Mi primer novio me fue infiel. Teníamos quince años y se lio con otra compañera de clase durante una excursión del colegio a la que yo no había podido ir. Llevábamos solo unas semanas saliendo, pero cómo dolió. Uf. Qué drama.

Recuerdo pensar que no le perdonaría jamás en la vida. Ni a él ni a los que le siguieran, yo nunca podría perdonar una infidelidad. Me hice adulta con esa creencia firmemente arraigada. Consideraba que era lo peor que te podía hacer la persona que se suponía que te quería. Me darían igual las circunstancias, la gravedad de los hechos y lo que el otro hiciera para ganarse mi perdón. No podía. Era algo que no pensaba perdonar en ningún caso. No, no y no.

Pasaron los años, las relaciones, quise, me quisieron, herí, me hirieron… Me enamoré muchas veces y me desenamoré otras tantas. Y luego me enamoré como nunca lo había hecho de mi pareja actual.

Me puso los cuernos y le perdoné, pero mi entorno no

Del chico que, pase lo que pase en el futuro, sé desde ya que va a ser uno de los hombres más importantes de mi vida. Si no el hombre de mi vida. Al que amo con todo mi ser y del que me siento totalmente correspondida. El hombre que me engañó y al que, contra todo pronóstico, fui capaz de perdonar.

No fue fácil ni mucho menos inmediato, pero lo hice. Y creía que, una vez superado ese pedazo de bache, las cosas a partir de ahí volverían a ser como antes. Sin embargo, me equivocaba. Nada es como era antes. Y lo peor es que por mi culpa ni por la suya. Sino porque me puso los cuernos y le perdoné, pero mi entorno no.

Mis padres no le perdonan, mi hermana no le perdona, mis amigos no le perdonan, alguno de los suyos tampoco. Lo cual es un problemón, porque nuestra vida juntos y a solas va muy bien, pero ya no nos relacionamos con nuestro entorno del mismo modo porque es, como poco, desagradable e incómodo.

Ahora me sorprendo de cuando en cuando deseando, ya no que no me hubiera engañado, deseando que hubiera sido menos público. Si todo hubiera ocurrido de forma más discreta, yo le habría perdonado antes, habríamos sufrido menos y nuestra gente no tendría que tomar partido ni mantenerse en una actitud de la que, por más que se lo pido, no se bajan. Esos meses en los que sucedió todo y durante los que estuvimos separados parecen haberles marcado más a ellos que a mí.

Me puso los cuernos y le perdoné, pero mi entorno no

Y no entiendo, es decir, sí entiendo que me apoyaran y que se enfadaran, ¿cómo no lo voy a comprender, si yo también pasé por ahí? Pero si yo, que soy la principal perjudicada, he perdonado y hecho borrón y cuenta nueva ¿cómo es que ellos no pueden?

Mi pareja me fue infiel, me lo confesó, rompimos, estuvimos meses sin vernos, sin hablarnos. Y yo lo pasé mal, muy mal. Pero ya no es así. Él me pidió perdón mil y una veces, me dio las explicaciones que le dejé darme. Me dio tiempo, fue paciente y tenaz. Y, bueno, es que no tengo porqué explicarme. El caso es que ya está, ya pasó. Estamos en una nueva etapa y me encantaría que lo aceptaran. Al fin y al cabo, él no les hizo nada, a quien traicionó fue a mí, no a mi familia ni amigos. De verdad espero que pasen página de una maldita vez, porque yo le elegí a él por encima de mis principios, mi ego herido y mi rencor, y, con su actitud, me van a obligar a elegirle por encima de ellos.

 

Anónimo

 

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