Supongo que os mando este mail por si alguien necesita leerlo, porque a mí me hubiera encantado haberlo hecho cuando tenía 18 y tomé la decisión de operarme el pecho porque tenía un complejo de tabla gigante.

Todo el rato estaba con la matraca de que era plana, que sin pechos ningún chico me iba a querer y que sin tetas no hay paraíso, básicamente. Desde que empezaron a desarrollarse las primeras niñas de mi clase yo notaba que lo mío no iba para adelante; mi madre me pedía paciencia y decía que cada uno íbamos a nuestro ritmo, pero cuando ya me vi con 17 y toda la clase usando sujetadores con aro… Algo no iba bien. Estaba acomplejada, acomplejada de verdad. 

Compraba la ropa en base al pecho que me hacía, no dejaba a los chicos que me besaban que me ‘tocaran’, yo sabía que cuando me quitaran la camiseta o me tocaran las tetillas iban a salir corriendo, o eso me habían hecho creer. Todo esto desarrolló en buscar on-line qué era lo mejor para que me crecieran las mamas y acabar comiendo almendras a todas horas a escondidas, me hacía masajes para estimular la circulación… La obsesión llegó a tal punto que cuando cumplí los 18 mi madre me preguntó que si me quería operar, el mejor día de mi vida.

Mi madre me pagó la operación, en mi familia a nadie le sorprendió ni le pareció mal. Todos sabían que necesitaba ayuda y por aquel entonces la opción del psicólogo no se contemplaba, directamente al quirófano para tapar con una tirita una herida de bala. No culpo a mi madre, ni muchísimo menos. La admiro por estar siempre dispuesta a hacer cualquier cosa por mi bienestar, aunque eso conllevase dolores de cabeza, inversión de mucho dinero y habladurías por todas partes.

¿Alguien se imagina que pasó? Efectivamente, los complejos no se fueron con la llegada de la silicona. Una vez operada y con una talla 95 seguía sin verme bien, no eran lo suficientemente grandes, los pezones no estaban bien puestos, una estaba ligeramente más alta que la otra… Excusas que yo misma buscaba para no dejarme ser, para no quererme, para no considerarme digna de amor.

Mis tetas no eran más que una excusa para volcar mi falta de amor propio, era lo fácil. Pero las tetas cambiaron y yo no lo hice. Seguía sin ser capaz de acostarme con nadie, llevaba siempre escondidas, me dediqué a comprarme ropa ancha para que no se me viera el escote… El cuento de nunca acabar.

Finalmente fui a terapia en cuarto de carrera. Fue un viaje muy jodido para mí, asumir todo lo que aquí escribo no fue fácil ni mucho menos. De esto hace ya seis años, seis años de duro trabajo interno, de autoconocimiento, de curar heridas de bala con la cirugía pertinente y sin anestesia. De sufrir, sufrir mucho, pero sufrimiento del bueno, sufrimiento del que cura.

No digo que haya llegado a la cima del amor propio, pero sí estoy muy cerca. Ahora me quiero, me miro al espejo y me gusta lo que veo, pero hay algo que no me termina, algo que no pertenece, algo que no debería estar ahí. Efectivamente, mis tetas.

Ahora es cuando me llamáis loca, cuando me decís que si me quiero no deberían molestarme, que también puedo aprender a quererlas… Pues sí, todo eso ya lo sé, pero mi cabeza no descansa tranquila. No quiero tener silicona en mi cuerpo, no quiero que haya en mi cuerpo nada que no sea mío, quiero tener mis tetas. Las mías, las inexistentes, las que debí amar desde los 12.

Me voy a meter al quirófano por segunda vez para quitarme el pecho, no creo que nadie me entienda en este mundo de locos en el que vivimos, pero lo voy a hacer. Quiero ser yo misma en todo mi esplendor y lo quiero ser por y para mí. 

Pd: aquí cada una hacemos con nuestro cuerpo lo que queremos, pero si nos plantemos modificarlo de manera consciente que sepamos por qué y por quién lo hacemos. Una operación no es ninguna tontería, os lo digo yo que voy a por la segunda <3

 

Anónimo

 

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