Toda la vida he tenido los pezones grandes. Bueno, de hecho lo que es grande son las areolas pero creo que me entendéis. Mis pezones son de esos que se conocen como “las galletas María” y qué gran verdad. Además, tengo las tetas bastante caídas por lo que me da la sensación que todavía se ven más grandes. 

Lo primero que recuerdo es que cuando nos cambiábamos en los vestuarios del instituto, yo veía los pezones de mis compañeras súper tiesos y bien colocaditos. Yo no recuerdo haber visto los míos de esa forma nunca así que, por pura acción-reacción, empecé a verlos como los “bichos raros”. Cuando crecí, todos los pechos que veía en televisión, series, incluso porno eran iguales que los de mis compañeras del instituto con lo que esa idea se reforzó en mi cabeza, claro que en ese momento nadie me había hablado todavía de que existía la cirugía estética, que también tiene algo de culpa en que veamos tantas tetas iguales. 

Aunque reconozco que nunca he tenido malas experiencias con tíos que me hayan hablado mal de mis tetas, era algo que a mí no me parecía bonito. Desde los 17 empecé a decir que quería operarme el pecho con tal de tenerlo como los de las revistas y era una idea que tenía súper aferrada en mi cabeza. Me daba muchísima vergüenza hacer topless, aunque era algo que en realidad me gustaba, no quería ni verme las tetas en la ducha y mucho menos cuando tenía sexo con un tío, que directamente ni me quitaba el sujetador…En fin, la verdad que fue muy duro. 

Con el tiempo, cuando cumplí los 27 y ya había aprendido un poco más sobre cómo aceptarme, me di cuenta que había empezado a aceptar otras partes de mi cuerpo pero seguía con esa idea de operarme las tetas que me acompañaba desde hacía 10 años. Entonces empecé a cuestionarme de dónde venía esa idea y a darme cuenta de que había asociado mis tetas como algo horrible que arreglar porque, como pasa con muchas otras cuestiones del físico, no había encontrado referentes a mi alrededor con los que sentirme un poco más segura.

Así que buscar esos referentes fue lo que más me ayudó a aceptar y dejar de sentirme avergonzada por mis pezones. 

Me encontré en redes sociales con muchas mujeres que muestran la diversidad corporal que tanto miedo nos da a veces. Al principio me chirriaban y no me resultaban bonitos ¿eh?, no fue algo inmediato, pero empecé a reeducar esas creencias que tenía en mi cabeza sobre qué pechos eran bonitos y cuáles no. Joder, es que la realidad es que ¡hay tantos pezones como tías en el mundo! Creo que es un error enorme creer que todas tenemos que ser iguales, medir lo mismo, pesar lo mismo…Y por supuesto la definición del pecho bonito en una mujer es una patraña más de esta sociedad en la que vivimos y de esta cultura de la belleza que nos tiene sometidas. 

Claro que a veces me miro en el espejo y pienso: “si estuvieran un poquito más arriba y con un pezón más chiquitito…” pero igual que te digo esto te digo que el día en que el cirujano plástico, en mi primera visita informativa, me dijo que al operarme me reharían el pezón por completo y sería uno totalmente diferente me dio hasta pena. Pensé “hostia, ¿y si no me gusto con uno más pequeño?”. Así es la mente humana, contradictoria como ella sola. Creo que fue en ese momento en el que entendí que el problema no estaba en mis pechos sino en todo lo que creía sobre ellos y fue lo que me animó a buscar esos referentes de los que te hablo. 

Al final no debemos olvidar que nuestra mente guarda todo lo que hemos aprendido. Si hemos aprendido que algo es belleza y lo otro no, nuestra mente lo almacena. Si hemos aprendido que algo es aceptado y lo otro no, nuestra mente se encarga de recordárnoslo continuamente. Reprogramar a nuestra mente y hacerle entender que podemos cambiar de opinión nunca es fácil pero solo desde ahí podemos entendernos y aceptarnos y claro que habrá días que volverán esos pensamientos de “el pezón ideal” pero al menos sabrás de dónde viene. Quizás los acabas de ver en una peli, donde su protagonista con pezones divinos es una triunfadora de la hostia y tu mente se queda con la info que sabe que en un momento creíste: “pezones divinos – eres la puta ama”. 

Seguramente habrá otros métodos que a alguien le hayan funcionado. Yo ya probé lo de hablarme bonito frente al espejo, lo de intentar amar mis tetas solo con tocarlas pero hasta que no entendí de dónde venía todo lo que pensaba de ellas…No pude de verdad verlas con cariño. Y es que en realidad, seamos honestos: ¿a quién no le gusta una buena galleta María?

Anónimo

 

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