Lo que os voy a contar aquí hoy no se lo he contado a nadie.

Parte de la historia es de dominio público en mi entorno, sin embargo, hay determinados detalles que, hasta ahora, he mantenido en secreto.

Creo que, de alguna manera, os voy a utilizar para dejarlo salir, a ver si así se alivia mi carga.

Desde luego es todo lo que puedo hacer, intentar sobrellevarlo mejor.

Porque ya es tarde, ya no hay posibilidad de vuelta atrás ni de hacer las cosas de otra manera.

En fin, estoy dando rodeos… lo que me pasa es que me quedé embarazada de mi amante y me jodí la vida yo solita.

Probablemente me lo merezco, porque tenía casi todo lo que siempre había deseado y no supe conservarlo.

Peor aún, ni siquiera era consciente de que lo tenía, y por eso la cagué.

Ojalá pudiera volver a aquella maldita semana en la que, no sé por qué, no parábamos de discutir. Él estaba alterado por temas de trabajo y yo también tenía mis cosillas, quizá por eso nos estaba costando más de lo habitual empatizar con el otro.

No lo sé, en cualquier caso, no tengo excusa.

Fui yo la que se negó a cancelar el viaje a la playa que tanto tiempo llevábamos esperando cuando él me anunció que debía quedarse trabajando.

La que se fue sola de vacaciones cargada con una maleta llena de bikinis y de orgullo.

La que salió a tomar una copa después de la cena y se comportó como una mujer soltera y disponible cuando aquel chico tan guapo se acercó y preguntó si estaba sola.

Foto de Jill Burrow en Pexels

No intento justificarme, pero llevaba un tiempo mal.

No era yo misma y, en consecuencia, mi relación no estaba en su mejor momento.

Además, estaba lo de la búsqueda del embarazo.

Llevábamos más de dos años intentándolo sin éxito y los controles de temperatura, los calendarios, los test de ovulación y demás se habían cargado la mejor parte del sexo.

Me sentía poco más que un recipiente estropeado, no recordaba la última vez que lo habíamos hecho con verdaderas ganas.

Y sé que fui idiota, patética y un montón de cosas más, pero por un poco de adulación, y no menos alcohol, me acosté con un chico al que acababa de conocer solo por sentirme deseada otra vez.

A estas alturas tal vez las más benévolas os diréis ‘bueno, fue un desliz, errar es humano’.

No obstante, os aclararé que repetí cada día de la semana que pasé de vacaciones.

Y, ya para rematar, añado que el sujeto en cuestión resultó ser de mi ciudad y que continuamos la aventura cuando volví a casa.

A pesar de que no sentíamos nada más que atracción física el uno por el otro. Creo que ni siquiera me caía bien.

Lo sé, no se puede ser más gilipollas.

Sin embargo, yo no me di cuenta de lo gilipollas que era hasta que los remordimientos me lo gritaron en la cara cuando la situación laboral de mi marido se relajó y volvió a ser el encanto de chico que había sido desde que le conocía.

Recuperé la cordura, rompí todo contacto con mi amante y volví a mi vida como si nada hubiera pasado.

Entonces averigüé que me había quedado embarazada y no necesité que la prueba me informase del posible tiempo de gestación, no había lugar a dudas sobre quién era el padre.

Foto de Rodnae Productions en Pexels

En efecto, seguro que ya lo imagináis… La primera opción que barajé fue la de fingir que el bebé era suyo. Rastrero al máximo, me pegaba.

Pero no, no fui capaz. ¿Cómo podría hacerle eso?

Lo que decidí fue interrumpir el embarazo, ser la buena persona que mi marido se merecía desde aquel mismo instante e intentar quedarme embarazada de nuevo en cuanto fuera posible.

La noche anterior a la consulta en la que iba a informarme sobre cómo proceder para interrumpir el embarazo, me desperté poco después de haberme ido a la cama con un dolor abdominal muy fuerte, náuseas y vómitos.

Sabía que algo iba mal pero no podía dejar que mi marido me llevara a urgencias, lo malo fue que me desmayé mientras intentaba disuadirlo.

Era un embarazo ectópico, tuvieron que intervenirme de urgencia y extirparme una de las trompas. Justo la del lado del único de mis ovarios que funcionaba.

Con eso y todo lo peor fue contarle a mi marido que le había sido infiel. Incluso obviando gran parte de la historia y reduciéndolo a una enajenación mental transitoria durante las vacaciones.

Por más que lo intentó, no pudo perdonarme.

Y no le culpo, cómo iba a hacerlo si yo tampoco me lo perdono.

Me jodí la vida, perdí al mejor hombre del mundo y hasta mi escasa fertilidad por unos segundos de debilidad e inseguridad mal gestionada.

Y ahora me toca vivir con ello.

 

Anónimo

 

 

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