Nunca he tenido una sonrisa perfecta, tenía algún diente torcido, pero nada que me creara un trauma. Pero desde que fui madre, mis dientes parecía que se habían ido de after. La boca sufre mucho con los embarazos, es uno de esos efectos secundarios que nadie te cuenta.
Esto añadido a que mi chico me pidió matrimonio y estábamos planeando un bodorrio, pues pensé que era el momento de corregirme los dientes, porque no me apetecía salir con los dientes torcidos en las fotos de la boda. Pero si llego a saber todo lo que me iba a suponer arreglarme la boca, me habría quedado con mis dientes torcidos.
Fue una decisión totalmente estética, mi mordida estaba bien, pero quería mejorar mi sonrisa. Me informé sobre ortodoncias y los Brackets los descarté de inmediato. Aún quedaba un año para mi boda y aunque me dijeron que tendría los Brackets puestos unos 10 meses, no quería que aquello se alargase y aparecer con hierros en los dientes en las fotos de mi día.
Me informé sobre la ortodoncia invisible en una conocida cadena de dentistas y todo me lo pintaron maravilloso. Me hicieron un escaneo digital de mis dientes y me presentaron una simulación 3D de cómo se verían al finalizar el proceso: una boca perfecta con dientes alineados y todo precioso. Me encantó la imagen.
Además, me explicaron el proceso y parecía muy sencillo: llevaría unas fundas de plástico en la boca que me tendría que ir cambiando cada dos semanas, pero podía quitármelas para comer lo que me facilitaría mucho la vida.
Confié plenamente en ellos, segura de que en unos meses tendría la sonrisa que siempre había deseado. Pero la realidad fue otra. El día que fui a colocarme la primera funda me enteré de que, además de la funda, me iban a colocar unas bolitas pegadas a mis dientes, que se llaman ataches, para que hicieran presión y movieran cada pieza.
Así que de ortodoncia invisible nada, aunque te quites los retenedores, tienes los ataches pegados al diente.
Y qué deciros de las fundas de plástico, pues que tan cómodas no eran. Cada vez que cambiaba a un nuevo juego de alineadores, sentía una presión intensa en los dientes que duraba varios días. Lo de comer sin los alineadores se prometía muy bonito, pero las primeras veces tenía la funda tan justa que quitármela era una verdadera pesadilla, parecía que me iba a arrancar los dientes. Y una vez te has quitado el alineador, comer en un suplicio, tienes la boca dolorida y no puedes masticar con total normalidad como te habían prometido en la clínica dental. Olvídate de comer pan, frutos secos y alimentos demasiado duros. Además, están los ataches, que no se quitan, y ojo con beber mucho café, porque se te pueden poner marrones.
Después de más de un año de incomodidad, llegó el momento de retirar los ataches y evaluar los resultados. Yo estaba emocionada ya con la idea de acabar con aquel sufrimiento. Sin embargo, mi emoción pronto se transformó en decepción. Aunque mis dientes estaban más alineados que antes, no estaban ni cerca de la perfección que me habían mostrado en la simulación 3D inicial. Había algún diente que no había quedado bien recto. Los paletos, que para mí eran los más importantes, no estaban a la misma altura, uno parecía más corto que el otro.
Al final, mi sonrisa no era la que había imaginado.
Cuando expresé mi insatisfacción porque la sonrisa no me había quedado tan perfecta como en la simulación que me hicieron el primer día, me contestaron que esa no era más que una recreación de cómo podía quedar mi boca, pero que no era real.
Me ofrecieron continuar con nuevas fundas unos meses más, bajo coste adicional, o ponerme una funda en el paleto que estaba, según ellos, más desgastado que el otro. Pero me negué. No quería hacerme nada más en la boca. Ya había gastado una cantidad considerable de dinero, y la idea de gastar más sin garantías de un resultado perfecto me dejó sin ganas de nada.
Y ya el golpe final fue cuando me dijeron que si no quería que mis dientes volvieran a torcerse, tendría que dormir con una funda de por vida y ponerme un hierro pegado a los dientes en la parte posterior.
Me sentí bastante estafada, había un montón de pormenores que no me habían explicado, y letra pequeña en el contrato que habían camuflado. Y si llego a saber que tendría que dormir para siempre con un plástico en la boca, mis dientes se habrían quedado como estaban.
Al final me gasté una pasta para que mis dientes estén rectos, pero no perfectos. Se me ha resentido el esmalte por llevar los ataches pegados y además tengo un hierro pegado en la parte trasera que molesta bastante. Eso sí, salí monísima en las fotos de mi boda.