Mis problemas con mi marido venían de mucho antes de la pandemia, pero el confinamiento los agravó. El trabajo, los niños, las facturas pendientes de pagar y la rutina habían hecho estragos en nuestra relación y ninguno parecía tener mucho interés en meterse en la ropa interior del otro.

Aunque las cosas con mi marido no estuviesen en su mejor momento, eso no quitaba que a mí me gustase darme una alegría de vez en cuando aprovechando que mis hijos estaban pasando la cuarentena con sus abuelos y que mi marido tenía que ir a trabajar presencialmente. Fue en una de estas que, buceando en Internet, encontré información sobre un club sexual. 

Mi primera reacción fue la de rechazo, no os voy a mentir. ¿Qué es un club sexual? ¿Hay enfermos sexuales allí?

Sin embargo una vez que planté la idea en mi cabeza no paraba de darle vueltas. Sorprendentemente, la idea de descubrir lo que aquella página de aspecto sobrio me aguardaba me ponía a mil.

Había leído un par de cosas pero os prometo que ni por asomo se correspondía a todo lo que allí vi y sentí.

Una noche mientras cenábamos, se lo comenté por encima a mi marido. Le dije que estaría bien probar algo nuevo para salirnos de la rutina y que una amiga me había comentado que este tipo de clubs virtuales estaban de moda – mentí, pero no me atrevía a decir que la idea era mía- y sorprendentemente me dijo que sí. No lo dijo muy convencido, así que tampoco quise insistir por si cambiaba de idea.

Rellenamos un poco asustados la solicitud y en un par de días recibimos un formulario al email. Teníamos que completar nuestros datos básicos para almacenarlo en su base de datos en caso de que tuviésemos algún problema. La verdad es que teníamos muchas dudas: ¿y si alguien nos reconocía? ¿O grababan lo que fuera que fuésemos a hacer allí?

Cuando parecía que la cosa se había quedado en el aire, nos llegó una invitación programada con una fecha y una hora. Aquella noche mi marido y yo follamos como hacía mucho que no hacíamos, excitados simplemente por la idea del club.

Aquella noche nos arreglamos como lo hubiéramos hecho quince años atrás. Yo me puse un body de encaje negro y una máscara de terciopelo negro y mi marido una camisa blanca y unos vaqueros ceñidos. Hubo un par de presentaciones y normas básicas y nos presentamos todos. Allí había parejas de todos los tipos, pero también gente soltera, gente que no quería participar activamente y que sólo había venido a mirar.

Estuvimos navegando por un par de salas, charlando con la gente, viendo a hombres hacer mamadas a otros hombres, a mujeres masturbarse con vibradores y a parejas follando en todo clase de posturas.

Pese a que al principio deseé estar borracha- cuesta «entrar en calor»- acabé haciéndole una mamada a mi marido delante de una pareja que acabó tocándose mientras nos miraba y en otra de las salas mi marido me la metió mientras yo me masturbaba mirando a un hombre hacerle sexo oral a su pareja.

Aunque fue raro y al día siguiente hiciéramos como si nada hubiese pasado, fue una de las noches más excitantes de mi vida y nuestra relación como pareja – sobre todo en el plano sexual- ha mejorado muchísimo, así que puede que no sea la última fiesta a la que nos unamos.

Anónimo