Te escribo desde mis cenizas. Después de todo lo que me hiciste puedo jurarte que el karma existe y que sigo viva. Y fue difícil, no te lo voy a negar, porque hubo momentos en los que pensé que no valía nada, que solo me había convertido en los despojos de todo con lo que tú no te quisiste quedar.

Me aplastaste, me anulaste y me convertiste en un ser a expensas de tu voluntad y cuanto más daba, más perdía y tú más ganabas.

Y así fuimos entrando en un juego en el que yo me volvía loca por encontrar el maldito motivo por el que jamás pudiste quererme y tú te reías, porque para ti siempre fue divertido tenerme ahí bajo tus pies.

Pero ahora te digo no. Ahora te digo que soy libre y que el sol brilla más que nunca.

Ahora soy yo, sin ataduras, sin tapujos, sin complejos y es jodidamente maravilloso.  Ahora bailo desnuda en el sofá porque me encanta bailar.  Y veo películas malas los domingos sin nadie que me diga que soy estúpida por disfrutar de lo que me gusta. Ahora me río a carcajadas con los chistes de mis amigos y disfruto más de la comida porque no estás tú para recordarme que debo seguir entrando en una talla 36.

Ahora me quiero como soy. Con mis defectos, con mis virtudes. Con mis puntos altos y mis puntos bajos. Con mis fines de semana de labios rojos y tacones y mis días de llorar bajo la manta.  Ahora me quiero sí, pero también me respeto y acepto mis tiempos y mis límites.

Ahora comprendo que yo he sido mi mayor enemiga y que tú sólo me hiciste daño porque en el fondo creía que eso era lo único que merecía. Que nunca sería suficiente.
Así que nos perdono:
A ti y a mí.

 

Anónimo