo mi pis encima. 

Por suerte alguien avisó a mis amigas y vinieron raudas y veloces a ayudarme. Así que, si estáis planeando una boda, no os olvidéis de invitar a las amigas incondicionales, que os ayudarán limpiar el vestido de pis en el fregadero y remontarán hasta las situaciones más catastróficas.

 

Barby